Después de cuatro años de trabajo, los países consensuaron un plan para frenar y revertir la pérdida de biodiversidad. ¿Cuáles son los puntos destacados? ¿Cuán ambicioso es? ¿Cumplió con las expectativas? ¿Y ahora cómo se continúa? Desde Montreal, un análisis que busca responder a estas preguntas.
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"Ojalá nuestra biodiversidad se cuide y respete, se luche y defienda como ellos lo hicieron hasta el último segundo de este Mundial". Este fue el comentario que Paula me hizo a una publicación de Instagram. No era una publicación sobre la COP15 ni sobre cambio climático ni sobre negociaciones. Era una publicación sobre el nuevo campeón del mundo y, particularmente, sobre el equipo detrás del equipo, sobre ese cuerpo técnico conformado por aquellos jóvenes —Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel— que a mis nueve años me hicieron querer el fútbol. Las palabras de Paula me parecieron superatinadas. Quizás su deseo se cumpla si los países implementan con ambición el plan que históricamente acordaron horas después de que Argentina levantara la copa dorada.
Pues fue en la madrugada del lunes 19 de diciembre que, tras unas Metas de Aichi fallidas en la década pasada, cuatro años de trabajo, dos años de postergación para el encuentro presencial y una jornada maratónica de discusiones, los países llegaron a consenso con lo que se dio en llamar el Marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica.
Un documento central con 14 páginas, cuatro objetivos y 23 metas constituyen la columna vertebral del plan que guiará —o debiera guiar— la acción en esta década en pos de la protección y la conservación de la biodiversidad. "Por fin estamos empezando a forjar un pacto de paz con la naturaleza. Los delegados en la COP15 acordaron un nuevo Marco Mundial de Biodiversidad. Este es un paso importante para una diplomacia decidida e insto a todos los países a cumplir sus compromisos", expresó el secretario general de Naciones Unidas António Guterres.
Es un marco y no un acuerdo. Es una decisión de una COP y no un tratado que los países deban llevar a sus congresos para ratificar y poner en vigor. Es un consenso de menor peso legal que, por ejemplo, el Acuerdo de París, pero que tendrá, al igual que aquel, la estricta vigilancia de la sociedad civil para que cumpla. Es, en definitiva, una hoja de ruta de acción en pos de la biodiversidad que tendrá su mayor posibilidad de impacto en la implementación local bajo un multilateralismo que funcione.
"Sabemos que el Marco no se trata tanto de palabras. Se trata de las acciones que impulsan la transformación que necesitamos en la relación entre las personas y la naturaleza. Y aquí seré honesta: el tiempo no está de nuestro lado. Hemos arrinconado a la naturaleza y es hora de aliviar la presión. Un millón de especies al borde de la extinción. Diez campos de fútbol de bosque se pierde por minuto. Tres mil millones de personas afectadas por la degradación de la tierra. Pueblos indígenas bajo amenaza en todas partes. Podría continuar con la letanía de malas noticias que enfrentamos", manifestó Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Y agregó: "También sabemos que la naturaleza es muy indulgente. Si le damos una oportunidad a la naturaleza, se recuperará. Y cuando le damos una oportunidad a la naturaleza, le damos una oportunidad a la salud humana. Le damos una oportunidad a la paz y la prosperidad. Le damos una oportunidad a la gente en todas partes. Entonces, hagamos una pausa por un segundo para abrazar la historia que hemos hecho en Montreal, y ahora pongamos manos a la obra para cumplir con el Marco, para las personas y para el planeta".
Nunca escuché tantos aplausos y cánticos en un mismo día. Venía de ver salir campeón mundial a mi país por primera vez, lejos del lugar de los hechos en Qatar y de los festejos en la propia Argentina, y apenas me había quedado un resto de voz para entrevistar a ministros. Unas 18 horas después, estaba envuelta en esos aplausos que invadieron el plenario de la Conferencia de Biodiversidad de Naciones Unidas, la COP15, en Montreal, Canadá. En menos de 24 horas asistí a dos hechos históricos. El de Lionel Scaloni y equipo, y el de la COP15. Pero, en realidad, hacer historia es lo que comenzó a ponerse en juego desde que el martillo marcó el final de la conferencia.
Analizar cada una de las 23 metas nos podría llevar 23 ediciones de PLANETA. ¡Tranquilos, eso no ocurrirá! Sí saben que este tipo de resultados, al igual que los informes científicos, los suelo incorporar y ampliar a lo largo de distintas ediciones. Si bien cada una de esas metas es vital, hoy me gustaría que profundicemos en lo más destacado del marco consensuado. ¿Empezamos?
