Las temperaturas extremas se intensifican y son más frecuentes. Mientras que incrementadas precipitaciones intensas afectan algunas localidades, la sequía agrícola y ecológica condena a otras. No hay región del planeta exenta de los efectos del cambio climático inducido por el ser humano.
Las conclusiones del reporte sobre las bases físicas del cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en Inglés), presentado en agosto del 2021, fueron contundentes.
La inacción o acción insuficiente ante el cambio climático nos ha colocado en una situación de crisis en la que es imperativo actuar con ambición para alcanzar un escenario de efectos menos dramáticos. La realidad: hay efectos del cambio climático que ya están con nosotros, que ya se hacen sentir, que inciden en lo ambiental, lo social y lo económico.
Y la Argentina no queda exenta de esta realidad. Muy por el contrario. La megadiversidad de sus 15 ecorregiones continentales y tres oceánicas se traslada a una diversidad de efectos a lo largo y ancho de su territorio. Y ya podemos conocer que, conforme una mayor o menor acción ante el problema, esos efectos se intensificarán.
Vayamos al análisis que incluye una breve descripción sobre el cambio climático, el impacto por regiones y qué está haciendo (o a qué se comprometió) la Argentina ante el cambio climático. Les proponemos dos vías de lectura: que se desplacen por todo el artículo o que vayan eligiendo la región (o regiones) de su preferencia e interés clickeando sobre ella.
- El impacto por regiones: consideraciones importantes.
- Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires.
- El Litoral y la Pampa húmeda.
- Los Andes patagónicos.
- La Estepa patagónica.
- La Región Centro.
- Cuyo.
- Noroeste.
- El problema en cuestión: el cambio climático.
- ¿Qué está haciendo la Argentina ante el cambio climático?
El impacto por regiones: consideraciones importantes
La imagen del oso polar sobre un diminuto hielo ha sido durante décadas el símbolo comunicacional de los efectos del cambio climático. Lejos de desmerecer ese impacto, a veces entre las cifras y las descripciones, nos olvidamos que detrás de cada impacto del cambio climático hay personas.
Personas que se ven impactadas por la pérdida de objetos materiales, por afectaciones en su salud física y mental, por la pérdida de la vida de un ser querido, o incluso la propia. El análisis que sigue busca ofrecer un panorama de cómo el cambio climático ya está impactando e impactará cada región del país. En ese análisis, les pedimos que como lectores tengan en mente lo anterior. Detrás de cada impacto hay personas.
Y una consideración adicional sobre esos impactos. El cambio climático exacerba, profundiza las vulnerabilidades ya existentes. Por lo que, aquellos grupos que ya vean sus necesidades básicas vulneradas, quedarán aún más expuestos ante los efectos del cambio climático.
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Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires
Más olas de calor, más intensas. Cualquiera que viva en (como quien les escribe) o visite la ciudad de Buenos Aires reconocerá este hecho de inmediato. Las olas de calor son las protagonistas de los impactos presentes y las proyecciones futuras de la capital del país.
Según el gobierno porteño, las olas de calor se han más que duplicado entre 2010 y 2018, respecto a las registradas en la década del ´90. Entre 1990 y 1999 se daba un promedio de siete eventos de olas de calor. Entre 2010 y 2018, ese valor ascendió a 16. Las olas de calor no aumentan en cantidad, también en duración: están siendo cada vez más prolongadas.
Las olas de calor, tanto en ciudad como en la provincia de Buenos Aires, implican dos grandes desafíos. Por un lado, en materia de infraestructura. A temperaturas más elevadas se necesita contar con más y mejores sistemas de refrigeración y, consecuentemente, de una eficiente red eléctrica que soporte el aumento en el consumo energético. Por otro lado, en materia de salud: las elevadas temperaturas afectan a los grupos más vulnerables, sea por ser niños o ancianos, y/o por no contar con necesidades básicas, como el acceso a agua segura para mantenerse hidratados.
A su vez, las olas de calor se encuadran en un contexto en que no solo ha aumentado la temperatura media anual, sino que también lo han hecho la temperatura máxima media y la temperatura mínima media. ¿Qué significa esto? Que los días fríos son cada vez menos fríos. Y mi ropa de invierno, que espera ser usada, lo sabe.
