Los seres humanos estamos hechos para vivir en sociedad. Esa frase la escuchamos mil veces. Pero la explicación de esto es biológica: hace miles de años, cuando los humanos vivían en tribus, quedar separado del grupo humano significaba, literalmente, la muerte, porque quedábamos desprotegidos. Necesitábamos de los demás para conseguir alimento y tener protección. Esto está impreso en nuestro cuerpo y nuestra mente hasta el día de hoy.
Desde hace ya varios años se investiga el efecto que tiene la sensación de soledad sobre la salud. Para dimensionar la problemática, según la Administración de Recursos y Servicios de Salud de Estados Unidos, la soledad puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día.
“Todo aquello que pueda afectar nuestro funcionamiento cognitivo o emocional, en forma directa o indirecta también afectará a nuestra salud física. Sabemos que las personas que enfrentan todo tipo de enfermedades, si además están en soledad, la posibilidad de que esas enfermedades cursen de una forma más grave está demostrada”, afirma Marcelo Cetkovich, médico psiquiatra y director médico de INECO, el Instituto de Neurología Cognitiva.
Si a esta información le sumamos el hecho de que la pirámide poblacional se está invirtiendo en muchos países del mundo, y que el envejecimiento de la población ya es una realidad, la soledad se convierte en un desafío de salud pública.
Susana Levantini, Doctora en Psicología y profesora de la carrera de Psicología de la Universidad Austral, explica: “Que la soledad puede impactar en la salud física es algo que se ha visto claramente en la pandemia. En sujetos de 70, 80 años que se han aislado, se han visto casos de depresión, envejecimiento acelerado y deterioro físico. No hay que perder de vista que si bien por un lado se ha intentado preservar del contagio, la depresión provoca un debilitamiento de las defensas”.
La soledad no impacta a todos por igual
Los niveles de soledad en la población de ciudades o grandes urbes son mucho mayores que los de quienes viven zonas rurales. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, más de un tercio de los hogares están habitados por una única persona, mientras que a nivel país, la cifra baja a un 17%. Más del 60% de quienes viven solos son mujeres y tienen entre 30 y 49 años.
Solange Rodríguez Espínola, Investigadora Especialista en Bienestar Psicológico y Salud del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), explica que “las personas dicen tener esta carencia pese a tener gente cerca. Es decir, pese a estar en una ciudad en la que hay contacto humano, la percepción es de no contar con este apoyo frente a determinados aspectos funcionales, como son de recibir atención, ayuda, consejo, orientación”.
Y aunque la soledad no distingue sexo, edad o condición económica, sí impacta de manera distinta en los distintos grupos. El Observatorio de la UCA realizó en 2020 una investigación sobre el impacto del aislamiento sobre el bienestar psicológico de las personas en el Área Metropolitana de Buenos Aires. El estudio habla sobre la percepción de soporte social de las personas, es decir, la percepción de apoyo, asistencia y ayuda por parte de la red social que integra la persona.
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“Hay diferencias entre hombres y mujeres”, afirma la investigadora Rodríguez Espínola, que llevó adelante la investigación. “Las mujeres sienten mayor déficit en este sentido, y a mayor edad, también es mayor la carencia a nivel falta de apoyo o contención social. En las personas de 60 años y más, esto aumenta significativamente. 3 de cada 10 personas no tienen a nadie que los pueda asistir o ayudar frente a determinadas situaciones”.
Y añade: “También, mayormente, la gente que no ha terminado el secundario y no está en un estrato socio-ocupacional profesional o integrado, sino donde hay mayores carencias en cuanto a lo sociolaboral o educativo, tiene mayor percepción de estar solo o de no tener red de contención social”.
Cómo afecta a los niños, niñas y jóvenes
La cuarentena y el distanciamiento físico reforzaron la sensación de soledad en muchos niños, adolescentes y jóvenes. Para agosto del año pasado, según un estudio de Fundación INECO con UNICEF y el Gobierno de la Ciudad, 7 de cada 10 jóvenes porteños manifestaban sentirse solos o deprimidos.
“Dado que la adolescencia es la edad de la salida social, de experimentar y de descubrir, el aislamiento social en los chicos ha provocado en la adolescencia, impulsividad, aumento en la ingesta de drogas, depresión, problemas de alimentación. Y en los adultos jóvenes también”, explica la doctora en Psicología Susana Levantini. “Por eso es que una vez levantada la cuarentena hubo un aumento de encuentros y situaciones sin límites, porque estaban con un incremento de la ansiedad y bastante desprovistos, desvalidos y deprimidos”.
En 2017, en Reino Unido, nueve millones de personas de ese país admitían sentirse solas con frecuencia, y hasta el 75% de los ancianos viven sin compañía. Esto llevó a la creación de un Ministerio de la Soledad, el primero en el mundo. Ahora, Japón anunció que va a crear el suyo. La decisión llega después de que se conocieran preocupantes reportes sobre la salud mental de la población durante la pandemia, especialmente en mujeres y jóvenes.
Con todo esto en mente, la misma Organización mundial de la Salud tuvo que hacer una campaña aclarando que ‘‘distanciamiento social‘‘ no es lo mismo que ‘‘distanciamiento físico‘‘, en un intento de fomentar las interacciones sociales.
“Es importante aclarar que el tema de la soledad es una cuestión perceptual”, dice la especialista Solange Rodríguez Espínola, “que no tiene que ver con estar con otros o no. Y que también, hoy por hoy, hemos encontrado medios o formas que hacen a la comunicación, a través de medios virtuales por ejemplo, lo cual no sustituye al encuentro personal. Hay que tener en cuenta que el contacto desde la presencialidad no se sustituye muchas veces con lo virtual o con las llamadas telefónicas en las personas mayores sobre todo”.
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Posibles soluciones y el rol del estado
Entonces, la pregunta es: ¿cómo resolver esto? ¿Qué tipo de cambios son necesarios para que la soledad deje de ser un signo de los tiempos?
Para la Doctora Susana Levantini se trata de cambiar lo que valoramos como sociedad: “En una sociedad exitista, en la que se hipervalora la aparente indiferencia emocional y se menosprecia la humildad, vulnerabilidad, y las pérdidas normales de la vida, en ese clima emocional estamos cada vez más solos. Entonces, ahí la importancia del Estado. ¿Cómo se genera desde un Estado la compañía? Se genera desde poder brindar disponibilidad a la debilidad del otro, el reconocimiento de los déficits del otro y la reparación de esos déficits”
El médico psiquiatra Marcelo Cetkovich, por su parte, plantea que lo primero que tenemos que hacer es valorar los vínculos que tenemos. “Cultivar la amistad y cuidar los vínculos es una forma concreta de preservarnos de la soledad y evitar en el futuro que la soledad progresivamente nos vaya atrapando”, asegura. “Vivimos en una sociedad que, pese a todos sus problemas, es solidaria y resiliente, y que cuando llega el momento somos capaces de demostrar que podemos ponernos en los zapatos del otro y acudir en ayuda al otro”.
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