—¿Qué nos pasa cuando nos dicen que hicimos algo mal?
—Ocurre una reacción física. La amígdala es la parte del cerebro que controla las emociones, y cuando una palabra o gesto nos amenaza, nuestra amígdala manda un mensaje al resto del cuerpo alertando el peligro. Y nuestras reacciones son pelear, huir o paralizarnos. El sentimiento de peligro nos pone a la defensiva, puede hacer que salgamos de la conversación o nos enemistemos con quien nos genera eso. Esto no nos ayuda a entender de qué manera nos hirieron. Lo que ayuda es dar señales de que fuimos heridos: llamar al otro a una conversación para decirle lo que hizo y cómo puede evitarlo en el futuro. Una vez me pasó: dije en Instagram que un oficial de migraciones me había tratado como si yo fuera a hacer la jihad. Una seguidora musulmana me dijo que se había sentido herida por eso porque jihad en su cultura significa “lucha intensa”, y la islamofobia la había convertido en una palabra asociada a la violencia terrorista. Y lo hizo de una manera tan amable y generosa que me dio una lección. ¿Cuál fue mi reacción física? Sudor, taquicardia, presión en la garganta. Me salía apurarme a aclararle que obviamente me había entendido mal porque no lo había dicho en ese sentido, pero no: respiré profundo, y le escribí disculpándome. Quedamos amigas.
—¿Y qué es lo que nos sucede cuando somos nosotros los que corregimos a otros?
—Una vez una mujer hizo un comentario racista en mi comunidad, y tuve que hacer un enorme esfuerzo para explicarle amablemente por qué me sentía agredida, y en esos días tuve insomnio, taquicardia y otros síntomas que provenían de la señal que enviaba la amígdala a mi cuerpo. ¿Por qué sucede esto? Porque nuestra respuesta a la amenaza se activa cuando la percibimos. Como persona de color, que vive en los márgenes de múltiples comunidades estigmatizadas, desafiar la opresión es una reacción inherente a mí. A veces decimos cosas para poner límites a otros que nos hieren repetidas veces. Es probable que todos digamos cosas que hieren a otros por razón de su raza, talle, orientación sexual o la razón que sea, y la gente que vive todos los días con su identidad amenazada por esos mensajes hirientes, no siempre tiene ni el tiempo ni la paciencia para decir amablemente que se siente agredida.
—¿Cuál es la mejor manera de manejar esas reacciones, particularmente en el contexto de la cultura de la cancelación?
—Yo propongo una nueva manera de reaccionar cuando nos sentimos amenazados. Sabemos que nuestra amígdala se activa cuando nos dicen que hicimos algo mal o cuando tenemos que decir a otro que se equivocó. Somos responsables de nuestras propias reacciones y percepciones. Cuando corregimos a alguien, ponemos la responsabilidad de rectificar en el otro. No es necesario hacerlo públicamente, cancelarlo. Puedo compartirte en privado lo que me hirió, y darte el crédito de que buscarás la manera de rectificar e intentar no repetirlo en el futuro. Está todo dicho en libros, blogs, podcasts o videos online sobre qué molesta a cada comunidad y cómo evitar herirla. Y cuando soy el que produjo la herida, puedo ser proactivo investigando (está todo online) para entender lo que pasa en el otro, y así puedo disculparme y evitar repetir lo que hice y ser mejores seres humanos.
Las tres preguntas a Sonya Renee Taylor están tomadas de la presentación “Let’s Replace Cancel Culture with Accountability” en el Contexto de TEDxAuckland. Para acceder a la presentación completa, podés hacer click acá.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Comms, la newsletter sobre comunicación institucional y corporativa que escribe Juan Iramain. Podés suscribirte en este link.
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