“Hay avances, pero aún queda mucho trabajo por hacer”. Esta es la frase que, desde el lunes, define la situación aquí en la segunda semana de la COP24. El desafío para esta edición es casi tan importante como el hecho de haber logrado un Acuerdo de París un día como hoy hace tres años: ahora se trata de implementarlo. Para ello, son múltiples los temas que se ponen en juego a través de un paquete de reglas que marcarán su puesta en práctica.
No voy a entrar en los tecnicismos que se ponen en juego (porque creéme, son muchos), sino que el balance general de los avances alcanzados y desafíos futuros, vendrán una vez concluida la cumbre. Mientras, son importantes las palabras de Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención a cargo de la COP: “Nadie está esperando a que estén listos los acuerdos para empezar a actuar ante el cambio climático. La transición hacia un modelo sustentable de desarrollo ya está en marcha”. Con ella conversé en exclusiva para RED/ACCIÓN y aquí pueden leer la entrevista.
Ya celebrado el G20 y analizando los consensos allí alcanzados, la Argentina está presente en la COP24, con el Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, como su principal representante. Su pedido ante la Convención se alinea con el de otros países latinoamericanos: que los países que históricamente más han contaminado sean los que aporten financiamiento para las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático de los países en desarrollo. Su desafío futuro será ver cómo continúa el trabajo en las negociaciones con Brasil, bajo el nuevo gobierno de Bolsonaro, y cómo continúa defendiendo la explotación de gas en Vaca Muerta como una vía entre sus medidas de reducción de emisiones. Mientras tanto… la espera.
Marchar por la salud del planeta… y la nuestra
Una seguridad pocas veces vistas, un frío que me congelaba los dedos para tomar imágenes, consignas de todo tipo con un lema en común: no queda tiempo para salvar el planeta, hay que actuar ahora. Entre las casi mil personas que se manifestaron este sábado en los alrededores del predio de la COP, la vi a ella: Clara. En su cochecito, bien abrigada con su campera rosa, con una mirada profunda que me invitaba a leer el cartel que llevaba sobre sus piernas: “¡Peligro! El gas ‘natural’ es un combustible fósil y es altamente adictivo”. Le pregunté a su mamá, Anna, por qué marchaba. Su respuesta fue contundente: “Porque creo que algo hay que hacer. Porque quiero que mi hija y mis nietos vivan en un planeta vivible”.
La movilización tuvo sus réplicas en otras ciudades de Europa. Aquí en Katowice me encontré con diversos testimonios que pueden concentrarse en dos grandes grupos: los activistas internacionales que asisten a la conferencia y reclaman urgencia en la acción climática, y familias locales que exigen al gobierno polaco terminar con la explotación de combustibles fósiles. En Polonia, el 80% de la electricidad es generada a partir de la quema de carbón. Sus emisiones contaminantes no sólo alteran el ambiente, sino que afectan la propia salud de los habitantes. Mientras Anna “espera que los líderes hagan lo que tienen que hacer en la mesa de negociación”, le compró un libro infantil a Clara que genera conciencia sobre los residuos. “Pequeños actos”, me dice y que ya dejan un impacto en esas futuras generaciones que marchan por un mundo mejor desde el presente.