En 2023 pasaron muchas cosas. Pero una que despertó el interés social en las redes fueron las influencers creadas por inteligencia artificial. El rol de aquellas personas que muestran su vida y sus opiniones fue también conquistado por esta nueva tecnología y según expertos consultados por The Sun, su valor ya se calcula en 3.500 millones de libras (4.500 millones de dólares) y crecerá un 26 % de aquí a 2025.
Algunos de los nombres más conocidos son Lil Miquela que tiene 2,6 millones de seguidores en Instagram y que ya protagonizó una publicidad con la modelo estadounidense Bella Hadid (sí, la real). Emily Pellegrini con 140.000 seguidores también hizo ruido en este último tiempo por ser la “modelo” creada por IA que atrapó a varios jugadores de fútbol profesional.
Hay muchas más: Sofía Artif, Maia Lima, Shudu. Incluso Kendall Jenner tiene su propio doppelganger influencer, Billie, creada por la IA. Ya se ha perdido la cuenta de cuántas referentes de inteligencia artificial circulan en las redes. Y si hay algo que tienen en común todas ellas es que ninguna escapa de la belleza hegemónica: todas lucen cuerpos socialmente aceptados.
Esto pone sobre la mesa la gran cuestión de los estereotipos de belleza y sus efectos en la salud mental de las personas que se alimentan diariamente de estos contenidos como, por ejemplo, el desarrollo de trastornos alimenticios y problemas de imagen. Un debate que ya tiene sus años, incluso desde cuando los humanos (todavía) eran los protagonistas.
“Aunque los trastornos de imagen corporal y alimentarios son multifactoriales, la comunidad científica reconoce estos modelos como causas fundamentales predisponentes y desencadenantes de estas patologías mentales”, explica para RED/ACCION Renzo Venturin Solanes, psicólogo especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y Obesidad en Casa Hualpa, un centro de asistencia mendocino.
En esta línea, Florencia Peric, psicóloga especialista en TCA explica que estos nuevos modelos siguen la misma línea de hegemonía que ya circula hace décadas y que, para muchos supone una gran frustración. “Reafirman en algún punto que este es el único modelo de belleza a alcanzar. En este caso, son específicamente irreales y, en consecuencia, imposible para muchas personas con diferentes genéticas”, confirma para RED/ACCIÓN la terapeuta.
Sin embargo, tanto Venturin como Peric aseguran que, si bien es una metodología nueva para generar estereotipos, no difiere mucho de las imágenes de personas reales modificadas por softwares como Photoshop que se utilizan desde hace décadas en publicidad y marketing. Esto sugiere, según los profesionales, que el impacto en la sociedad seguirá el mismo camino que con otras formas de modificación tecnológica.
El éxito de los influencers construye un estándar de belleza que representa una manera única y necesaria de ser validado socialmente. Peric señala que muchos de estos perfiles, por su “belleza” son utilizados para vender productos de marcas e incluso reciben cientos de elogios. “Se sigue afirmando que para ser validada o validado, para que alguien me elija y me quiera, tengo que llegar a ese nivel”, concluye la psicóloga.
Todo parece un episodio de Black Mirror: personas enloquecidas por influencers que no existen, marcas firmando contratos millonarios con estos perfiles en Instagram, niñas y niños desarrollando comportamientos insanos con sus cuerpos por estándares de belleza creados con un prompt. ¿Hasta qué punto esta irrealidad influirá en nuestra realidad?