María Eva Juncos (45) es taxista desde hace una década. Manejando en las calles de Rosario, su ciudad natal, escuchó un abanico de comentarios que lograron llevarla al hartazgo. Desde “Qué bueno una mujer taxista tan linda” hasta “Te invito a subir a mi departamento”, sin obviar la pregunta: “¿Soltera?”. Fueron las conversaciones que mantuvo con las pasajeras las que la motivaron a decir: "Basta". Y en 2016 creó She Taxi, una aplicación que conecta usuarias con choferes de taxi mujeres.
Juncos es de las taxistas a las que le gusta conversar con el pasajero: el tiempo, el tráfico, la vida; lo que dé. En esas charlas fue descubriendo cuán vulnerables suelen sentirse las mujeres cuando viajan en un taxi conducido por un hombre. Es que siempre, asegura, les ha tocado escuchar comentarios, preguntas o piropos incómodos y, en algunos casos, también vivir situaciones más graves, de abuso. “Supe cómo un taxista le trabó las puertas del auto a una clienta; de chicas que por miedo se tiraron del vehículo andando; y de cómo se organizan los grupos de amigas con determinados códigos para avisarse si pasa algo. Eso más las noticias tremendas que salen en la tele. Ahora recuerdo un caso judicializado de Buenos Aires de un taxista que violó a una chica”, cuenta aún con espanto. El caso al que Juncos se refiere es el de Manuela, una joven que fue dormida, violada y amenazada por el conductor del taxi que tomó para volver a su casa luego de pasar una velada con amigos en un bar de Colegiales en 2015. El chofer, Tito Franklin Escobar Ayllon, está prófugo y lo busca hasta Interpol.
“Muchas mujeres se sienten más cómodas si la conductora también es mujer por lo que siempre terminaban pidiéndome el número de teléfono para contactarme en sus próximos viajes. La verdad es que no daba abasto con la demanda. Después supe que a otras taxistas mujeres les pasaba lo mismo, daban sus celulares y luego corrían de un lado a otro de la ciudad para responder a los pedidos de pasajeras que ya se habían convertido en clientas”, cuenta. She Taxi aparecía como una necesidad. La rosarina se puso en contacto con un desarrollador, pidió un préstamo y, sin más, la creó.
María Eva no gana más dinero con She Taxi¸ no cobra por su uso ni a las usuarias ni a las conductoras. Ella sigue manejando por Rosario su auto negro y amarillo todas las noches, aunque reconoce que ahora tiene viajes más seguros. No pensó en la aplicación como un negocio sino como una herramienta de seguridad. De hecho, dice, su objetivo es que algún día She Taxi deje de existir. “Por ahora lamentablemente esta aplicación es un éxito. Pasan los años y tenés una clase dirigente que levanta las banderas de la equidad, pero no va contra el statu quo. En Rosario, por ejemplo, imponen un cupo femenino para las licencias que es de un 30%. Esto es un insulto a nuestra inteligencia, igualdad es un 50% y un 50%”, se queja.
La aplicación cuenta con un botón antipánico, otro de objetos perdidos y un chat de comunicación con la conductora asignada para mensajes de audio. Por ahora la red funciona solo en Rosario con alrededor de 120 choferes mujeres a disposición y cerca de 30.000 clientas registradas. El plan es replicar el concepto en las principales ciudades del país donde el uso del taxi es moneda corriente.
Durante un tiempo funcionó en Córdoba, pero por falta de mujeres taxistas Juncos tuvo que desactivarla, aunque espera reactivarla en cuanto la oferta pueda responder a la demanda. En la Ciudad de Buenos Aires, la Ley 5627 de 2016 establece que las aplicaciones móviles son de uso exclusivo de los servicios creados por el Gobierno de la Ciudad para su app BA Taxi o de las empresas de radiotaxi. Por lo que She Taxi no podría operar libremente sin adecuarse a una de estas empresas. Con Martín Castro, su abogado, Juncos inició una acción de amparo ante la Justicia porteña, pero la rechazaron tanto en primera como en segunda instancia bajo el argumento de que la norma tiene el espíritu de salvaguardar la seguridad de los pasajeros. Para el abogado esto es falaz ya que lo que realmente asegura es el privilegio de las empresas de radiotaxi. A la fecha esperan que el Tribunal Superior de Justicia revierta esta medida teniendo en cuenta el avance de las nuevas tecnologías que hoy superan los beneficios que alguna vez supieron brindar con el servicio de radiotaxi y quedaron obsoletos con la llegada de Internet y los smartphones.
