En el río hay prioridades. Reglas que alguien escribió para que primero pasen unos y después otros. En el río, la prioridad no depende del tamaño, sino de la capacidad de maniobra. El kayak tiene prioridad ante las lanchas, pero no ante los veleros. Y los buques tienen paso prioritario en el canal comercial.
En el río, como en la calle, las prioridades no siempre se respetan. Así como el peatón frena para que el auto pase, los kayaks dejan paso a las lanchas por miedo a que los choquen. Gustavo Correu es nadador aficionado y asume que “la gente, como se comporta en la calle se comporta en el río”. Hay un orden de prioridad establecido y ante la duda, debe primar la razón, el respeto y la cortesía, dice el manual de buenas prácticas.
Convivir el río quizás solo sea una cuestión de comportamiento.
El nadador que no regresó
El Turco salió a nadar a eso de las dos de la tarde de un miércoles de noviembre, cuando recién empezaba la temporada. Era un regalo que se hacía. Amaba el contacto con las aguas marrones del Paraná y aunque el río nunca es el mismo, parecía que después de tantos años se conocían. Entrenaba para una travesía junto con dos compañeros y los tres llevaban su torpedo reglamentario, un cono naranja fosforescente que los hacía visibles. Marcelo “Turco” Abram, periodista del diario La Capital y padre de Lucía, nadaba paralelo a la costa en la zona norte de Rosario, cuando una lancha lo pasó por arriba. Tenía 51 años.
Los números del agua
El Paraná es una de las principales reservas de agua dulce del mundo. Es el río más extenso de Argentina y el segundo más caudaloso de Sudamérica, después del Amazonas. Nace en los estados brasileños de São Paulo y Minas Gerais y no pasa desapercibido: moviliza un caudal de 16 mil metros cúbicos de agua por segundo, algo así como 480 millones de botellas de un litro volcadas en un contenedor cada minuto. Luego, baja por Paraguay y atraviesa el norte argentino hasta el Río de la Plata. En ese recorrido baña la costa de la ciudad de Rosario con un frondoso corredor de 116 metros de ancho. Durante el 2017, el sector rosarino del Paraná albergó a 5 mil buques comerciales y 35 mil barcazas y en los meses de verano sumó 31 mil embarcaciones, entre motor y remo que junto a nadadores y bañistas confluyeron para disfrutar, desafiarse y sentir la naturaleza.
El remedio que llegó tarde
La falta de un protocolo de cruce y de un sistema de seguridad adecuado, sumado a la tragedia de Marcelo, convirtieron el cruce a nado del Paraná en una postal del pasado. Gustavo, un nadador aficionado, cuenta que antes del accidente, las prácticas se hacían en aguas abiertas y muchas veces los nadadores frenaban para dar paso a una embarcación deportiva. Después, se prohibió el cruce del canal y se habilitó el carril exclusivo. Como la mayoría de las veces, la sociedad y sus jefes llegaron tarde.
Claudio González, periodista de La Capital y compañero de redacción del Turco considera que la solución está “en hacer campañas de concientización hasta que la gente cumpla” o implementar la fórmula que rima pero parece imposible de alcanzar: educación, prevención y sanción. Hoy, cruzar el Paraná, implica sortear un flujo indeterminado de objetos y personas que circula en todas las direcciones. En ese escenario de desprotección, el compromiso y la responsabilidad de los involucrados parece ser el único norte.
La empatía, una habilidad que se aprende
Para convivir en el río, es urgente ponerse en el lugar del otro. Que el kayakista sepa qué va a hacer la lancha y, a su vez, que el timonel entienda cómo va a reaccionar el kayak. Pero para eso hay que formarse. “El río es muy lindo cuando está planchado, hay sol y no hay viento, pero en los días que el clima cambia de repente, hay que saber qué hacer”, dice Francisco Gerominez, instructor de kayak y profe de la escuelita Al otro lado del río. Francisco trata de no enojarse pero le molesta mucho el oleaje que generan las lanchas. Cree que es una desconsideración muy grande para los que van a remo y que es un poco de inconsciencia y un poco de ignorancia.
En Rosario, quien lo desee puede alquilar un kayak y salir a navegar porque no se exige ningún carnet. Algunos dicen que ahí está el problema y otros, que ese carnet solucionaría poco. En la calle, todos lo tienen, pero como en el río, las infracciones crecen, los accidentes ocurren y la convivencia se rompe.