¿Estará Buenos Aires yendo a ser subtropical, producto del cambio climático? Las proyecciones del reporte Noviembre Climático de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) demuestran que va en ese camino. Pues no solo se estima que habrá un aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor, sino que también se proyecta que las precipitaciones continúen en aumento a lo largo del siglo. Esto tanto para el territorio de la ciudad como de la provincia.
La mayor cantidad de lluvias incrementa las posibilidades de inundaciones pluviales. El aumento en el nivel del Río de la Plata aumenta las posibilidades de inundaciones costeras. El riesgo será mayor en la cuenca baja de los ríos Matanza, Riachuelo, Reconquista y los arroyos del norte de la ciudad. Ello expone totalmente a las personas que viven en las zonas aledañas, especialmente en los asentamientos informales.
A esto se adiciona un impacto no menor para la región: el avance de vectores. Las temperaturas más cálidas y las condiciones más húmedas generan el escenario perfecto para la reproducción y permanencia de mosquitos. Ello incide directamente en un mayor riesgo a que aumenten los contagios de las enfermedades transmitidas por ellos, como el dengue. En una edición de PLANETA profundizamos sobre el vínculo cambio climático-dengue y todos los otros factores de cambio que inciden.
El Litoral y la Pampa húmeda
Esta región —que abarca territorio en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones—muestra una de las particularidades de los impactos del cambio climático: puede incidir tanto en un exceso de agua como en la falta de ella.
Las lluvias más intensas —con el consecuente riesgo de inundaciones— y las sequías más frecuentes son las protagonistas de los impactos presentes y de proyecciones futuras para una región que vive del uso de la tierra. Ambos eventos intensificados por el cambio climático inciden negativamente en las actividades de producción agropecuaria y, por ende, generan pérdidas económicas para sus productores.
El riesgo de inundaciones se debe especialmente a que, conforme explica el reporte Noviembre Climático de FARN, los cambios en el uso del suelo de la región han incrementado los caudales de los ríos de la cuenca del Plata, en un contexto de lluvias más intensas.
En esta región se presenta la paradoja de que el incremento de la temperatura y de las emisiones de CO2 incidiría favorablemente en algunos cultivos y perjudicaría a otros. Así se expone en la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático, presentada por el Gobierno argentino en 2015: “Los rendimientos medios de soja y maíz aumentarían en forma considerable y moderada respectivamente, mientras que el cultivo de trigo sufriría leves reducciones con diferencias geográficas”. La pérdida de producción del trigo se sentiría más en Córdoba y Santa Fe. Buenos Aires y La Pampa se verían beneficiadas en su producción.
Respecto del trigo, cabe recordar que en octubre del 2020 Argentina se convirtió en el primer país del mundo en aprobar el trigo transgénico. Un desarrollo que, en promesas del CONICET, mejoraría la producción del cereal por ser resistente a una sequía que se intensifica con el cambio climático. Sobre sus características, desafíos y críticas, profundizamos en esta de RED/ACCIÓN.
Los Andes patagónicos
Los Andes patagónicos constituyen la región dominada por el extremo sur de la cordillera de los Andes en Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. En ella, el incremento de la temperatura tiene un impacto directo sobre los glaciares, provocando el derretimiento y retroceso de las zonas cubiertas por hielo.
Casi todos los glaciares de los Andes patagónicos entre los 37° y 55° S han estado retrocediendo durante las últimas décadas, conforme la Tercera Comunicación Nacional en Cambio Climático, presentada por el Gobierno nacional en 2015. Ello tiene incidencias posteriores en el ciclo del agua de la región.
Las elevadas temperaturas, en combinación con condiciones más secas, dan el escenario perfecto para que los incendios forestales se propaguen con más facilidad y sea más difícil su contención. Al respecto, cabe destacar que no es que el cambio climático produce, como en una situación de causa-efecto, los incendios. Sino que, independientemente de la causa de los incendios, el cambio climático incide en las variables de las que los incendios dependen, como la temperatura, la sequía y las precipitaciones.
La pérdida de los bosques nativos, con los incendios y otras variables en juego, puede provocar un desequilibrio ecológico en una región rica en especies endémicas.
La Estepa patagónica
La Estepa patagónica es la ecorregión que domina el terreno de la Patagonia en las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. La reducción de las precipitaciones y el incremento de las temperaturas llevaría, al igual que en el caso de los Andes patagónicos, a un escenario de mayor aridez.
La Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático, presentada por el gobierno nacional en 2015, describe que ambos eventos tendrían un impacto en la vegetación de la región: “En el bosque habría cambios de estructura con mayor dominancia de especies más tolerantes a la desecación, por lo que sería esperable una retracción de especies, como el ciprés y la araucaria”. Ello tendría una consecuente afectación en distintas especies de aves.
Cabe destacar que la Patagonia fue la región del país con mayor aumento de la temperatura durante el 2021. La región concluyó el año con un incremento de 1,1°C, cifra que superó el récord de 1998 cuando el aumento había sido de 0,77°C.
La región Centro
La Región Central del país comprende las provincias de La Pampa, San Luis, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Chaco y Formosa. En ella se distinguen tres ecorregiones: la Selva de Yungas, el Chaco Seco y el Monte de Llanuras y Mesetas. Se trata de la región que tuvo el menor calentamiento en el período 1960-2010. La temperatura media anual apenas se incrementó en un 0,2 °C.
Esa característica, junto con un aumento de la precipitación media anual, ha generado las condiciones de humedad favorables para el avance de la frontera agrícola. ¿El problema? La expansión de actividades agropecuarias intensivas y de monocultivo ha generado impactos negativos. Por un lado, porque en muchos casos se hizo a expensas de deforestación de bosque y monte nativos. Solo con mencionar el caso de Chaco, provincia con mayor pérdida de bosques nativos entre 2016 y 2019. Por otro lado, porque reduce la capacidad de captura de carbono, incide en el ciclo del agua y aumenta el riesgo de inundaciones.
Por esto, el mayor desafío para esta región está en cómo continuar con sus actividades productivas de uso del suelo de una forma que sean compatibles con el cuidado del ambiente y de la acción climática necesaria. Ello sumado a un aspecto normativo no menos importante que debe mejorarse. Desde su sanción —sin importar el partido político del gobierno de turno— la Ley de Bosques Nativos no ha contado nunca con el financiamiento que le corresponde por ley. Su correcta implementación por parte de todos los actores involucrados —a nivel nacional y provincial— es fundamental para garantizar la conservación de bosques que actúan como sumideros de carbono.
Cuyo
El agua, de principio a fin, es el protagonista de esta región que abarca las provincias de Mendoza y San Juan.
Empecemos por las zonas cubiertas por hielo. Debido al aumento de la temperatura, estas zonas han disminuido notablemente. Sigamos, con ello, por la disminución de las precipitaciones. Ambos generan un escenario de estrés hídrico que incide negativamente en las economías regionales y provoca una competencia por el acceso y uso al agua. En las proyecciones futuras todo esto se vería complementado negativamente con una reducción en los caudales de los ríos, como el San Juan, el Mendoza y el Atuel.
Al intensificarse estas condiciones conforme continúe el cambio en el clima con mayor o menor intensidad, actividades clave desde el punto de vista económico y turístico para la región, como la vitivinícola y la frutihortícola, verían afectado su acceso al agua para el riego y para su sostenimiento productivo.
Noroeste
Los escenarios futuros de calentamiento indican que la región Noroeste sería la que sufriría mayor calentamiento en el país. Ello significaría, por ejemplo, un aumento proyectado de 60 días de olas de calor por año, conforme la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático de 2015.
Estas elevadas temperaturas podrían, según explica el informe Noviembre Climático de FARN, continuar acelerando la evaporación del agua y, consecuentemente, disminuyendo su disponibilidad en la región.
Las temperaturas extremas y la escasez de agua profundizan la vulnerabilidad social ya existente en la región. Lo que supone desafíos en materia de políticas ambiciosas de adaptación a estos efectos ya presentes del cambio climático.
El litio requerido para la transición energética necesaria en la acción climática -por ejemplo para las baterías de vehículos eléctricos- ya despierta un debate sobre cómo se realizará la explotación minera de este mineral en las ricas reservas de las provincias del noroeste y sobre cómo se incluirá en ese debate -y en la toma de decisiones- a las voces de las comunidades locales que ya se han expresado en contra de la actividad.
