Una investigación publicada en el Journal of Personality and Social Psychology demostró que el enojo es una emoción que puede ser útil y que lo mejor no sería silenciarlo, sino canalizarlo.
Como contamos en una nota previa, en dicha investigación se reclutaron estudiantes de la Universidad Texas A&M y se buscó hacerlos enojar con, por ejemplo, imágenes que insultaban a su institución. Luego se los desafió a resolver diferentes juegos y acertijos y los resultados indicaron que la ira los ayudó a resolver más rápido los problemas y los volvió más eficientes.
Cristina Carón escribió un artículo al respecto en The New York Times y habló con Heather C. Lench, la autora principal del estudio, que declaró: "Siempre existió la idea de que para vivir bien teníamos que esforzarnos en ser positivos todo el tiempo pero, en realidad, hay cada vez más evidencia de que una mezcla de emociones equilibrada es más satisfactoria y positiva a largo plazo".
En su artículo, Carón resume algunos pasos para aceptar el enojo y canalizarlo de la mejor manera posible.
- Aceptar la ira. El primer paso siempre es la aceptación: callar nuestros enojos y centrarnos solo en lo positivo constantemente puede resultar en una “positividad tóxica” que al final nos hace daño.
- Deshacerse de la ira. Pero una vez aceptada y atravesada la ira, hay que saber deshacerse de ella. Preguntarnos qué estamos sintiendo y por qué puede ser útil. Muchas veces el enojo proviene de otras emociones como la vergüenza, el desprecio o la humillación.
- Fijar metas saludables. Cuando la ira aparece, es importante recordar cuál es nuestro objetivo. De lo contrario, podríamos salirnos de control y generar respuestas desmesuradas. En una discusión, por ejemplo, lo importante debería ser expresar nuestras necesidades o llegar a acuerdos, y no enfocarnos en tener razón o en ganar la pelea. Es clave poder ponernos en el lugar del otro y, si la ira lo consume todo, alejarnos para volver a conversar en calma.
- Aprovechar la ira en el trabajo. En nuestras obligaciones diarias, podemos canalizar nuestros enojos para alcanzar objetivos. Por ejemplo, transformar un fracaso en la planificación de una nueva medida o plantear un problema junto a una sugerencia de resolución.