“Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela”, la frase le pertenece a Domingo Faustino Sarmiento, el padre de la educación argentina, y es el corazón del concepto moderno del rol que tiene que tener la educación: que la cuna no determine el futuro y éxito de una persona. Pero la realidad es que en la Argentina aún estamos lejos de cumplir con ese sueño de Sarmiento.
La buena noticia es que en el país hay una incipiente conversación sobre la educación para que ocupe el lugar que merece en nuestra sociedad y después de años de preocuparse por temas como los niveles de financiamiento escolar, la cantidad de alumnos en las clases y el diseño del currículum, se ha llegado a la conclusión de que nada importa más para tener una buena educación que encontrar personas con el potencial de ser excelentes maestros.
Pero hay un problema: no hay una fórmula mágica para descubrir el talento docente. En otras palabras, no sabemos aún reconocer qué tipo de persona tiene las cualidades y el potencial de ser un gran maestro.
Un buen profesor versus un mal profesor
Una de las herramientas más importantes en la investigación educativa contemporánea es el análisis de “valor agregado”. Utiliza los resultados de las pruebas estandarizadas para ver cuánto cambia el rendimiento académico de los estudiantes en el aula de un maestro determinado entre el comienzo y el final del año escolar, durante tres o cuatro años.
Los resultados hacen posible identificar quiénes son los maestros buenos y quiénes los maestros malos. Lo que es más, y este es el hallazgo que ha galvanizado el mundo educativo, la diferencia entre buenos maestros y maestros pobres es enorme.
Eric Hanushek, economista de Stanford y referente mundial en temas de educación, estima que los estudiantes de un profesor malo aprenderán, en promedio, el material de medio año en un año escolar. Los estudiantes de la clase de un buen maestro aprenderán el equivalente de un año y medio de material. O sea los alumnos de un mal profesor aprenderán un tercio de lo que los que tuvieron a un buen profesor. Esa diferencia equivale a un año de aprendizaje en un solo año escolar.
- El impacto de un buen maestro es mucho más relevante que el tamaño de la clase. Un estudiante está mejor en una escuela "mala" con un profesor excelente que en una escuela “excelente” con un profesor malo.
- Tendría que reducir la clase promedio casi a la mitad para obtener el mismo resultado que se obtendría si cambiara de un maestro promedio a un maestro bueno. Y no hay que olvidar que, en la Argentina al menos, un buen maestro cuesta tanto como uno mediocre.
- El impacto económico es gigante. Reducir a la mitad el tamaño de la clase requeriría que se construyan el doble de aulas y se contrate el doble de maestros.
La teoría del valor agregado tiene sus críticos. Mal que mal, un maestro no es el único responsable de cuánto se aprende en un aula, y no todo lo valioso que un maestro imparte a sus alumnos puede capturarse en una prueba estandarizada.
En los últimos 10 años se ha generado un movimiento global para reformar la educación ante la amenaza de la revolución tecnológica. Esos esfuerzos se han concentrado en impulsar estándares más altos para los maestros, es decir, para que los requisitos académicos y cognitivos para ingresar a la profesión sean lo más rígidos posible. Y que los maestros que ya ejercen sean testeados regularmente. Pero la evidencia es abrumadora de que los resultados de las pruebas, los títulos de posgrado y las certificaciones son prácticamente irrelevantes para predecir el éxito de un profesor en la sala de clase.
La psicóloga estadounidense Nalina Ambady es la autora de un estudio ampliamente usado como referencia en muchos países y sobre el cual escribió el periodista Malcolm Gladwell hace 12 años en la revista The New Yorker. Ambady comparó juicios rápidos sobre la efectividad de los maestros con las evaluaciones de los mismos profesores que hicieron sus estudiantes después de un semestre completo de clases, y descubrió que eran esencialmente iguales. En el estudio se les mostraron videos silenciosos de profesores a estudiantes y se les pidió que evaluaran la capacidad de enseñanza solo en las apariencias y lenguaje corporal. Los videos duraban entre 10 y 30 segundos.