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La meta numérica: el 30x30. Desde el fracaso de las Metas de Aichi para el período 2011-2020 y a la luz de la crítica crisis de pérdida de biodiversidad, se supo que el nuevo marco debía contar con una meta cuantitativa ambiciosa, basada en ciencia y realista de poner en práctica, que sirva para alinear distintas acciones. El 30x30, 30% a 2030, pronto apareció en escena como el mínimo necesario a alcanzar. Algunos soñadores reclamaban por un 50x30, otros aprovechadores bloqueaban para que la cifra ni siquiera apareciera en el texto. Afortunadamente, el 30x30 es una realidad en el marco.
Más precisamente, 30x30 es un doble objetivo que protagoniza las metas dos y tres. Por un lado, los países deben "lograr que para 2030 al menos un 30% de las zonas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos degradados estén siendo objeto de una restauración efectiva". Por otro lado, los países deben "conseguir y hacer posible que para 2030, al menos un 30% de las zonas terrestres, de aguas continentales y costeras y marinas (...) se conserven y gestionen eficazmente".
Es decir, la meta 30x30 hace referencia a la restauración de lo degradado y a la conservación para evitar seguir degradando. Una meta superdesafiante que va más allá de una acción puntual y que implica cambios en distintas políticas. Por sólo mencionar una: combatir y terminar con la deforestación es un valor fundamental para que la ecuación no dé resultado negativo.
"Muchos países estaban preocupados de que no podrían alcanzar esta meta y por eso se resistían a ella", nos explica Dr. Zakri Abdul Hamid, científico de Malasia y fundador de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica (IPBES). Y subraya: "El 30x30 es una meta global, es una aspiración global".
La restauración y la conservación abarcan tanto áreas terrestres como marinas. En lo que hace a la meta de conservación no se trata de cualquier área. La meta cuantitativa va acompañada de un componente cualitativo fundamental. "Las áreas a proteger deben ser significativas y representativas de especies y de ecosistemas. No queremos que esas áreas protegidas queden relegadas a espacios donde no hay biodiversidad", aclara Hamid. Es decir, los países deben proteger a 2030 un 30% de áreas terrestres y marinas con un alto valor biológico o, en otras palabras, que sean ricas en biodiversidad.
Bajo la forma de áreas protegidas, la conservación deberá ocurrir como sistemas bien conectados y no aislados, y gobernados de forma equitativa y no bajo las decisiones de unos pocos.
El director de la iniciativa Campaign for Nature, Brian O'Donnell, define a la meta de protección y conservación 30x30 como "el corazón del marco": "La meta del 30x30 marca el mayor compromiso de conservación de tierras y océanos de la historia. Tendrá importantes impactos positivos para la vida silvestre, para abordar el cambio climático y para asegurar los servicios que la naturaleza brinda a las personas, incluidos el agua limpia y la polinización para los cultivos. La conservación de los océanos, que históricamente se ha quedado rezagada con respecto a la conservación de la tierra, ahora tendrá la misma prioridad".
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Otras metas del marco. Las metas del 30x30 son apenas dos de las 23 que aborda el marco. Como mencioné, nombrarlas todas nos llevaría más de una edición, analizarlas nos demandaría una publicación especial. Entonces, he aquí algunas de las acciones que implica el marco que considero merecen una atención y seguimiento.
- Llevar a cero la pérdida de superficies de suma importancia para la biodiversidad, para 2030. Cero, enorme ambición. 2030 está a la vuelta de la esquina.
- Conseguir que el uso y comercio de especies silvestres sea sostenible, seguro y lícito, reduciendo el riesgo de propagación de patógenos. Una acción que pasó casi desapercibida, pero que, tras la pandemia con la cual todavía aprendemos a convivir, debiera tener suma relevancia.
- Reducir los riesgos y el efecto negativo de la contaminación de todo origen. En esta meta se habla del "riesgo derivado de los plaguicidas y de las sustancias químicas sumamente peligrosas". Más de un empresario de esa marca que si es la marca es bueno debe estar preocupado por esto. Rachel Carson estaría contenta.
- En línea con lo anterior, las superficies dedicadas a la agricultura, la acuicultura, la pesca y la silvicultura tienen que ser gestionadas de manera sostenible, o al menos ello debe lograrse según el marco. Aquí entra el eterno problema de qué considera como "sostenible" cada actor. El punto que muchos celebraron: la inclusión de la agroecología como una de las "prácticas amigables con la biodiversidad" a promover.
- Se incluye a las soluciones basadas en la naturaleza como una estrategia en la acción climática, algo que a algunos países no les gustaba mucho y concepto sobre el cual volveremos en las primeras ediciones del 2023.
- Una meta a la que le digo re sí, por favor, ya: aumentar significativamente la superficie y la calidad y la conectividad de los espacios verdes y azules en zonas urbanas y densamente pobladas.
