Al menos 35 compañías farmacéuticas y 14 países están buscando una vacuna contra el coronavirus. La carrera por encontrarla va a un paso veloz nunca visto en la historia de la medicina pero, así y todo, el proceso demandará entre 12 y 18 meses… siempre y cuando tengamos suerte. Aunque en medio de una crisis como ésta ese tiempo parece mucho, en realidad es poco si lo comparamos con los diez años que lleva un proceso de investigación y producción en momentos más normales.
“Cuando hacés una vacuna profiláctica, o sea, que previene que tengas una enfermedad”, dice Juliana Cassataro, desarrolladora de vacunas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), “la primera pregunta es: ¿contra qué es importante desarrollar la respuesta inmune? ¿Contra una bacteria, un virus u otro patógeno que genere la enfermedad? En el caso del coronavirus, de lo poco que se sabe es que es un virus que usa un receptor específico para entrar en las células epiteliales [que recubren el cuerpo], entonces se busca bloquear que lo use y que los anticuerpos prevengan que entre. O impedir que el virus se replique adentro del cuerpo”.
Por ahora no existen vacunas o terapias para combatir el SARS-Cov2, el virus que causa la enfermedad respiratoria conocida como Covid-19, ni tampoco existen para otros coronavirus, como el SARS y el MERS. Por eso urge encontrar una solución. Pero, desacelerando el frenesí y en líneas generales, ¿qué es una vacuna?
“Cuando se presenta un microorganismo distinto en el organismo, este lo reconoce como algo extraño y fabrica anticuerpos”, explica Cristina Freuler, profesora de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. “Esos anticuerpos son proteínas de inmunoglobulina. Nadie nace con anticuerpos propios, sino con los de la madre, y el cuerpo debe aprender a fabricarlos. Y lo aprende exponiéndose a ese elemento que reconoce como extraño. Así, la vacuna no es más que ese virus sin capacidad para enfermar”.
Cuál es la cantidad de correcta de virus para dar con la vacuna
Para hacer una vacuna existe un protocolo. Según los Centers for Disease Control and Prevention de Estados Unidos, los investigadores deben pasar tiempo aislando y estudiando el virus y entendiendo cómo causa la enfermedad. El coronavirus, por ejemplo, viaja en hisopos con muestras de personas enfermas hasta los laboratorios y ahí se lo secuencia y se lo conoce mejor. Luego, los científicos estudian cómo proteger a alguien de la enfermedad y se preguntan cuál es la cantidad correcta de virus para dar en la vacuna, si funciona una sola dosis y cuánto dura la protección.
Hay tres fases iniciales de estudios en la ruta de una vacuna:
- Fase I: ¿es segura la vacuna e induce una respuesta inmune? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es “No”, la vacuna no puede seguir desarrollándose. Las personas inscritas en estos estudios suelen ser adultos sanos con un bajo riesgo de infección, y generalmente son menos de 100.
- Fase II: se realiza en el tipo de personas que finalmente usarán la vacuna y si se determina que la vacuna es insegura o no induce una respuesta inmune de manera constante, se detiene el proyecto.
- Fase III: determina si la vacuna funciona e incluye miles de personas, estudiadas durante años. A veces se realiza más de un ensayo de fase III.
Si una vacuna parece segura y funciona, los datos se envían a los científicos que trabajan en la autoridad estatal de regulación. Ellos comprueban que los estudios se hayan realizado correctamente y que los resultados sean consistentes. Y hay una recomendación de médicos asesores acerca de quién debe recibir la nueva vacuna.
Pero aún falta una fase: la fase IV. “Es la de fármaco-vigilancia”, explica Daniel Stecher, el jefe de la División de Infectología del Hospital de Clínicas. “Una vez que la vacuna ya está disponible y utilizada, se sigue vigilando los eventos adversos en mayor población”.
Por eso, la vacuna para el coronavirus sería récord si se desarrolla hasta en 18 meses. Recientemente, China anunció que su vacuna ya está en la fase I, en manos de la Academia Militar de Ciencias Médicas con GlaxoSmithKline y Clover Biopharmaceuticals.