El caso de la Argentina
En Argentina a partir del 2016 se comenzaron a plantear ciertas demandas que se supone debe tener todo docente argentino para garantizar que todos los estudiantes aprendan óptimamente cualquiera sea su condición.
A ese desafío universal de encontrar buenos profesores, en la Argentina hay que sumar las constantes peleas entre los gremios docentes y los gobiernos de turno. El estatuto docente rige desde 1958 y no tiene flexibilidad. Por ejemplo, el aumento salarial viene por la antigüedad. No viene por la paritaria, que lo que consigue son actualizaciones inflacionarias que usualmente ni siquiera llegan a cubrirla.
"No se puede premiar a los docentes solo por el paso del tiempo como si diera lo mismo hacer las cosas bien o mal", dijo el pedagogo Mariano Narodowski en una entrevista con Infobae.
“El mero paso del tiempo hace que ganes más y es un elemento completamente perverso porque no se está premiando el esfuerzo, la innovación, la capacidad educativa. Hay que encontrar otros elementos que incentiven a los docentes, que les dé más y mejores reglas para trabajar mejor. Hay que dar aumentos salariales si conseguís títulos de posgrado, si tu escuela generó un proyecto innovador, si tenés un compromiso social destacado. Hay distintos parámetros que se usan en muchos lugares del mundo para que la antigüedad siga existiendo, pero tenga un peso menor”, dice Narodowski.
Argentina es el quinto país con menos respeto por la profesión docente. La fuente es el influyente estudio internacional entre 35 países que realiza todos los años la Fundación Varkey.
Según el estudio, existe una correlación entre la valoración de la sociedad respecto de la profesión docente y el desempeño de los estudiantes. "Elevar el estatus de la profesión mejora el nivel de los estudiantes", cita el informe en su resumen ejecutivo.
El propósito del estudio es medir cuál es la percepción de la profesión docente en relación a otros 14 oficios y así definir el estatus docente dentro de cada sociedad.
El índice está compuesto por cuatro categorías:
- Consideración del docente de educación primaria frente a otras profesiones
- Consideración del docente de educación secundaria frente a otras profesiones
- Valoración de los docentes en relación a la profesión que ellos consideren más similar a la enseñanza
- Percepción de los docentes sobre el respeto que reciben de parte de sus estudiantes
Lo paradójico es que la Argentina es uno de los países que más invierte en términos relativos en educación pública. Sin embargo, esto no se refleja en los salarios docentes. El país es el tercero en destinar mayor porcentaje de su PBI a la educación pública, pero los salarios están en el puesto 31°.
En números absolutos, Argentina invierte 3,35% de su PBI a la educación pública, pero los salarios son en promedio de U$S 10.370 anuales, según el análisis del estudio. En marzo de 2018 (último dato disponible) un docente en la Argentina cobraba en promedio $18.524 como sueldo bruto mensual, es decir, sin descuentos jubilatorios y otros impuestos.
En Singapur, uno de los países con el mejor sistema educativo y los mejores maestros, el salario anual de un profesor que acaba de iniciar su carrera es de US$ 50.249, tercer puesto en la tabla de sueldos.
Un informe elaborado por CIPPEC por encargo de la Secretaría de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación de la Nación y basado en en respuestas de 51.935 docentes de los últimos años del nivel primario y secundario hace una cruda mirada a la realidad de la docencia en la Argentina.
- En la Argentina, el 55% de los que entra a la carrera docente la abandona en el primer año. La tasa de graduación es 30%
- Un docente promedio tiene 42 años, tanto en primaria como en secundaria. El 37% y 33%, respectivamente, se ubica en el rango de edad 36-45.
- La mayoría de los docentes encuestados tiene más de 10 años de antigüedad en la profesión.
