A una semana del inicio de la conferencia climática, analizamos uno de los temas que mayor contienda despertó en la anterior COP26 y que buscará, en la voz y el reclamo de los más afectados, obtener avances concretos en esta COP27.
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Recapitulando... Probablemente esperaban recibir una nueva edición de PLANETA el último viernes y/o aprovecharon la ausencia de ella para ponerse al día con la lectura de las ediciones anteriores. Fueron días de gran intensidad que tienen en la organización del viaje a Sharm El-Sheikh, Egipto, el motivo de mi ausencia en sus casillas de mail. Pero aquí estamos de nuevo y con una cierta alegre tranquilidad tras lo que fue ayer el triunfo de Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil, por todo lo que ello significa para la protección de la Amazonía y para la acción climática, sumamente necesaria en y desde el séptimo país más emisor de gases de efecto invernadero (GEIs) a nivel global y el país más emisor de la región latinoamericana.
Aunque, confieso, que en estos días previos no tuve la mirada tan atenta a Brasil, sino a lo que estaba ocurriendo en la ciudad en la que vivo. Del 19 al 21 de octubre Buenos Aires fue sede de la Cumbre Mundial de Alcaldes de C40, el evento internacional que reunió a los alcaldes de las urbes que, congregadas en la red de C40 Cities, buscan avanzar en la acción ante el cambio climático. Y esto es necesario por un motivo no menor: las ciudades son parte mayoritaria del problema.
Conforme el más reciente reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), las áreas urbanas representan el 70% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2). En ellas se concentran las personas, en ellas las personas se movilizan, consumen energía, generan residuos, realizan actividades que contribuyen al cambio climático. En ellas, entonces también, está la oportunidad de hacer los cambios drásticos necesarios para reducir las emisiones. Claro que ello no es tarea fácil.
Tuve el trabajo de conducir un evento en la Cumbre, moderar un panel y de cubrirla. ¿Qué me quedó resonando como los desafíos para la acción local ante el cambio climático? Diría que tres elementos: 1) La articulación público-privada es fundamental para lograr avances concretos; 2) los gobiernos deben promover y garantizar más y mejores regulaciones y legislaciones en favor de los cambios necesarios para que puedan ser implementados por los distintos actores; 3) money, money, money. Se necesita financiamiento, también, para los desarrollos locales.
Esos tres elementos son también primordiales por la otra cara de la moneda en el vínculo ciudades-cambio climático. No solo son responsables del problema, también se están viendo altamente afectadas por los impactos de ese problema. Piensen lo que el aumento del nivel del mar y los eventos climáticos retroalimentándose en un océano cada vez más caliente pueden hacer (y ya están haciendo) en las ciudades que son en un 90% costeras. O cómo las sequías más intensas y las olas de calor con temperaturas cada vez más elevadas pueden impactar en ciudades antes no acostumbradas ni preparadas a este mundo más y más cálido. Y no me refiero solo a impactos en la infraestructura, me refiero también a impactos en la salud, en la propia vida humana.
Si llevamos la mirada a América Latina y el Caribe, nos encontramos —según un informe del Banco Mundial— con que, del lado de la mitigación, las ciudades son responsables de 1/3 de las emisiones globales de GEIs de la región. Pero el dato que me despierta atención es otro: el 80% de las pérdidas que ocurren por eventos climáticos, ocurren en las ciudades.
Pérdidas.
Las conversaciones en cumbres y conferencias internacionales han puesto primero un mayor foco en la mitigación, en la reducción de emisiones. Luego, han intentado elevar la también importancia de actuar en la adaptación a los impactos ya presentes del cambio climático. Intento que aún no tuvo un resultado completamente exitoso. Ahora, las voces se alzan en reclamo de un tercer elemento inevitablemente necesario de la acción climática: abordar las pérdidas y los daños generados por los impactos del cambio climático. Y la COP27 será la primera conferencia de Naciones Unidas en la era de las pérdidas y los daños...
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¿Qué son las pérdidas y los daños? El cambio climático está aquí, con nosotros y por nosotros. Sus impactos se hacen sentir con más intensidad, frecuencia y gravedad, y lo que es aún más preocupante: de forma simultánea. Es una suerte de efectos en cascada ante los cuales se hace cada vez más difícil poder dar respuesta. Esos impactos pueden arrasar con la infraestructura (por ejemplo, las inundaciones por precipitaciones abundantes), afectan el sustento económico de las comunidades afectadas (por ejemplo, con las sequías que destruyen cultivos) e inciden negativamente en la salud física y/o mental de las personas. Esas son las pérdidas y los daños.