Paciencia a Juncos no le falta. La vida la llevó a recorrer caminos inimaginables. Antes que taxista fue una buscadora que avanzó corriendo los límites sin preguntarse si una u otra cosa era adecuada para ella. Al salir del colegio intentó hacer una carrera universitaria pero se aburrió y a los dos meses la dejó para dedicarse a la fotografía. En una de sus primeras salidas laborales, como fotógrafa profesional, le tocó cubrir una marcha que terminó con represión policial; ese día, entre gases lacrimógenos y corridas, decidió colgar la cámara: la sacaría solo al ver algo que la conmoviera o que, para ella, valiera la pena retratar. Pero todavía tenía que ganarse la vida. Siguiendo la convicción de que nada le estaba vedado, recorrió la ciudad en bicicleta vendiendo sándwiches de milanesa, cuidó ancianos y trabajó en un criadero de chinchillas hasta que se fue de mochilera a probar suerte al viejo mundo. En España, sin ciudadanía ni residencia, trabajó en el guardarropa de un boliche, fue camarera en el comedor de una empresa con 400 obreros y repartió volantes en la puerta de un supermercado. Su aventura por Europa terminó cuando a principios del año 2000 le dijo “no más” a los inviernos bajo cero. Volvió a la Argentina, ahora sí a subirse a un taxi.
Juncos pertenece a una familia de cinco hermanos. Vive con su mamá y su perra; ellas son su vida y su cotidianeidad. “Mientras yo trabajo mamá no duerme y me manda WhastApp pidiéndome que por seguridad no suba a más de dos pasajeros juntos. Es que, pobre, yo soy de la vieja escuela y, a pesar de la aplicación, sigo levantando gente en la calle. Ella me cuida, me hace reír, siempre me hace la misma pregunta: ‘¿Hay mucho trabajo?’. En realidad quiere saber si voy a volver temprano para poder dormir”, remata entre risas.
Nombre completo: María Eva Juncos
Edad: 45 años
Profesión: Taxista
Sector en el que se destaca: Transporte de pasajeros
Lugar de nacimiento: Rosario, Santa Fe
Lugar donde desarrolla su actividad: Rosario
¿Cuál es tu motor interior, qué te inspira a hacer lo que haces?
Aportar para un mundo en paz. ¿Por qué nace todo este hartazgo? Salís de tu casa, pasás por una obra en construcción y te gritan barbaridades, subís al colectivo y un hombre te apoya, te tomas un taxi y el taxista se hace el vivo. Es un infierno, vivimos en una olla a presión.
¿Qué te hace feliz?
Sin duda estar en paz, es un estado pleno, incluso más óptimo que la felicidad que en realidad son instantes. Pero debo reconocer que me pone feliz cuando una pasajera se sube al taxi y te dice que ahora, gracias a She Taxi, puede salir de noche.
¿Qué no te deja dormir?
Cuando suena la aplicación y somos pocas conductoras y nos van quedando viajes afuera. Me la paso pensando en cómo lograr que seamos cada vez más.
¿Qué te gustaría cambiar del mundo?
Las prioridades. Creo que en términos generales tenemos las prioridades invertidas. La mayoría piensa en hacer dinero y probablemente lo logren, pero seguramente no estarán resolviendo un problema. Yo creo que hay que anteponer el valor de la vida, quizás también se pueda ganar dinero pero seguramente se logrará algo mucho más exitoso.
Cuándo eras chica, ¿que querías ser de grande?
Nunca lo pensé porque nunca fui de planificar el futuro, ni siquiera de chica.