- La gran mayoría de los docentes argentinos continúa formándose tras obtener su título inicial. En 2016, el 79% de los docentes encuestados de nivel primario y el 72% de los de nivel secundario había participado de acciones de formación continua hacia el mes de octubre.
El documento dice que los docentes sienten que a lo largo de su vida profesional no hay alternativas horizontales de crecimiento. No existe, por ejemplo, la posibilidad de asumir la coordinación del equipo docente de matemática sin dejar de lado las horas de enseñanza. Esto obliga a que muchos docentes experimentados y comprometidos con la enseñanza deban pasar a cargos administrativos o directivos para ascender y avanzar en su carrera.
El informe también confirmó que el acceso a los cargos sigue dependiendo de la antigüedad: pesa más que los recorridos formativos de posgrado, o que las acciones de investigación pedagógica. Esto hace que los mejores maestros no sean los que llegan a las mejores posiciones ni a las escuelas que más los necesitan.
En efecto, el estudio de CIPPEC mostró que en el promedio de las provincias las escuelas que atienden a la población más desfavorecida concentran un mayor porcentaje de docentes suplentes, que son los que tienen menos experiencia y mayor rotación institucional.
Qué hay que tener para ser un buen profesor
María Cristina Gómez, es profesora de Historia, Formación Ética, Ciudadanía y Sociología de dos escuelas secundarias, una pública y una parroquial, de Rosario, Santa Fe. Lleva 30 años de docencia y por su capacidad para innovar en contextos desfavorables, fue una de las argentinas seleccionadas como una de los 50 mejores docentes del mundo en el “Global Teacher Prize”, el premio de 1 millón de dólares, considerado el “Nobel” de la educación.
Dice que lo que hace a un buen profesor es la vocación, pero que eso solo no alcanza: “Hace falta perseverancia, capacitación permanente. Un buen docente nunca termina de estudiar. Se va reciclando permanentemente a lo largo del tiempo. Y fundamentalmente no perder de vista que el centro de todo el es chico. Es el sentido y la vocación de nuestro trabajo. Lo que desenfoca al chico de ese eje, hace que nuestra profesión se vea menoscabada. Tengo que ser el mejor profesor posible para mi alumno, que en general es de poblaciones vulnerables, de la periferia de Rosario. La mejor inclusión que puedo construir es darle la mejor educación posible”.
¿Se puede predecir un buen docente?
-Uno ve la calidad del profesor cuando pisa la escuela. Todos sabemos muy poquito. Pero cómo te plantás y tratás de resolver los problemas del día a día, ya te marca. La predisposición al trabajo, al querer aprender, escuchar. De tratar de entender el entorno. Si es colaborativo, si sabe pedir ayuda. Si sabe trabajar en equipo. Si mantiene su rol de adulto y no se convierte en un “compañero” de sus alumnos.
Lo que dice Gómez lo confirman otros testimonios y estudios. Los docentes más efectivos creen en sus estudiantes. Esa confianza hace que los estudiantes puedan rendir al más alto nivel. Otro factor clave es el “feedback”, o retroalimentación, de los maestros a los chicos. Es uno de las variables más importantes en lograr que los alumnos aprendan.
El maestro moderno es un líder. Tiene que tener la capacidad de influenciar un entorno, comunicar, saber escuchar y motivar.
En Estados Unidos han desarrollado un sistema para evaluar diversas competencias relacionadas con la interacción entre estudiantes y maestros. Entre ellos se encuentra el "respeto por la perspectiva del estudiante"; es decir, la habilidad de un profesor para permitirles a los estudiantes cierta flexibilidad en la forma en que se involucran en el aula.
En la educación primaria, la respuesta directa y personal de un maestro a una declaración específica de un estudiante parece estar más estrechamente vinculada al éxito académico.
Leonardo Amarilla es docente desde 2003 de la escuela pública provincial de San Roque, en Corrientes. Es profesor en Biología y egresado de la Universidad Nacional del Nordeste.
