A principios de este mes, una evaluación global sombría del estado de vida en la Tierra fue noticia en todo el mundo. Según el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), alrededor del 12% de todas las especies de plantas y animales conocidas están en peligro de extinción. Peor aún, la humanidad está destruyendo hábitats enteros, y con ellos la red de la vida que apoya a la sociedad y las economías. Como era de esperar, los hallazgos fueron recibidos con desesperación.
Como colaboradores científicos de la IPBES y coautores del informe, nos enfrentamos a esta noticia todos los días. Es imposible no reaccionar emocionalmente a la escala de destrucción que los humanos están infligiendo en el mundo natural. Sin embargo, el informe también hace todo lo posible para identificar formas de revertir esta tendencia alarmante. Para tener éxito, sin embargo, los humanos necesitan emprender cuatro transformaciones principales.
Primero, debemos cambiar sustancialmente nuestros sistemas legales, económicos y tecnológicos. Es cierto, como destaca el informe, que las áreas protegidas y la legislación han impedido la extinción de muchas especies, como el oso panda, pero los humanos necesitan hacer cambios mucho más fundamentales.
El informe de la IPBES, por lo tanto, explora numerosas vías posibles de desarrollo económico para el mundo hasta 2050, e identifica formas de proteger la naturaleza al tiempo que aumenta la prosperidad humana. Las medidas que propone no son las sospechosas habituales, como reducir la deforestación o reducir la explotación de especies; en cambio, abordan las causas de estos problemas.
Aquí, el informe concluye que sostener los sistemas de vida del Planeta nos obliga a redefinir lo que significa una buena calidad de vida. Las sociedades deben alejarse de la idea de que una vida buena y significativa es posible solo a través del consumo de material cada vez mayor. Esto es claramente absurdo. El bienestar se ha estancado en muchos países desarrollados, incluso a medida que el consumo continúa aumentando.
Las soluciones podrían basarse en nuevas narrativas sociales y políticas que muestran que la felicidad va de la mano con la reducción del consumo total y el desperdicio. Reducir las desigualdades de género y riqueza también mejora el bienestar de una sociedad, como lo han demostrado los países nórdicos. Y, como reconoce la IPBES, el conocimiento indígena y local puede revelar otras formas de gestionar los ecosistemas de manera sostenible.
Emprender tales cambios no será fácil. El mundo debe adoptar con urgencia un nuevo paradigma económico que vaya más allá de un enfoque singular en el PIB. Esto está empezando a suceder. Nueva Zelanda, por ejemplo, ha anunciado su primer "presupuesto de bienestar", mientras que China continúa desarrollando medidas de "PIB verde".
En segundo lugar, el mundo debe transformar su sistema alimentario. La forma en que actualmente producimos y consumimos alimentos es una causa importante de destrucción ecológica. Sin embargo, alimentar a una población global en crecimiento con una dieta saludable sin dañar la Tierra no solo es posible, sino que también mejorará la calidad de vida de las personas. El informe de la IPBES destaca varias prácticas agrícolas sostenibles, como el manejo integrado de plagas y nutrientes, la agricultura orgánica, la conservación del suelo y el agua y las medidas para mejorar el bienestar animal.
Una de las vías de desarrollo del informe de IPBES hasta 2050 está en línea con los hallazgos del informe separado de la Comisión EAT-Lancet sobre sistemas alimentarios sostenibles. Ese informe, publicado a principios de este año, concluyó que el mundo podría alimentar a diez mil millones de personas con una dieta saludable, con menos carne y productos lácteos, y más nueces y verduras, sin necesidad de utilizar más tierras.
Pero estas acciones por sí mismas no serán suficientes. Un tercio de todos los alimentos producidos nunca llega al plato. Respaldamos los pedidos para que el desperdicio de alimentos se reduzca en un 50% antes de 2030 y, alentándolo, países como Francia, Alemania e Italia han tomado medidas para evitar que los supermercados desechen los alimentos no vendidos.
En tercer lugar, debemos tratar los océanos del mundo mucho mejor. La pesca industrial ahora se extiende hasta el 55% de la superficie oceánica mundial, y solo el 3% está libre de la presión humana. El océano se usa cada vez más como vertedero para aguas residuales, plásticos, exceso de fertilizantes y otros contaminantes tóxicos. Pero la investigación muestra que la gestión sostenible de los océanos puede aumentar las poblaciones de peces y el valor económico. Y la ONU pretende llegar a un acuerdo el próximo año sobre nuevas regulaciones internacionales para proteger los océanos.
Finalmente, el mundo debe pensar cuidadosamente sobre las mejores maneras de enfrentar el cambio climático. Las industrias madereras y agrícolas, en particular la producción de soja, aceite de palma y carne de res, están causando una rápida deforestación, con consecuencias devastadoras para la estabilidad de la selva amazónica, el clima mundial y muchas especies.
Pero los intentos de combatir el calentamiento global a través de la siembra a gran escala de cultivos bioenergéticos, junto con la reforestación y la forestación, podrían dañar la biodiversidad y los ecosistemas frágiles. Las medidas bien planificadas, por otro lado, podrían mejorar la biodiversidad, mejorar la calidad del suelo y capturar y almacenar dióxido de carbono.
Proteger el mundo vivo exige cambios sistémicos que van más allá de políticas estrechamente enfocadas en la biodiversidad o el clima. La lucha contra la pobreza y la desigualdad también son partes esenciales de la solución. Pero estos pasos transformadores solo se darán si empezamos a tratar la situación como la crisis que es, como ha instado la activista y estudiante sueca del clima, Greta Thunberg.
En las últimas semanas, los parlamentos del Reino Unido e Irlanda han declarado emergencias climáticas y de la naturaleza, e instamos a otros países a que hagan lo mismo.
En 2020, un "super año" para la política ambiental internacional, con cumbres importantes sobre la biodiversidad, el clima y los océanos, la ONU debe conmemorar su 75 aniversario al declarar una emergencia para que el planeta acelere las acciones para garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
Ana Paula Aguiar es investigadora en el Centro de Resiliencia de Estocolmo e investigadora principal en el Instituto Brasileño de Investigación Espacial (INPE). Odirilwe Selomane es un investigador postdoctoral en el Centro de Resiliencia de Estocolmo y miembro de la evaluación global de IPBES. Pernilla Malmer es Asesora Principal en SwedBio en el Centro de Resiliencia de Estocolmo.
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