Es eso que dejan los impactos del cambio climático. Y es aún más grave para quienes ya están en condición de vulnerabilidad porque, recuerden, el cambio climático profundiza las vulnerabilidades ya existentes. El más reciente reporte del IPCC sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad fue contundente: "En todos los sectores y regiones, se observa que las personas y los sistemas más vulnerables se ven afectados de manera desproporcionada".
La Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres define a las pérdidas y los daños como las consecuencias negativas de los impactos del cambio climático en el ambiente y las sociedades humanas. Esto incluye las consecuencias en el desequilibrio de la naturaleza, la infraestructura, en las actividades económicas, en el bienestar físico y mental. Posiblemente va incluir en un futuro no muy lejano la desaparición de un país insular.
Las pérdidas y los daños son el resultado de la inacción, son parte de un círculo vicioso que tenemos que transformar en virtuoso. ¿Qué quiero decir? Las pérdidas y los daños son el resultado de: a) no haber reducido lo suficiente las emisiones de GEIs para que los impactos del cambio climático sean menos dramáticos y b) no tener mejores políticas de adaptación a esos impactos. Si seguimos sin reducir ambiciosa y urgentemente las emisiones, si seguimos sin adaptarnos eficientemente a los impactos, las pérdidas y los daños serán cada vez mayores. Y no parece que estemos en el buen camino...
La semana pasada la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático (CMNUCC) publicó el reporte actualizado del estado de las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDCs). Es decir, publicó a qué escenario de calentamiento nos llevarían los últimos compromisos de reducción de emisiones presentados por los países. ¿El resultado? Si todos 193 partes en el marco del Acuerdo de París cumplen con sus promesas de reducción de emisiones, estaríamos llegando a un calentamiento de 2,5°C para fin de siglo. Es decir, estamos aún muy lejos del escenario de 1,5°C que la ciencia nos dijo será el de impactos menos dramáticos. Es decir, se necesita más ambición en los compromisos y más acción per sé.
Eso no es todo: los compromisos actuales aumentarán las emisiones en un 10,6 % para 2030, en comparación con los niveles de 2010. Algo que es mejor que el análisis del año pasado, pero que sigue siendo un mal resultado.
En el ámbito de la política climática, las pérdidas y los daños son un tema de justicia climática. Los países que menos han contribuido al problema son los que hoy más se están viendo afectados por sus impactos. Los países más responsables son los que debieran responder ante ello. Pero ¿qué países concretamente?, ¿con cuánto dinero? ¿con qué ayuda?, ¿con qué frecuencia?, ¿dirigido a qué países? Hoy hay más interrogantes sobre la mesa que respuestas, pero algo está claro: pérdidas y daños es un tema en la mesa de negociaciones climáticas, o debiera serlo...
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Desde la COP26: ¿cómo o con qué venimos? En una primera respuesta diría que con mucha discusión, con cierta comodidad de unos pocos (sí, los más emisores) y con el descontento de unos muchos (los más impactados). Recapitulemos un poco qué sucedió en Glasgow en noviembre pasado.
Al no tener novedades sobre las promesas incumplidas de financiamiento (los famosos US$100.000 millones anuales), los países en desarrollo pidieron la conformación de un organismo formal que destine financiamiento especifica y exclusivamente a las pérdidas y los daños. Lo que se denominó como Facility había sido incluido en una de las versiones borrador de la decisión final de la COP, hasta que... se quitó de la versión final. Ese cambio generó todo tipo de reclamos y descontento. Ello no fue suficiente para que Estados Unidos —principalmente— y otros países desarrollados dieran el brazo a torcer y cedieran.
Lo único que se llevaron los países más vulnerables de la COP26 respecto de este tema fue un Diálogo de Glasgow sobre Financiamiento en Pérdidas y Daños que busca "discutir los arreglos para el financiamiento de actividades para evitar, minimizar y abordar las pérdidas y daños asociados con los impactos adversos del cambio climático". Un diálogo, eso. Mientras los impactos del cambio climático se hacen sentir, los países afectados tuvieron que conformarse con un diálogo. Pero no se darán por vencidos.
Desde la COP26, el tema de pérdidas y daños ha estado sobre la mesa en cada evento sobre la próxima conferencia climática. La presión ha sido tal que el tema pasó de no estar en la agenda de discusión de la COP27 a ahora sí ser parte de unas negociaciones en las que se espera salir del diálogo y pasar a la acción...
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Hacia dónde tenemos que ir en la COP27... Hacia acción concreta. Los países más impactados y las organizaciones de la sociedad civil quieren salir de las instancias de diálogo y obtener algo concreto sobre cómo los más responsables van a contribuir, especialmente con financiamiento, a abordar las pérdidas y los daños en el mundo en desarrollo. Y el país que preside la COP27, Egipto, quiere —con énfasis— que el tema esté sobre la mesa de discusiones y de definiciones.
