Fernanda Bianchini es madre, fisioterapeuta y profesora de ballet. Entre sus alumnos hay personas con discapacidad visual que aprenden a bailar a través del tacto. Enseñar ballet a través de la percepción corporal es lo que hace tan virtuosa su dedicación. Desde hace 28 años, Fernanda trabaja de forma voluntaria para aumentar la conciencia corporal de las personas que no pueden ver.
Con una técnica de enseñanza innovadora, lleva a niños y niñas ciegos a bailar con tal excelencia que sus actuaciones superan los límites impuestos por su discapacidad, apareciendo en los principales escenarios de danza del país y del extranjero. ¿Cómo lo ha conseguido? «Siempre fui una bailarina media y, cuando alcanzaron mi nivel de técnica y conocimientos, contraté a profesores que eran mejores que yo», explica.
Entre sus profesores figuran Márcia Bueno, Daniela Sanches, Charles Santana, Priscilla Yokoi, Vinicius Longuinho, Carolina Barreto y Luma Preto. El coordinador artístico es César Albuquerque. Todos son reconocidos profesionales de la danza clásica. «Hoy nuestros bailarines y bailarinas bailan ballet de repertorio, y muchos bailan en el extranjero», dice Fernanda con orgullo.
Cómo enseñar ballet a personas que no pueden ver
Fernanda cuenta que cuando fue a enseñar ballet a niños ciegos por primera vez, esperaba niñas preparadas para bailar, con zapatillas, el pelo recogido y leotardos, pero para su sorpresa, iban descalzas, con el pelo suelto y en vaqueros. Las niñas le hicieron entonces tres preguntas: ¿qué es el ballet, quién eres y dónde estás?
«Cuando las chicas empezaron a tocarme y a sentirme, por fin me di cuenta: ¡esas chicas no me estaban viendo!», recuerda Fernanda. Tuvo que entrar en el mundo de las personas con discapacidad visual, comprender sus limitaciones, sus dificultades y su forma de entender el mundo para luego poder presentar la danza clásica.
De este intercambio de mundos surgió una metodología innovadora para enseñar ballet a invidentes, en la que el tacto y la percepción corporal ocupan un lugar central. «Todo el proceso empieza con la pregunta de ¿qué es capaz de hacer el cuerpo en el espacio? ¿Qué hago con el pie derecho, con el izquierdo, con los dos brazos? Sólo después de este trabajo de conciencia corporal empiezo a enseñar los primeros pasos de ballet», explica.
Los niños tocan su cuerpo, sienten el movimiento y luego lo reproducen en sus propios cuerpos. Los brazos se enseñan a través de las hojas de una palmera, los saltos se enseñan con ellos tumbados en el suelo. Y así se produce el aprendizaje. La metodología desarrollada por Fernanda se convirtió en objeto de su investigación de máster en 2005 y fue patentada y publicada en un libro en 2011.
«Mi maestría fue en Desorden y Desarrollo, que es cuando se aprovecha el potencial del ser humano, potenciando sus habilidades y no buscando lo que no se tiene. Por ejemplo, ponerle un zapato de caña alta a un usuario de silla de ruedas es una utopía, pero ¿por qué no a una persona con discapacidad visual?», reflexiona.
Cía Ballet de Cegos
La Cia Ballet de Cegos es reconocida en todo el mundo, con varios premios nacionales e internacionales. La compañía forma parte de la Asociación Fernanda Bianchini, que atiende gratuitamente a 450 alumnos, con edades comprendidas entre los tres años y la tercera edad, en ballet clásico, claqué, bailes de salón, expresión corporal, danza del vientre, hip hop, yoga, rehabilitación, pilates, musicalización y teatro.
«Llegó un momento en que una abuela trajo a un niño que no podía andar ni hablar y pidió que lo incluyeran en las clases de ballet. No pude decir que no, Júlia fue incluida y la asociación nunca dejó de crecer», recuerda. Hoy, la asociación cuenta con una compañía de danza sobre ruedas, otra de danza del vientre y una compañía de teatro, entre otras, con un equipo de 25 profesores y más de 100 voluntarios.