Una bioquímica llamada Chen Wei, que se hizo famosa por encontrar el antídoto contra el ébola, y que ha investigado sobre ántrax y SARS, lidera el equipo. Ostenta charreteras de Mayor General, otorgadas por el presidente Xi Jinping en 2015, y ella misma ya se vacunó. Los estudios de fase 1 son en 108 personas sanas, entre el 16 de marzo y el 31 de diciembre. “Si China es el primer país en inventar una vacuna y logramos nuestras patentes, demostraremos el progreso de nuestra ciencia y la imagen de un país gigante”, dijo la Mayor General.
En el Instituto de Investigación de Kaiser Permanente en Seattle, Estados Unidos –la ciudad que es el epicentro del brote en ese país, con 42 de las 69 muertes totales (al día lunes pasado)–, se han aliado, para crear otra vacuna, el National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID) y la compañía farmacéutica Moderna. Si bien gran parte de la investigación inicial de una vacuna típica se realiza en laboratorios académicos con subvenciones, las farmacéuticas son las que usualmente realizan los estudios de Fase I, II y III, que suelen costar cientos de millones de dólares.
La vacuna contra el coronavirus no será cualquier antídoto. Hay distintos tipos de vacunas: algunas son vacunas vivas atenuadas y contienen al patógeno (en este caso, el virus) para que infecte sin ser capaz de generar la enfermedad. “En cuanto a seguridad, esas son las peores: no las pueden recibir las embarazadas ni los inmunosuprimidos”, explica Cassataro, de la UNSAM. “Por eso hoy se busca desarrollar vacunas a subunidades, donde se elige una parte purificada de un patógeno y no hay problemas”. Por ejemplo, las vacunas de HPV y de Hepatitis B tienen una proteína del virus, pero no el virus entero. Y con eso despiertan la capacidad de generar anticuerpos. “Son menos riesgosas pero menos potentes, por eso hay que agregarles un potenciador: algo que aumente la respuesta inmune. Se agrega un adyuvante”.
Varios países –incluidos China y Estados Unidos– están probando hoy mismo vacunas que utilizan con una proteína llamada ‘Spike’, que se une al receptor de las células epiteliales y permite la entrada del coronavirus.
“Esas vacunas buscan impedir que esta proteína del virus se una al receptor”, sigue Cassataro. “La de China tiene la proteína Spike purificada y usa adyuvantes que ya están, por ejemplo, en la vacuna contra la influenza. En Estados Unidos van a usar la misma proteína, pero con otro sistema de expresión, haciendo que las mismas células de la persona vacunada exprese la proteína. La vacuna de China le daría al cuerpo la proteína; la de Estados Unidos haría que las células del cuerpo sinteticen la proteína. Ambas buscan crear anticuerpos contra Spike”.
Más allá de los anuncios y de la carrera bioquímica (a la que se suman Gran Bretaña, Israel y Chile, entre otros), la verdad es que nadie puede prever con seguridad cómo van a salir las cosas.
“El problema es que este coronavirus es un virus nuevo con el que no tenemos experiencia en cómo hacer una vacuna”, dice Stecher, del Hospital de Clínicas. “Hay que empezar desde cero. Se usan las plataformas existentes de vacunas y diferentes metodologías. Lo más importante al principio es tener el virus secuenciado; o sea, conocerlo. Y eso ya está”.
Por otro lado, también existe la chance de que el virus mute. El VIH, por ejemplo, es un virus que cambia dentro del organismo, y por eso los anticuerpos de las vacunas probadas no son efectivos. “Muchos virus mutan al reproducirse”, dice Freuler, de la Universidad Austral. “Cuanto más rápido se reproducen, más mutaciones tienen. Estas mutaciones pueden no cambiarlos, pueden hacerlos más agresivos, o pueden ser perjudiciales para el virus y hacer que el virus muera. Así, los virus también pueden desaparecer solos”.
Muy atrás en el tiempo, en el siglo XVIII, un científico inglés llamado Edward Jenner fue quien se dio cuenta de que las mujeres ordeñadoras que se contagiaban en las manos la viruela de la vaca sobrevivían a la viruela humana. “Él entendió que tenían algo en el cuerpo que recordaba”, dice Cassataro. Jenner inoculó a un niño de ocho años con viruela bovina y luego con viruela humana, y logró que sobreviviera. De ahí que la palabra “vacuna” viene de vaca. Lo que Jenner había entendido es lo que hoy cualquier aspirante a científico conoce como “memoria inmunológica”. “Por suerte la tenemos”, dice Cassataro. “Es lo que explica por qué hemos sobrevivido como especie, y por qué sobreviviremos a esta pandemia”.