- La meta 15 es interesante de observar porque se refieren a medidas para el sector empresarial y las instituciones financieras, fundamentales en la implementación de políticas ambientales. La medida que más me gusta: que den información a los consumidores para que puedan consumir sosteniblemente. Hermoso.
- ¿Menciona el pequeño temita de los subsidios perjudiciales para la biodiversidad? Sí, y pide eliminarlos o reformularlos para 2025, es decir, para ayer.
- Lo de genética, DSI y eso tan complejo se los dejaré para una próxima edición que nos encuentre con la mente más recargada del estrés de fin de año. Supongo que el estrés nos da una última oportunidad para hablar de... financiamiento.
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Las diferencias con Aichi. Siendo la COP15 la primera conferencia de biodiversidad que cubría, llegué a Montreal con una pregunta simple, o no tanto: ¿qué es lo que hará que este nuevo marco no nos lleve al mismo fracaso que el plan anterior? Los primeros borradores me daban una pauta de que estábamos casi ante lo mismo. Con el correr de los días, del avance de las negociaciones, de las resoluciones finales y de lo conversado con distintos actores, hay dos grandes cuestiones que le dan un diferencial a este marco y que espera llevarlo, acompañarlo, guiarlo a su éxito.
Money, money, money. Como les contaba en la edición anterior, los países en desarrollo reclamaban la movilización de recursos económicos como una pieza fundamental y transversal para poder implementar las 23 metas del marco. En otras palabras: sin dinero era imposible ponerlo en práctica. El logro del establecimiento de un mecanismo de financiamiento para pérdidas y daños de la COP27 fue considerado por algunos países desarrollados como un paso en falso y llegaron a Montreal decididos a no tener que poner más dinero.
No es porque la final fue contra Francia (y la ganamos), pero este país europeo fue uno de los principales bloqueadores con la meta de financiamiento que dejó en corchetes muchas otras metas hasta último momento.
Luego de idas y vueltas y varias discusiones, el texto consensuado incluye varias acciones interesantes a seguir. La principal: aumentar considerable y progresivamente los recursos financieros destinados a la biodiversidad en países en desarrollo, a fin de haber movilizado para 2030 al menos 200.000 millones de dólares.
Las fuentes de este financiamiento serían diversas: nacionales e internacionales, públicas y privadas. Y se buscaría llegar a esa meta numérica (Aichi no tenía una cifra) logrando movilizar 20.000 millones anuales para 2025 y 30.000 millones anuales para 2030.
A propósito, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible argentino Juan Cabandié -en línea con el reclamo de otros países en desarrollo- criticó las cifras finales: "Los 30.000 millones conseguidos son insuficientes. Seguimos exigiendo los 100.000 millones necesarios para poder avanzar en la transición justa que los países del sur global necesitamos".
Ojo que en el texto hay una particular referencia dentro de los países en desarrollo a los que son menos adelantados y a los pequeños países insulares. Digo ojo porque esto puede limitar luego el destino de la movilización.
Por fuera de la meta y en complemento, la decisión sobre movilización de recursos pide al Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el GEF (por sus siglas en Inglés), que establezca un Fondo Fiduciario Especial para apoyar la implementación de un fondo especial dentro del GEF que permita escalar la movilización de recursos. Deberá ser establecido en 2023 y hasta 2030. La mención a "salvo que la COP decida otra cosa" nos marca un incierto camino respecto de cómo este tema pueda continuar en las próximas negociaciones y haya nuevos cambios.
Monitorear la acción. A diferencia del plan (fracasado) para la década pasada, el nuevo marco está complementado por la adopción de un marco de seguimiento, de monitoreo, de "leve control" por más que a los países nunca les gusta usar esa palabra. Su propósito es, ni más ni menos, que hacer un seguimiento de los progresos realizados en la implementación del marco de acción y evitar, así, llegar a 2030 y no haber cumplido ninguna de las metas. Ese seguimiento se realizará a través de la presentación de informes detallados por los países.
Ahora bien, como decía al inicio, el marco no es un acuerdo, es una decisión de una COP que busca poner en práctica los objetivos del Convenio para la Biodiversidad Biológica. El marco no es jurídicamente vinculante, el Convenio sí. Hay un gris en la implementación que puede ser (mal) aprovechado por algunos, pero hay una sociedad más concientizada e involucrada en estos procesos que no puede, no debe, ser ajena. De hecho, tampoco lo es dentro del Marco...
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El elemento transversal más importante: el social. Las comunidades originarias e indígenas fueron verdaderas protagonistas en la COP15. Sus voces se alzaron en alto para que sus derechos fueran incluidos en el marco de acción. El argumento de esta participación activa es contundente: al menos un cuarto de la superficie terrestre es de propiedad, gestión, uso u ocupación de pueblos indígenas. Superficies que suelen coincidir con ser las de mayor valor ecosistémico. Pueblos con saberes ancestrales que cuidan esos ecosistemas mejor que nadie. Pueblos que se ven amenazados permanentemente por los intereses extractivistas sobre sus territorios.