Muchas compañías profesionales de personas típicas también invitan a Fernanda Bianchini a enseñar lo que ella llama «danza desde dentro», en la que enseña a bailarines con los ojos vendados. El próximo reto es construir su propia sede. Para ello, la asociación está organizando una gran campaña de recaudación de fondos.
«Creemos en el arte, en la capacidad de convertir lágrimas en sonrisas, de poner a los alumnos en el escenario como protagonistas de sus historias, donde se les aplauda por su bello arte y no por su discapacidad», afirma Fernanda.
Trabajo voluntario
Fernanda empezó a bailar ballet muy joven. Tenía 15 años cuando el Instituto Padre Chico para Ciegos de São Paulo la invitó a enseñar ballet a los niños. «Estaba de visita en el centro, acompañando a mis padres en su trabajo voluntario, y un día una de las hermanas me dijo ‘tienes una postura tan bonita, ¿no quieres venir a enseñar ballet a los niños del Instituto?
«Pensé: ¿ballet? Nunca he enseñado, siempre he sido una bailarina normal… Mis padres sabiamente decían: ‘nunca digas que no a un reto, porque son los que más nos enseñan en la vida'», continúa.
Así empezó un viaje que la ha acompañado hasta hoy: «Esas palabras han entrado en mi vida, en mi corazón. Es este voluntariado el que a menudo me hace cerrar los ojos, que son extremadamente prejuiciosos, para abrir los ojos de mi corazón y ver el mundo más bonito, con más sentido», dice con una sonrisa en la cara.
El sueño y la fuerza de voluntad
La Cia Ballet de Cegos estuvo recientemente en el Festival de Danza de Joinville. Giovanna Zuttion, de 24 años, fue una de las bailarinas presentes. Miembro de la asociación desde los seis años, Giovanna ha aprendido ballet clásico y neoclásico. Le pregunto cómo baila sin las marcas en el escenario.
«El ballet para las personas con discapacidad visual es a través del tacto, la palabra, el conteo, la música y la coreografía. Uno cuenta, el otro grita cuando tienen que formar una fila, un círculo… todos se ayudan. En el pasillo, los profesores también nos orientan. ‘Ve más a la derecha, más a la izquierda, tu cuerpo hacia delante, hacia atrás’. Todo está orientado», explica.
Para Giovanna, su mayor dificultad no es su discapacidad, sino su forma de expresarse: «No voy a decir que soy tímida, pero soy un poco callada y eso entorpece la comunicación y la coreografía. A veces tampoco presto atención a los movimientos de mis brazos. Pero puedo superarlo, como cualquier otra persona, vea o no vea», dice.
Ya bailó un Pas-de-Deux en su graduación y ahora está trabajando duro para volver a llegar a lo más alto. Su gran sueño es bailar una variación de la punta sola, coreografiada por Copélia. Según Fernanda Bianchini, son los sueños y la fuerza de voluntad como los de Giovanna los que impulsan la asociación.
«Al principio, queríamos llevar la compañía a festivales, pero no aceptaban bailarines ciegos. Hoy estamos en el mayor festival de danza de Brasil, ¡y fue tan bonito! Las chicas y los chicos brillaron, estuvieron sencillamente fantásticos. Todo estaba sincronizado y técnicamente muy bonito. Ha venido gente de otra ciudad sólo para verlos bailar. Ya son una inspiración para mucha gente», afirma Fernanda con entusiasmo.
¿Desea apoyar esta causa?
La Asociación Fernanda Bianchini está organizando una importante campaña de recaudación de fondos para construir su propia sede. Para colaborar, done aquí! También es posible apadrinar un artista!
Para más información, visite el site de la asociación y siga sus redes sociales en Facebook, Instagram y Linkedin.