Theo tiene 12 años y vive con diabetes desde los 2. Es diabetes de tipo 1, una enfermedad crónica que se caracteriza por la falta de producción de insulina y, en consecuencia, por el aumento de la glucosa en la sangre. Theo se cuida y toma precauciones pero, por lo demás, hace una vida normal.
Los niños y los adolescentes tienen más chance de desarrollar diabetes de tipo 1 que cualquier otra enfermedad crónica. Hoy es el Día Mundial de la Diabetes y en una charla que tuvo lugar el viernes pasado, organizada por el Centro de Información de Naciones Unidas (CINU) y por la Asociación para el Cuidado de la Diabetes en Argentina (CUI.D.AR), siete niños, algunos de sus padres y dos médicas contaron cómo es el asunto.
“Desde los 2 años, me empecé a medir [la glucosa] seis veces por día, empecé a contar todos los carbohidratos que comía y a aplicarme insulina”, dice Theo. “Porque si no, la glucosa me subía por las nubes”. Theo sabe que una medialuna se come a conciencia, y algunas otras cosas por el estilo que sus amigos desconocen. “Esto no es tan fácil de manejar, pero tampoco es imposible”, dice. “Depende de si sos responsable o no”.
Una persona puede ser diagnosticada con diabetes de tipo 1 a muy temprana edad, pero si recibe atención constante (lo que los médicos hoy llamaron estar “bien adherido” a un tratamiento), su expectativa de vida es la misma que la de alguien sin diabetes de tipo 1. Una de las médicas mencionó el caso de una paciente que actualmente tiene 82 años y que fue diagnosticada a los 7. Y el de Elizabeth Hughes Gossett, que en 1918 se convirtió en una de las primeras niñas en ser tratadas con insulina y que, luego de unos 42.000 pinchazos, alcanzó los 75 años, una carrera como jueza y la maternidad de tres hijos.
¿Cuáles los signos más claros de la diabetes de tipo 1? El niño o la niña toma mucha agua, orina mucho y pierde peso.
Según un estudio de 2011 del Comité de Pediatría de la Sociedad Argentina de Diabetes, el 12% de los chicos con diabetes de tipo 1 en nuestro país tienen menos de 12 años. Pero muchos pediatras no están demasiado entrenados en la detección temprana de esta condición: a menor edad, el diagnóstico se hace menos claro y tarda más en llegar. Hay casos de bebés con diabetes de tipo 1 en los que se creyó que sufrían de asma, de infecciones gastrointestinales o de cuadros meníngeos.
Mientras tanto, el Senado argentino tiene en carpeta un proyecto de ley para ordenar protocolos respecto a niños con diabetes en las escuelas.
“Los chicos pueden comer de todo, pero antes de hacerlo tienen que medirse la glucosa y aplicarse insulina”, dice Gabriela, la madre de Theo. “Es muy abrumador al principio y uno cree que no va a poder. Pero después los chicos se adaptan, hacen un hábito y saben que el ejercicio también es muy bueno”.