De hecho, en una conferencia de prensa online que tuvimos la semana pasada en la previa a la conferencia, el embajador Mohamed Nasr hizo referencia: “Todos están de acuerdo en que pérdidas y daños es un tema sobre el cual se tiene que trabajar. Ahora hay que trabajar en ello”.
Ahí viene la dificultad. El primer obstáculo que tendrá la COP27 será que los países desarrollados accedan a abordar esta temática. La fuerte resistencia que mostraron en la edición anterior pareció dejar en claro que no es un tema sobre el cual les interese avanzar.
Sin ir más lejos, durante la Climate Week New York City celebrada el mes pasado, el enviado presidencial para el Clima de Joe Biden, John Kerry, respondió lo siguiente cuando se le preguntó si Estados Unidos pondría el dinero sobre la mesa para pérdidas y daños: "Dime el gobierno en el mundo que tiene billones de dólares, porque eso es lo que cuesta".
Superado ese enorme primer obstáculo, vienen otros dos no menos importantes. Por un lado, qué cifra de dinero establecer. ¿Cuánto salen hoy las pérdidas y los daños? ¿Cuánto saldrán en un futuro no muy lejano con un cambio climático en ascenso? Si ni los US$100.000 millones anuales son una cifra suficiente para mitigación y adaptación, con pérdidas y daños estamos hablando de una cantidad muy difícil de definir.
Por otro lado, se tendrá que elegir la modalidad para ese financiamiento (una vez que se concrete). Para algunos, lo ideal sería crear un mecanismo de financiamiento similar al Fondo Verde del Clima, lo que recibe ciertas críticas de otros actores por la burocracia y los desafíos que ello implica en la recepción del dinero. Para otros, lo ideal sería generar un programa sistémico en el marco de la Convención que dé asignaciones de recursos que se vayan incrementando progresivamente y que ayude a los mecanismos de financiamiento ya existentes.
En una conferencia realizada hoy en la mañana, Harjeet Singh, jefe de Política Estratégica de la red que nuclea a organizaciones climáticas Climate Action Network International, fue contundente:
Los gobiernos ricos deben participar de manera constructiva para abordar la injusticia actual de las pérdidas y los daños inducidos por el clima comprometiéndose a brindar apoyo a quienes se ven afectados y eliminando gradualmente los combustibles fósiles. Esta es la COP donde los contaminadores deben ser puestos en el banquillo y deben rendir cuentas.
Harjeet Singh, CAN International
Entre Cumbre, coberturas, trámites y preparativos, el martes pasado me di un gusto que me había reservado desde hace meses. Soy fan de Coldplay, pero sobre todo disfruto de la puesta en escena participativa, inclusiva y emotiva que realizan con cada show. Es la tercera vez que los puedo disfrutar en mi país y cada vez resulta mejor que la anterior. Ésta particularmente tuvo un condimento especial que ya les había anticipado en PLANETA.
La gira de Coldplay busca generar el menor impacto ambiental negativo o el mayor impacto positivo. Reducen su huella de carbono por ejemplo a través de la provisión de energía con fuentes renovables, allí donde es posible hacerlo, y compensan eso que no se puede reducir invirtiendo en proyectos de conservación, reforestación, captura de carbono. Esto que les digo en un párrafo de la newsletter no se limitó a quedar en un sitio web o la app de la gira, ni siquiera en redes sociales.
Un minuto antes de que la banda iniciara el show, en ese momento en el que estadio estaba lleno de personas expectantes, se comunicó la iniciativa a través de un video sencillo y ágil narrado por la propia banda. Como comunicadora en cambio climático no pude estar más que contenta con eso. Fue aprovechar una oportunidad de llegar a más personas con ese mensaje necesario de reducir nuestro impacto.
Claro que no voy a ser ingenua. Una cosa es la intención y luego cómo se implementa. Se suponía que podíamos ingresar con botellas reutilizables para recargar agua y a algunas personas no se les permitió. Se suponía que las personas debían devolver las pulseras para que se recarguen y reutilicen en el siguiente show, y muchas personas se las llevaron a su casa (donde encima ni siquiera les funcionarán). Una gira musical es ejemplo de cuán complejo es implementar acciones y cuán fundamental es la comunicación hacia todos los actores involucrados para su correcta y efectiva implementación.
Mientras en mi cabeza sigue sonando A sky full of stars, los dejo para preparar la valija y terminar trámites. El viernes nos volvemos a encontrar con una edición que dejaré lista antes de subirme el avión y que tendrá, como última edición previa a la COP27, EL tema de los temas: put the money on the table 💸💸💸.
¡Un saludo y gracias por leer!
Tais