Las reglas del juego
Cada actor juzga las fallas desde su perspectiva y busca proteger a su colectivo, pero todos coinciden en que el respeto por las reglas es otra de las claves de la convivencia. Jorge Suprun es práctico, y después de una larga trayectoria arriba de barcos de todos los tamaños, décadas de formación profesional, cientos de horas de entrenamiento y varios exámenes rendidos, conoce el Paraná como a él mismo. El práctico es un marino experimentado que asesora a los capitanes de los buques para entrar y salir en las máximas condiciones de seguridad. Jorge cree que solo se convive respetando las prioridades de paso, las zonas de prohibición de cruce y las zonas de fondeos. Para Jorge, el río es su mejor amigo, y como en toda relación, hay reglas.
Uno de los dos compañeros de Marcelo avanzaba concentrado cuando escuchó un ruido, vio una lancha acercándose y enseguida, los gritos de auxilio. Socorrió a su amigo junto con un guardavida y otras personas que ayudaron en la costa. La ambulancia nunca llegó. El Turco fue trasladado en una camioneta hasta el hospital Eva Perón, pero no fue operado. La hélice de la embarcación le había hecho demasiado daño. “Uno de los redactores hablaba con alguien por teléfono y nos dimos cuenta que era una mala noticia. Cortó y nos dijo a todos que el Turco había sido atropellado y que estaba muy grave. A la hora y media supimos que había fallecido”, recuerda Claudio, su compañero de La Capital. La causa se caratuló como homicidio culposo.
La estructura del control
En el tercer piso de un edificio antiguo de color blanco, ubicado en la avenida Belgrano, está la Oficina de Control de Tráfico de Prefectura. Al entrar, un ventanal gigante deja ver al río de fondo. Seis pantallas muestran datos, varias personas chequean sus computadoras, un capitán de barco comunica su ubicación por radio. Ahí adentro, donde el silencio se escucha, pocos gestos alcanzan para comunicarse.
Es como un mundo aparte, donde todos saben lo que hacen. Supervisan su jurisdicción a través de radares durante las 24 horas y recolectan la información necesaria para prevenir a los capitanes de embarcaciones, a los clubes náuticos, a los muelles y a las guarderías. Alertan sobre las condiciones meteorológicas y el tráfico fluvial y prohíben la circulación cuando hay vientos fuertes o nieblas espesas. Ellos son el peaje que decide quién entra y quién no. Pedro Vila es el Jefe del Centro de Control de Tráfico y cuenta que ante la noticia de un accidente y aunque parezca evidente, lo primordial es ir al lugar del hecho y rescatar a la persona que esté en riesgo, el resto es administrativo y de esa segunda parte se desentienden.
En los meses de temporada alta, la Prefectura aumenta los controles para verificar que todos estén cumpliendo. Sin embargo, Pedro cree que más allá de las reglas, hay que apelar a las personas.
Cinco años y medio después de aquel miércoles 14 de noviembre de 2012 se dictó la sentencia definitiva: el timonel a cargo de la lancha que arrolló al periodista de La Capital fue condenado a realizar trabajos comunitarios durante dos años en el merendero “Centro de Buenas Noticias", a servir el desayuno en el barrio Quom y a asistir a un programa de reeducación para condenados por delitos viales. Graciela Chatlos, expareja del periodista y madre de Lucía, la hija de ambos, agradeció por las redes sociales a todos los que la acompañaron en estos años de lucha y espera, y le pidió a Marcelo que descanse en paz. Ya era hora.
Hoy, en el lugar exacto donde fue atropellado Abram, hay un corredor exclusivo para nadadores que lleva su nombre. El Turco dejó la vida para que sus compañeros puedan nadar más protegidos. Todavía faltan medidas de seguridad y de control, pero sobre todo conciencia y compañerismo, para dejar de ser una sociedad dormida que solo se despierta con rigor. En el río, como en la calle, ponerse en el lugar del otro sigue siendo un desafío pendiente.
Nota del editor: La crónica fue realizada en agosto del 2018.
Esta es una de las tres producciones periodísticas realizadas en el marco del primer taller del Laboratorio de Experimentación Periodística de RED/ACCIÓN. Se desarrolló en la Universidad Abierta Interamericana de Rosario en 2018 y se denominó “Una ciudad y un río: Rosario, historias del Paraná”. El taller fue dirigido por Juan Mascardi y Aníbal Rossi.