El problema en cuestión: el cambio climático
Tenemos en RED/ACCIÓN toda una guía detallada sobre el cambio climático, pero para contextualizar esta nota, recordemos la fórmula base. Desde la Revolución Industrial, el ser humano viene realizando actividades a base de la producción y explotación de los combustibles fósiles y de modelos intensivos en la agricultura y la ganadería.
Esas actividades generan emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs). A mayor intensidad y número de las actividades, más emisiones. A más emisiones, aumenta la temperatura de la superficie de la Tierra. Ese calentamiento global se ha producido a una velocidad sin precedentes en los últimos 2.000 años, lo que ha ocasionado cambios drásticos en el sistema del clima. Mientras sigamos generando emisiones, provocando el aumento de la temperatura, continuaremos alterando el clima. Y sintiendo sus impactos. Eso es en breves (muy breves) palabras el cambio climático.
¿Dónde estamos parados hoy? El 2021 cerró siendo uno de los siete años más cálidos desde que se iniciaron los registros. Pero lo que es aún más preocupante —en términos de que no venimos respondiendo muy bien al problema— es que desde 1980, cada década ha sido más cálida que la anterior.
Según el IPCC, el aumento total de la temperatura de la superficie de la Tierra desde el período 1850-1900 al período 2010-2019 se ha ubicado, según distintos registros, en un rango de entre 0,8°C y 1,3 °C; con un promedio de 1,07°C.
¿Por qué importan estos números? Porque la ciencia climática ha demostrado que un escenario de calentamiento de 1,5°C —objetivo del Acuerdo de París— será el de efectos menos dramáticos del cambio climático. Y para limitar el calentamiento a ese escenario, los países deben realizar cambios drásticos que permitan reducir sus emisiones y, por ende, la temperatura.
¿Dónde queda parada la Argentina en todo esto? El 2021 fue el quinto año más cálido en el país desde que se iniciaron los registros en 1961. Siguiendo el escenario internacional, en Argentina los siete años con mayor temperatura se registraron después de 2010.
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¿Qué está haciendo la Argentina ante el cambio climático?
El cambio climático es un problema global y sus efectos afectan a cada rincón del planeta. De allí que la acción ante él supone un desafío de involucramiento por parte de todos los países. No se trata de que si un país hace todo bien en política climática en su territorio, mientras el resto sigue emitiendo crecientemente, ese país no sufrirá los efectos del problema.
Históricamente, e independientemente del gobierno de turno, la Argentina ha mantenido una firma postura de exigir a los grandes países emisores mayor acción en su reducción de emisiones y mayor apoyo (financiero, técnico, de capacidad) a los países en desarrollo para la implementación de políticas climáticas en su territorio. Ello tiene su basamento en la poca contribución de Argentina al problema.
Sí es cierto que Argentina solo contribuye un 0,77% a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. También es cierto que hay un principio en la política climática internacional de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. ¿Qué significa? Que todos los países tienen la responsabilidad de actuar ante el problema, pero hay diferencias conforme la contribución histórica que algunos países hicieron al problema. Esto es, por ejemplo: Argentina tiene que actuar y Estados Unidos tiene que reducir en forma más ambiciosa sus emisiones, por el ser el mayor emisor histórico, y contribuir a movilizar dinero a países como Argentina para ayudarlos a su reducción de emisiones y adaptación a los efectos del cambio climático.
Con esto contemplado, Argentina ha conformado su política de acción climática en torno a un Gabinete Nacional de Cambio Climático, con el cual se busca trabajar de forma transversal con los distintos ministerios.
¿En qué estado actual está esta política climática? Digamos que a la espera de. Luego de comprometerse a no exceder la emisión neta de 349 millones de toneladas de CO2 equivalente en el 2030, las diferencias entre los ministerios y secretarías ha llevado a una suspensión del proceso de elaboración de la estrategia de desarrollo a largo plazo. Esto se enmarca en un compromiso asumido por el actual Gobierno de alcanzar la neutralidad en carbono a 2050.
Ese proceso se reanudaría este 2022. Se espera que este año también el área de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente realice y presente una Cuarta Comunicación de Cambio Climático (que tendría que haber presentado en 2019), que nos daría información actualizada sobre el impacto en el país. Además, para este año el actual Gobierno se comprometió a presentar el Plan de Adaptación al Cambio Climático, que marcaría una hoja de ruta fundamental para la adaptación a los efectos ya presentes en el territorio, las actividades productivas y la población.