El Complejo Universitario Regional Zona Atlántica y Sur (Curza) de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) trabaja en un proyecto para utilizar los desechos de las cebollas de los productores locales como fertilizantes naturales del suelo productivo.
El proyecto comenzó hace más de 15 años y dio como resultado la certeza de que mezclado con estiércol de ganado vacuno se convierte en un abono efectivo para los campos productivos, al tiempo que permite que esos desperdicios queden diseminados en sectores al aire libre donde constituyen, en su descomposición, un factor contaminante. La idea comenzó a germinar gracias a un trabajo conjunto entre el Curza, la empresa agrícola Mandurai y la ingeniera agrónomo María Virginia Erezuma, integrante del equipo del INTA.
En la región Atlántica existen en la actualidad unas 3.000 hectáreas en las que se producen cebollas.
Luego de años de experimentación, ahora lo que se busca es “llevar la experiencia a los productores para que puedan utilizar aquellos desechos para abonar sus propios campos”, explicó la directora del proyecto, Graciela Pellejero.
La tarea se basa en mezclar restos de la producción de cebolla con estiércol de vacas que poseen hongos y bacterias y que luego se humedecen con agua para generar un valor extra al fertilizante el cual es un significativo aporte a la industria agrícola. El compos se arma luego de que un tractor tritura y lleva a su mínima expresión todo el producto.
“A medida que aumenta la demanda global de alimentos, los fertilizantes químicos se han vuelto omnipresentes en la agricultura moderna. Sin embargo, su uso excesivo ha generado preocupaciones sobre la contaminación del suelo y el agua”, consideró la profesional.
En función de esto comenzaron junto a la empresa agrícola Mandurai y el INTA a trabajar, primero a escala menor y luego extendieron el radio de acción a ver que se podía hacer con aquellos residuos agrícolas que quedaban diseminados por los canales de riego, los caminos de señales y las costas de los río.
Como para empezar a entender de qué tipo de desechos se está hablando, Pellejero detalló que durante todo el proceso de producción y comercialización, en las etapas en las que se clasifican las cebollas y se las prepara para su venta en el comercio interno y para la exportación, quedan en el camino varias toneladas de bulbos atacados por patógenos no aptos para su comercialización. El primer interrogante era :¿qué hacer con eso? Luego, vino el momento de pensar, estudiar y probar con qué otro residuo se pudiera mezclar para que sea beneficioso para el suelo de la zona y además permita no generar más contaminación de la que ya existe.
“Otra de las cuestiones que pensamos y mucho, fue acelerar los procesos para retirar esos desechos contaminantes del ambiente lo más rápido posible”, agregó Pellejero. Allí surgió el compostaje orgánico de cebollas y estiércol vacuno. El lema es “todo desecho orgánico puede ser degradado y transformado en un recurso”.
Pero también, nunca sacaron del radar del proyecto la propuesta de generar un fertilizante orgánico que pueda ser utilizado por los mismos productores de cebollas.
Si de tiempos hablamos, la profesional aseguró que si se realiza en verano, en unos tres meses ya está finalizado el proceso de degradación y el compostaje está listo para ser utilizado. En invierno, por las temperaturas reinantes se puede demorar entre seis y ocho meses.
En la actualidad, la investigación, con los procedimientos de seguimiento correspondientes a campo que se necesitaban, ya está finalizada a gran y pequeña escala. El compostaje obtenido fue evaluado en propiedades físicas, químicas y biológicas y se empezó a aplicar el compost en suelos degradados.
Ahora se está probando el compostaje como fertilizante orgánico en cultivos hortícolas. “Ya lo hemos probado en varios y algo muy interesante que sabemos es que es un insumo fundamental para los invernaderos como sustrato para plantines. Hemos hecho varios estudios que fueron publicados a nivel nacional e internacional y realmente es un gran insumo para los productores de siembra indirecta porque les permite ahorrar en la compra de sustratos para sus plantines. Seguimos investigando en ver en que producciones se puede utilizar como fertilizante y como sustrato orgánico”, finalizó Pellejero.
Este contenido fue originalmente publicado en RÍO NEGRO y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.