Mariela Acorinti y Camila Olguín tenían un taller donde daban clases de pintura y un local donde vendían lo que pintaban en la calle Colombres, en el barrio porteño de Boedo. En 2017, por el contacto de una chica que concurría al taller decidieron hacer una colecta de juguetes y ropa para el Hospital Interzonal de Agudos Evita, en Lanús (provincia de Buenos Aires).
Ese mismo año conocieron a las otras líderes de la movida: Lourdes y Candelaria Ruiz Torres. El 8 de diciembre Lourdes fue a comprar un pesebre al negocio ubicado sobre Colombres, pero terminó llevándose “casi la mitad del local”, en palabras de Acorinti. De esta manera, comenzó a frecuentar más el lugar y llevó a su hermana Candelaria quien comenzó un taller de acuarela.
Un día Candelaria les propuso a Acorinti y a Olguín ir a celebrar el Día de las Infancias a la parroquia del Niño Jesús, en Lugano (Capital Federal). Acorinti, junto a su hija, una alumna y Agustina hicieron la primera incursión de lo que sería Movida Solidaria y pintaron maderas donadas como una actividad recreativa junto a los niños de la parroquia.
En 2018, el equipo realizó la primera intervención de pintura en Terapia Intensiva Pediátrica en el Hospital Interzonal de Agudos Evita. Desde ese entonces, Movida Solidaria, como comenzaron a llamarse, entabló una relación con el hospital y un año más tarde empezaron con una práctica que se mantiene hasta hoy: cada invierno todas las madres y abuelas del taller tejen mantas para llevar a la sala de pediatría de la institución. Lo hacen tanto con lanas que ellas mismas donan como con cuadraditos de tela que pueden ser empalmados.
Una intervención colorida
El mensaje de un grupo de mujeres que llenaban paredones grises de colores se transmitió de boca en boca. Claudia Sandoná oyó por primera vez sobre Movida Solidaria por su cuñada. Ella trabaja como coordinadora de pastoral del Jardín de Infantes y la capilla Laura Vicuña en Villa Luzuriaga, provincia de Buenos Aires.
Hace años que Sandoná soñaba con que el paredón sin color de la iglesia fuera pintado algún día. El problema era que no había pintura para cubrir toda la superficie. Hasta que un día Acorinti la llamó y le dijo que iban a ir a pintar con la pintura que tenían en el taller hasta donde les alcanzara.
Al día siguiente de la intervención, los chicos estaban impresionados con la transformación de su colegio. Sandoná afirma: “El impacto fue grandísimo, de estar muy grises a llenarnos de colores, mucha alegría, sobre todo el devolver dignidad a las personas, no solo a los que pertenecemos al jardín y la capilla, sino a todo el barrio. Ojalá que esto sea un eco y que sea multiplicador”.
El esquema de las movidas
Siempre que el equipo recibe un pedido hay una pregunta importante y es si hay dinero o no para invertir en la pintura. Hay lugares, como los Centros de Primera Infancia (CPI), que cuentan con un presupuesto que pueden invertir en acciones como estas. No obstante, la mayoría de las veces, los materiales son aportados por las mujeres de Movida Solidaria, por lo que se intenta optimizar su uso.
“Cada movida implica miles de movidas silenciosas por detrás, como el comprar las pinturas, organizar los pinceles, poner los autos, invertir nuestro tiempo”, comenta Acorinti. Los pinceles fueron comprados a medida que el grupo iba consiguiendo donaciones. Los almuerzos y desayunos de los días de trabajo los dona una amiga del taller quien tiene una panadería.
Por eso, una de las mayores limitaciones que tiene el grupo hoy es conseguir la pintura específica que se necesita para intervenir las paredes. Además, les gustaría encontrar a alguien que pudiera trabajar en las redes sociales del movimiento, ya que es una forma de mostrar lo que logran y de alcanzar mayor visibilidad.
Construir con pintura
El trabajo de Movida Solidaria se adapta a las necesidades de los lugares a los que van. El objetivo es que las personas puedan disfrutar de la intervención artística, que sea algo con lo que se identifiquen y les guste. Asimismo, las artistas nunca repiten un diseño.
Otros de los lugares que el grupo visitó fue el Centro Barrial Madre Teresa - Padre C. Mugica, que se dedica a la atención de personas en estado de consumo y les ofrece distintos servicios como bañarse, recibir atención médica, comida y talleres. Acorinti afirma: “Unas de las cosas que más me costó entender es que vos ponés en una mesa colores y no pueden elegirlos, quizás porque se acostumbraron a tampoco elegir su ropa o su comida”.
Ese día, luego de que el sacerdote las presentara, Acorinti y Olguín les explicaron qué sectores iban a pintar y cómo lo harían. Pensaron que en media hora iban a estar levantando los pinceles porque la actividad no iba a entusiasmarlos. Para su sorpresa, empezaron con el trabajo a las 8:30 h y a las 17:30 h seguían pintando.
Juan Villareal es un psicólogo y arte terapeuta que trabaja en el centro. Desde su lugar, había realizado pequeños procesos artísticos, pero el día de la movida trabajaron en hacer murales dentro de todo el edificio. “Se dio la posibilidad de hacer un trabajo interdisciplinario, los chicos pudieron participar y se les dio una vida a sus paredes con un mayor sentido de pertenencia, con un acompañamiento masivo. El trabajo de las chicas es muy responsable”, comenta.
Las chicas de Movida Solidaria consideran que el solo hecho de cambiar el gris de las paredes tiene un gran impacto. “Estoy convencida de que un lugar como un hospital, que connota dolor y angustia, con algo de color se lleva distinto en el día a día”, afirma Acorinti. Y lo que ella palpa en su experiencia está respaldado por la ciencia. “El color es un generador de estímulos y emociones que puede hacer de nuestra vivienda un lugar donde sentirnos a gusto, seguros y relajados”, asegura la psicóloga española Miriam González. Desde el centro barrial, Villarreal afirma: “La idea es que los participantes busquen ese sentido de pertenencia para que sientan más adherencia a la parte terapéutica y al espacio donde la llevan a cabo. Además de tener la oportunidad de trabajar en algo que desvíe su atención de la situación de calle o del consumo”.
Debido a la costumbre que tienen para seguir un orden y roles designados, el equipo incluso ha pintado bajo la lluvia o con mucho calor. No necesariamente todas las personas que van pintan o siquiera saben hacerlo, sino que también se necesita gente para lavar pinceles y ordenar. Han llevado grupos de cinco hasta 15 personas y siempre intentan buscar que no se suspenda y que se mantenga el compromiso con los voluntarios. “La misión la tenés que cumplir. Hoy más que nunca hay que construir en la adversidad”, afirma Acorinti.
Movida Solidaria lleva intervenidos decenas de espacios en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Por ejemplo, han pintado lugares como la Casita de la Virgen en la parroquia Santa María Madre del Pueblo y la parroquia en el Barrio P. Rodolfo Ricciardelli (ex Villa 1.11.14), la Fundación Los Carasucias en Mataderos, la parroquia Nuestra Señora de Luján Santuario Porteño en CABA y espacios de primera infancia en Villa Soldati. Además, desde 2017, a través del taller de arte se realizan colectas solidarias de juguetes, ropa y vajilla.
“Tener algún apoyo nos daría más aire en un montón de cosas que hoy nos quitan el sueño”, comenta Acorinti. Hace poco las invitaron a pintar un mural en Jujuy, pero todavía no pueden ir debido al bajo presupuesto con el que cuentan.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.