El 12 de mayo es el Día Mundial de la Enfermería, por el aniversario de Florence Nightingale, la británica considerada precursora de la enfermería moderna. Se trata de una profesión que muchos relacionamos con el servicio, y que cobró notoriedad con la pandemia. Para muchas personas, es más que un trabajo: es una forma de ayudar. “Nací con la vocación de enfermera, elegí la carrera sin pensarlo”, cuenta Lidia Rosa Aguilar.
Lidia tiene 49 años, nació en Formosa y está radicada en Derqui, provincia de Buenos Aires. Se formó como enfermera en la Universidad Nacional de José C. Paz. “Logré estudiar pese a tener una discapacidad”, dice en relación a la parálisis de un nervio en el cerebro como secuela de una intervención, que afecta su motricidad y le genera fuertes mareos. En febrero de 2018 fundó Enfermeros Solidarios de Pilar.
—¿Cómo se te ocurrió crear esta organización?
—Siempre ayudé a los más necesitados compartiendo lo poco que tenía. En mi pueblo natal (Colonia Campo Villafañe) pasábamos muchas necesidades económicas y viví momentos de desolación, en los que nadie tenía una mano. Pero me aferré al amor: una vez que estuve radicada en Buenos Aires, comencé a enviar hacia allá algunos alimentos básicos como leche y chocolate. Luego, charlando con un amigo periodista, Adalberto Omar Cabral, surgió ponerle un nombre a la iniciativa y creamos el grupo Enfermeros Solidarios de Pilar.
—¿Qué tareas hacen desde la organización?
—Por un lado, hacemos trabajo social en la zona de Pilar, en el que buscamos involucrar a la comunidad. Por ejemplo, algunas orientadas a la prevención, como talleres de RCP y de salud mental, también charlas sobre vacunación y sexualidad. Pero también viajamos en promedio dos veces cada año al Impenetrable Chaqueño a brindar asistencia sanitaria y humanitaria a comunidades wichi y toba. Trabajamos en conjunto con enfermeras de los puestos sanitarios de la zona, ofreciendo controles a niños y adultos y haciendo curaciones. En total, desde la creación formal del grupo, llevamos hechos 29 viajes al Impenetrable Chaqueño.
—¿Y en cuanto a la asistencia humanitaria?
—Entregamos ropa y alimentos no perecederos en parajes del monte donde no tienen recursos. Hay además muchos lugares donde el agua está contaminada con arsénico y damos agua potable. También distribuimos útiles escolares en las escuelas rurales y hacemos charlas de prevención y cuidado de la mujer y contención emocional a quien lo necesita.
—¿El grupo de voluntarios se compone solo de enfermeros y enfermeras?
—No es necesario ser enfermero o enfermera. Basta con tener solidaridad y empatía.
Podés sumarte al grupo, a través de Facebook, por acá, o por teléfono al 1165289588.
La enfermería y la pandemia
Durante la pandemia del COVID-19, muchos pusimos nuestra atención en el trabajo de los profesionales de la salud, posiblemente el sector que más se expuso para brindar respuestas sanitarias (a propósito, en esta nota conté sobre el caso de una enfermera que, a ocho días de jubilarse, postergó su retiro para ayudar en plena crisis).
—¿Cómo fue, para vos como enfermera, todo el período de pandemia?
—Al principio, durante los primeros 15 días, todo era incierto. Tuve miedo por mí y por mi familia, ya que como persona con discapacidad era parte de la población de riesgo. Pero me dije ‘acá vamos, sin miedo tu mejor aliado va a ser el cuidado con alcohol y bien puesto el barbijo’. Asistí pacientes covid positivo y gracias a Dios nunca me contagié. Estuve activa durante todo 2020 y parte del 2021.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la densidad de personal de enfermería en los países de América Latina y el Caribe es de 44,3 profesionales por cada 10.000 habitantes. En Argentina, según el Ministerio de Salud, es de 35. La OPS señala que para alcanzar una cobertura efectiva, necesitamos muchos más enfermeros y enfermeras: al menos 70,6 profesionales por cada 10.000 habitantes.
“Lamentablemente la enfermería no es valorada por la sociedad”, dice en relación a un histórico reclamo de profesionales del sector por mejoras salariales estructurales. Pese a esta falta de valoración, ella destaca que se trata de un trabajo caracterizado por “la empatía y sobre todo la paciencia y el amor”.