Confesiones, comentado por Fernanda Longo- RED/ACCIÓN

Confesiones, comentado por Fernanda Longo

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Confesiones, comentado por Fernanda Longo

Confesiones
Henry Marsh
Salamandra

Selección y comentario por Por Fernanda Longo, psicóloga y periodista

Uno (mi comentario)

Las memorias del doctor Marsh deshacen de un plumazo el estereotipo del neurocirujano frío, omnipotente e infalible que seguramente ayudaron a construir las ficciones televisivas de hospital (desde ER hasta, obviamente, Grey´s Anatomy). Y es que todo, absolutamente todo en sus brillantes relatos es una lección de modestia, de honestidad brutal, de asombro (y por qué no estupor) ante la incertidumbre y el absurdo de la vida, de la enfermedad, pero sobre todo del sufrimiento, eso que fue y sigue siendo la materia prima de su oficio durante más de 30 años. (...)

Si en su libro anterior, “Ante todo no hagas daño”, el prestigioso médico británico compartía sus mejores y sus peores experiencias a la luz de los dilemas éticos y los desafíos que supone un trabajo como el suyo, en este segundo volumen, “Confesiones” (finalista del National Book Critics Circle Award), ya jubilado, Marsh se anima a descargarse sin tapujos (unas veces con humor, otras con cinismo) contra las arbitrariedades del sistema de salud público, a ser escéptico en relación a los prometidos avances de la medicina, y a reconocer que lo más difícil de su profesión no es tanto operar cerebros ni coser cráneos como lidiar con el dolor de acompañar a sus pacientes en muchos casos a una muerte segura, cuando no dramática e indigna, frente a la cual él mismo aún no encuentra ni atajos ni respuestas.  

Dos (la selección)

A medida que se aproxima la muerte, nuestra identidad puede empezar a desintegrarse. Algunos psicólogos y filósofos mantienen que esa identidad, ese sentirnos individuos con la libertad de elegir, es poco más que una portada de la gran partitura de nuestro subconsciente, una partitura con muchas voces oscuras y a menudo disonantes. Gran parte de lo que nos parece real es una forma de ilusión, un reconfortante cuento de hadas creado por nuestro cerebro para dotar de sentido a la miríada de estímulos internos y externos que recibimos, y a los mecanismos e impulsos inconscientes de la mente.

Tres

He aprendido que hurgar en el cerebro no revela nada sobre la vida, aparte de la consternación que uno acaba experimentando ante su fragilidad. Acabaré mi carrera sintiéndome no exactamente desilusionado, pero sí, en cierto sentido, decepcionado. He aprendido muchas más cosas sobre mi propia falibilidad y sobre la crudeza de la cirugía  -pese a la frecuencia con que resulta necesaria-, que sobre cómo funciona realmente el cerebro.

Cuatro

Existe un gran infierno de sufrimiento del que la mayoría apartamos la vista. Claro, resulta muy fácil operar a todos los pacientes y no pensar en las posibles consecuencias. ¿Acaso un buen resultado justifica todo el sufrimiento causado por muchos malos resultados? ¿Y quién soy yo para decidir qué diferencia hay entre un buen resultado y uno malo? Nos dicen que no debemos actuar como dioses, pero a veces sí debemos hacerlo, al menos si creemos que el papel de un médico es reducir el sufrimiento y no sólo salvar vidas a cualquier precio.

Cinco

Cuando estoy en Nepal trabajando, lo único que poseo es el contenido de la maleta, sin otras pertenencias que la ropa y el ordenador portátil. He descubierto que no echo en falta mis muchas posesiones en Inglaterra; de hecho, se me antojan una carga a la que debo volver, pese a lo mucho que significan para mí. Además, cuando soy testigo de la miseria en Nepal y de los espantosos efectos de la urbanización rápida e incontrolada, veo mis posesiones bajo una luz distinta. Lamento no haber reconocido las virtudes de viajar con sólo el equipaje de mano hasta una etapa tardía de mi vida. En la mortaja no hay bolsillos.

Seis

De modo que el autoengaño, les expliqué a los ucranianos, es una aptitud necesaria que adquirimos en una etapa temprana de nuestra carrera. Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores y adquirimos experiencia y nos volvemos más competentes, es algo que debemos empezar a desaprender. Los médicos en puestos de responsabilidad, al igual que los políticos, pueden volverse fácilmente corruptos no sólo por el poder que ostentan, sino también por carecer de gente a su alrededor que les hable con franqueza. Aún así, continuamos cometiendo errores durante toda nuestra carrera, y siempre aprendemos más del fracaso que del éxito.

Siete

Cada vez que me lavo las manos antes de ir al quirófano, tengo miedo. ¿Por qué continúo metiéndome en estos bretes, cuando sé que puedo abandonar la neurocirugía cuando quiera? Una parte de mí desea salir huyendo, pero aún así me pongo el pijama quirúrgico y los guantes y me acerco a la mesa de operaciones. Los residentes están abriendo la cabeza del paciente, pero aún no me necesitan, de modo que me siento en un taburete y apoyo la cabeza contra la pared. Mantengo las manos enguantadas ante el pecho con las palmas juntas, como si rezara: la postura del cirujano que aguarda para operar. A mi lado espera también el microscopio, con el largo brazo doblado sobre sí mismo, listo para ayudarme. No sé cuánto tiempo más podré seguir siendo de utilidad aquí, o si regresaré siquiera, pero por lo visto todavía quieren que venga.


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