“Decidimos convertir la vivienda en algo incondicional”, explicó en una entrevista el finlandés Juha Kaakinen. “Para decir: ‘No necesitás resolver tus problemas antes de conseguir una casa. En cambio, una casa debe ser la base segura que facilite la solución de tus problemas’”. Kaakinen estudió Literatura, Filosofía y Sociología en la Universidad de Helsinki, y es un fanático del bádminton, pero sobre todo es el hombre que desde 2013 dirige Y-Foundation, una organización sin fines de lucro que —junto al Estado— les proporciona hogar a más de 16.300 personas que antes dormían en la calle. Finlandia es el único país de Europa donde la cifra de personas sin hogar está disminuyendo.
En 2020, el número total era de 4.886 ( 21 %, personas sin hogar consideradas “de largo plazo”; 26 % mujeres; 18 % menores de 25 años y 24 % inmigrantes). Pero, por otro lado, unas 12.000 recibieron una vivienda en los últimos 35 años. La Y-Foundation desarrolla viviendas sociales en cooperación con los municipios y otras ONG. Los proyectos se basan en las necesidades locales: la fundación construye unidades de vivienda de alquiler con subsidio estatal y también compra departamentos de uno o dos ambientes a las inmobiliarias del mercado.
La fundación empezó a aplicar en 2007 la metodología de intervención social Housing First, también definido en su sitio web como “un modelo operativo, una ideología y una forma de pensar”: consiste en asumir que tener un lugar para vivir es un derecho humano básico. Por ese entonces, se podían ver carpas y chozas improvisadas y miserables en los parques de Helsinki, donde las condiciones climáticas son duras a lo largo de todo el año. Eso ya no existe: el número de personas sin hogar disminuyó un 35 % y en esa ciudad queda apenas un refugio nocturno con 50 camas.
Antes, en la década de 1980, una persona sin hogar en Finlandia solo podía obtener una casa una vez que hubiera demostrado que era socialmente aceptable. En general, esto significaba abstenerse de drogas y alcohol, y tener un empleo. Pero sin hogar no había chance de conseguir un trabajo en blanco. Como resultado, una persona homeless terminaba en un círculo vicioso. En el modelo Housing First, según propone la fundación Y, una vivienda no es una recompensa que recibe alguien cuando consigue encarrilar su vida, sino que es el piso mínimo de condiciones para lograrlo.
En este modelo finlandés las personas sin hogar se convierten en inquilinas y cuentan con un contrato. Y, si hace falta, hay trabajadores sociales que las ayudan con cuestiones financieras o a solicitar beneficios de asistencia. Dependiendo de los ingresos de los inquilinos, esos beneficios pueden contribuir a pagar el alquiler, y el resto lo cubren los municipios. Luego, las condiciones de vida estables permiten el uso de los servicios generales y no ya los de emergencia. Así, 4 de cada 5 personas pueden mantener su departamento y estabilizarse.
“Housing First significa acabar con la falta de vivienda en lugar de gestionarla”, dijo Kaakinen al diario inglés The Guardian. Algo de esto se exhibe cada año en un evento, Night of the Homeless (Noche de las personas sin hogar), que se hace en todo el país con reuniones, distribución de alimentos y proyección de películas.
“Este cambio de pensamiento”, se explica en las bases de la Y-Foundation, “modificó particularmente las vidas de las personas sin hogar que habían estado en la situación más difícil de todas. Este grupo incluye personas que se recuperan de problemas de salud mental y abuso de sustancias, por ejemplo. La aplicación del modelo ha reforzado la idea de que ellas también pueden arreglárselas en un departamento de alquiler si reciben el apoyo adecuado. Para una persona, un contrato de alquiler y un departamento seguro puede ser suficiente ayuda, mientras que otra también puede necesitar más medidas de apoyo en la vida diaria”.
Pero todos esos techos no se hubieran podido proporcionar si no hubiera departamentos disponibles y, por eso, fue importante multiplicarlos: la construcción y la compra de viviendas nuevas y asequibles fue uno de los objetivos más importantes del Programa Nacional de Finlandia para reducir la falta de vivienda a largo plazo, entre 2007 y 2011.
Municipios, ciudades y otras organizaciones compraron y construyeron viviendas, y el Estado nacional también apoyó la producción. En los últimos diez años, el Programa Housing First dio 4.600 departamentos. En 2017 todavía había alrededor de 1.900 personas viviendo en las calles y el programa planeaba reducir este número a menos de 1.000 para 2019, aunque también había suficientes lugares para ellas en refugios de emergencia para que no tuvieran que dormir a la intemperie.
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El costo de atender solo la emergencia
El tema de las personas sin hogar preocupa a toda Europa. En Berlín, un 56,4 % de la población votó el pasado 26 de septiembre a favor de confiscar más de 200.000 viviendas vacías para darles un uso social. Pero el referéndum no es legalmente vinculante y la propuesta solo se convertirá en ley si el Senado trabaja sobre ella. Y aunque la crisis inmobiliaria se agravó en los últimos años, una ley de expropiación no sería fácilmente aplicable en Berlín.
En Buenos Aires no hay proyectos como Housing First, pero hacen falta: según datos del Gobierno de la Ciudad, el número de personas en situación de calle aumentó a 2.573 frente a 1.734 antes de la pandemia. En el último invierno, EFE informó que la prioridad del operativo municipal fue que las personas ingresaran a alguno de los 32 centros de alojamiento permanentes o de emergencia, que tienen un total de 2.492 plazas. Si esas personas no accedían, se les ofrecía una frazada, un kit de frío y uno anti-COVID, una comida caliente y una vianda seca. “Hacen falta 16 personas para que una sola pueda salir de la calle”, explicaba Malena Famá, la directora de la Fundación Multipolar —que trabaja con gente sin techo que quiere encontrar un trabajo— en una nota de RED/ACCIÓN.
En Finlandia, además de apoyar a las personas sin hogar, la propuesta de Housing First beneficia a la sociedad en su conjunto. En la ciudad de Tampere, por ejemplo, se ahorraron casi 250.000 euros en un año gracias a este modelo. El ahorro en los servicios que necesita una persona puede llegar a ser de hasta 9.600 euros al año si se compara la situación actual con lo que demandaría en asistencia esa misma persona si no tuviera hogar. Y no es barato construir departamentos: entre 2010 y 2020 se gastaron 270 millones de euros en la construcción, compra y rehabilitación de viviendas, pero, incluso así, es mucho menor que el costo de la falta de techo. La policía, la atención médica, los sistemas de justicia, etcétera, le cuestan al Estado finlandés 15.000 euros, cada año, por cada persona sin hogar.
“Hubo una fuerte voluntad política para encontrar nuevas soluciones para las personas sin hogar”, explicó Kaakinen. “Al principio hubo algunas reacciones locales con respecto a la ubicación de nuevas viviendas pero lo superamos principalmente mediante la negociación abierta con los vecinos”.
El modelo Housing First se puede reproducir internacionalmente, cree Kaakinen, aunque las condiciones de la vivienda pueden variar de un país a otro. “Proporcionar viviendas permanentes para las personas sin hogar debería ser el objetivo en lugar de las soluciones temporales”, dijo. “No existe una solución rápida para todas las situaciones de la vida, pero una base sólida proporciona otras bases para mejorar el bienestar de las personas sin hogar. El primer paso del cambio es el cambio de actitud”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 8 de octubre de 2021.
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