La última edición de las Perspectivas sobre la Biodiversidad Global de las Naciones Unidas, publicadas por la Convención sobre Biodiversidad Biológica, es una lectura más bien sombría. Como señala el informe, la biodiversidad es esencial para dar respuesta al cambio climático, asegurar la seguridad alimentaria de largo plazo y prevenir futuras pandemias. Y, sin embargo, el planeta incumple todos y cada uno de los objetivos planteados para protegerla. Si esto ha de cambiar, el mundo de los negocios debe ponerse a la altura del reto.
Parte de los éxitos financieros del sector privado, desde la industria energética a la agricultura industrial, han sido en desmedro del medio ambiente. Y a medida que la destrucción ambiental aumenta, los desastres naturales se vuelven cada vez más comunes y devastadores, elevando rápidamente los riesgos materiales y existenciales para los empleados, las cadenas de suministro y las utilidades de las empresas.
Solo este año, la pandemia de COVID-19 –que ya ha causado más de un millón de muertes- ha interrumpido cadenas de suministro, reducido la demanda global y lanzado a la economía mundial a una profunda recesión. Mientras tanto, en los Estados Unidos los negocios han enfrentado incendios forestales masivos y apagones constantes en medio de intensas olas de calor. El humedal tropical más grande del planeta –el Pantanal de Brasil- también está en llamas. Y en China y África se han sufrido grandes inundaciones. Está claro que va en el propio interés de las compañías el evitar la multiplicación y el aumento de estas catástrofes.
Incluso en el corto plazo, poner la sostenibilidad al centro de la toma de decisiones de negocios es de sentido común. Desde el comienzo de la crisis de la COVID-19, las inversiones sostenibles han superado en rendimiento al mercado general, y el crecimiento de la inversión en compañías con altas calificaciones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) refleja ese ritmo. Las compañías que desean atraer inversiones están incorporando cada vez más medidas significativas de ESG a sus estrategias.
En consecuencia, no es de sorprender el que una creciente cantidad de empresas estén tomando medidas para proteger y recuperar los recursos naturales de los que dependen. Al menos 530 se han comprometido a poner en práctica pasos para revertir pérdidas ecológicas, y al menos 1200 compañías ya están haciéndolo, conservando bosques o adoptando prácticas de agricultura regenerativa.
Algunas de ellas, como la gigante de la cosmetología Natura &Co, se han comprometido a lograr cero emisiones de gases de efecto invernadero y cero deforestación en el Amazonas. Danone, la corporación multinacional europea de productos alimenticios, se ha convertido en la primera compañía listada en bolsa de valores en convertirse en entreprise à mission: es decir, de acuerdo a la legalidad francesa, establece su propósito, y los objetivos sociales y ambientales alineados con este, en sus estatutos jurídicos.
Es más, la firma SUEZ de tratamiento de aguas ganó un contrato para rehabilitar y ampliar el humedal de aguas vertidas construido en el Parque Industrial Químico de Shanghái, la mayor plataforma petroquímica de Asia. La llamada Zona Libélula hace uso de las capacidades naturales de tratamiento de aguas de ese ambiente, con lo que se recupera la diversidad y se mejora la calidad de las aguas vertidas.
Con todo lo promisorios que sean estos proyectos, hay algo que falta: un marco para garantizar que la medida adoptada sea suficiente para proteger y recuperar la naturaleza, y para vincular iniciativas a fin de lograr el máximo efecto. La Red de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTN, por sus siglas en inglés) apunta a cumplir esa función.
La SBTN ha publicado pautas de orientación para la fijación de objetivos para las compañías que deseen proteger a la naturaleza, aprovechando su experiencia de haber ayudado a más de 1000 empresas en ese cometido. Las pautas han sido producidas y revisadas por científicos y representantes de grupos ambientalistas, empresas y organizaciones de consultoría, y describen cinco pasos para proteger y recuperar los bienes comunes (la tierra, el agua potable, los océanos, la biodiversidad y las condiciones climáticas que todos necesitamos para sobrevivir), al tiempo que se mantiene la competitividad.
Primero, las compañías deben producir una estimación basada en datos de los efectos amplios de su cadena de valor y dependencias sobre la naturaleza, y crear un listado de problemas y lugares potenciales que se puedan mejorar con una determinación de objetivos.
En segundo lugar, las compañías deben fijar prioridades. Entre los aspectos a considerar se encuentran los ecosistemas de mayor valor –las áreas donde la gente más depende de la naturaleza para sus vidas y sustentos-, así como aquellas donde las actividades de la cadena de suministro tienen el más alto impacto.
Una vez hayan decidido los problemas y ubicaciones clave para la acción, deben reunir datos base de referencia para ellas y usarlos para fijarse objetivos –que tendrán que hacerse públicos- que sean coherentes con los límites del planeta y los imperativos de la sociedad.
El cuarto paso es el de la acción misma, que debe guiarse por una jerarquía de objetivos: evitar un impacto negativo sobre la naturaleza, reducir los impactos inevitables, y regenerar y restaurar ecosistemas de importancia crítica. En el proceso, deben considerar lo que se podría transformar al interior de sus organizaciones, a lo largo de sus cadenas de suministro, y más allá.
Un ejemplo de acción potencialmente transformadora que algunos ya están adoptando es la promoción de políticas positivas hacia la naturaleza. Más de 600 compañías –con un ingreso anual combinado de más de $4 billones- ya han firmado el Llamado a la acción “Nature Is Everyone’s Business” (La naturaleza es asunto de todos), que urge a los gobiernos a adoptar políticas hoy para revertir la pérdida de ecosistemas para 2030. Es la primera vez que tantas empresas han convergido en una iniciativa para influir positivamente en los debates posteriores al marco de biodiversidad global 2020.
El último paso del marco de la SBTN es que las compañías den seguimiento al progreso y lo den a conocer. La SBTN planea colaborar con las empresas para que difundan las pautas y así se les dé el máximo de usabilidad.
Pero este es solo el comienzo. Hay que aumentar de escala rápidamente estas iniciativas, y para ello se necesitará una colaboración sin precedentes, que se facilitará con el marco común de acción de la SBTN y la publicación de los objetivos y resultados.
Vivimos en una de las épocas más inciertas y disruptivas de la historia. Para evitar la destrucción, el mundo de los negocios debe reajustar su brújula y ayudar a que el planeta trace un nuevo rumbo hacia una economía equitativa, con cero emisiones netas y beneficiosa para la naturaleza.
Erin Billman es Director Ejecutivo de la Red de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTN). Eva Zabey es Directora Ejecutiva de Business for Nature.
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