El marco incluye a las comunidades indígenas a lo largo de sus metas. Por ejemplo, el llevar a cero la pérdida de superficies a 2030 deberá respetar los derechos de los pueblos indígenas y de las comunidades locales y la meta del 30x30 deberá basarse en el reconocimiento de sus territorios y respetando sus derechos.
El Foro Indígena Internacional sobre Biodiversidad, que es el grupo de representación de gobiernos, organizaciones y activistas indígenas en la COP de Biodiversidad, elogió el texto por "su lenguaje fuerte sobre el respeto de los derechos de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales". Y agregó: "Hemos hablado y nos han escuchado, ahora pongamos esas palabras en acción. Avancemos rápidamente hacia la implementación, construyamos alianzas significativas y aseguremos un acceso adecuado y directo de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales a los recursos para garantizar que logremos la ambición establecida en este marco".
Las dos últimas metas del marco más específicamente fueron motivo de alegre euforia. La meta 22 busca "asegurar la representación y participación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género en la toma de decisiones y el acceso a la justicia y la información relacionada con la biodiversidad por parte de los pueblos indígenas y las comunidades locales, respetando sus culturas y sus derechos sobre las tierras, territorios, recursos, y conocimientos tradicionales, así como por mujeres y niñas, niños y jóvenes, y personas con discapacidad, y garantizar la plena protección de los defensores de los derechos humanos ambientales". Ya necesitamos que se implemente.
La meta 23 y última va un poco más allá en lo que a género respecta: "Garantizar la igualdad de género en la implementación del marco a través de un enfoque sensible al género en el que todas las mujeres y niñas tengan las mismas oportunidades y capacidades para contribuir a los tres objetivos de la Convención, incluido el reconocimiento de sus derechos iguales y el acceso a la tierra y los recursos naturales y su participación y liderazgo completos, equitativos, significativos e informados en todos los niveles de acción, compromiso, política y toma de decisiones relacionadas con la biodiversidad". A todo le decimos que lo necesitamos ya.
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El marco se aprobó entre aplausos, pero ante la negativa de la República Democrática del Congo (RDC) y el polémico procedimiento de la presidencia de China de la COP. No voy a entrar hoy en los detalles de lo ocurrido, solo resumir que la RDC había expresado su disconformidad (especialmente por el insuficiente financiamiento) previo a la aprobación y la presidencia china hizo caso omiso a ello en lugar de abrir un espacio de negociación. Las decisiones en toda COP deben ser con un consenso del 100%. En un final en el que teóricamente las partes llegaron a las paces, quedan las dudas sobre si la desprolijidad en el proceso pueda trasladarse a tensiones y nuevos reclamos en la próxima COP16 que se celebrará en Turquía en 2024.
Las palabras del papel son siempre —o a veces— hermosas. Lo importante después de que suena el martillo de cada COP —y particularmente de esta— es que las palabras pasen a ser acciones concretas. En ello deben estar comprometidos todos los actores. Y ello debe realizarse cuanto antes para evitar la desaparición de una próxima especie, para evitar nuestra propia desaparición.
Pueden encontrar los documentos consensuados aquí. Hay versiones traducidas a distintos idiomas, incluyendo el español. Aunque ojo que algunas traducciones son técnicamente engañosas.
"¿Cómo está?", le pregunté al científico Dr. Zakri Abdul Hamid. Su respuesta resume el sentimiento general con el que todos, algunos más que otros, nos fuimos de Montreal:
"Esto empezó hace 30 años cuando era un joven negociador en la Cumbre de Río. Tú me preguntas cómo me siento hoy. Feliz y decepcionado. 30 años pasaron. Definimos los objetivos del Convenio y aún hoy, 30 años después, estamos hablando de detener la pérdida de biodiversidad. Perdimos la oportunidad de hacerlo con las Metas de Aichi. Ahora lo estamos intentando con otro marco. En un sentido, estoy decepcionado por el tiempo tan largo que ha pasado. En otro sentido, estoy muy feliz de estar aquí con la más grande participación de la sociedad civil y el sector de los negocios, y no solo de gobiernos y científicos como era antes. También me gustaría decirte que soy de los que está adentro de esto. No soy de los que está afuera demandando, estoy aún adentro para que funcione".
Seguimos la conversación el próximo viernes con un resumen de lo que el 2022 nos dejó en materia climática.
Feliz Navidad y felicidades a todos los que la Argentina los hizo sentir campeones ✨
Tais