Su experiencia es relevante para entender la realidad docente argentina. Logró que, en 2005, 2006 y 2018, chicos de su curso lograron llegar a la final del Premio Nobel del Agua, que desde hace dos décadas entrega el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo.
“Lo que hace a un buen profesor es el acercamiento que puede lograr con el alumno para brindar esa ayuda que puede estar necesitando. Muchas veces esa ayuda debe ser afectiva, que es así cuando se obtienen los mejores resultados en los chicos”, revela Amarilla.
Hace hincapié en las diferentes realidades que enfrenta: ”No es lo mismo tener en el aula alguien que no comió la noche anterior que uno que completó todas las comidas del día. Cuando uno conoce el punto de partida es cuando más podés ayudarlo en la escuela”.
Amarilla sigue: “Una vez que conocés el punto de partida, podés saber qué le gusta hacer y qué capacidades podés desarrollar en eso. Lo que más valora el alumno son las herramientas que aprendemos a usar juntos y que entienden que las pueden usar en la vida cotidiana. Esto es lo que me pasa a mi”.
Angélica Padrón es docente hace 14 años y trabaja en la Escuela Técnica N°8 de Villa Fiorito, provincia de Buenos Aires. Creó un programa de “Cine en la Escuela” para incentivar la creatividad de sus alumnos.
¿Qué hace a un buen profesor?
-Debe tener llegada a los chicos. Hablar su mismo idioma. Al principio sale muy preparado en cuanto a conocimiento y pedagogía, pero llegar con buen diálogo y relación con los alumnos es muy importante. Cuando te abren esa puerta, te facilitan el trabajo muchísimo. Construir confianza. También tiene que aprender a escucharlos. Y ahí se abre una relación distinta. Tenés una abanico de posibilidades pedagógicas porque podés contar con ellos y ellos pueden contar con vos.
Gabriela Azar, directora del Departamento de Educación de la UCA, dice que predecir quiénes serán buenos docentes tanto en el tramo final de la educación secundaria, como en los Institutos de Formación Docente, no es una ecuación matemática, pero hay algunos indicadores que uno podría pensar y que presagiarían un futuro buen profesional docente.
Dice que entre las habilidades que se espera logre un buen docente, podemos citar varias que se consideran sustanciales a la hora de repensar los planes de formación de maestros en Argentina y destaca que en estos últimos años, “el Estado Nacional pudo entender que vale más la capacidad de saber hacer de los maestros, que solamente de saber”.
Azar concuerda que tener empatía comunicacional es probablemente el factor más importante para ser un docente efectivo. A eso habría que sumar gusto por desarrollar estrategias novedosas de estudio, dominar los saberes a enseñar y saber dirigir la enseñanza y gestionar la clase.
Guillermina Tiramonti, coordinadora del Consejo de Formación Continua de la provincia de Buenos Aires e investigadora principal del área de educación de FLACSO, dice que la buena docencia requiere la presencia de dos condiciones: pasión por lo que se va a hacer y el manejo de los instrumentos básicos de la cultura. Luego a lo largo de su carrera podrá adquirir los conocimientos específicos de las diversas disciplinas y también los instrumentos de la pedagógica para la tarea de enseñar.
Conclusiones
Todos tenemos experiencias personales y admiramos a los maestros que motivan y encienden la curiosidad de los jóvenes. Los buenos docentes quieren aportar herramientas, experiencias y conocimientos para que cada estudiante pueda vivir la mejor vida posible.
La esencia misma de la democracia liberal republicana a la que aspiraba Sarmiento es que la educación sea una gran oportunidad para mejorar la vida de las personas. El desafío actual es cómo involucrar a la sociedad en el reto de que cada chico encuentre su pasión y desarrolle su máximo potencial. Y para eso es fundamental poner al profesor al centro de las reformas.
¿Querés saber más? Sir Ken Robinson plantea de manera entretenida y conmovedora la necesidad de crear un sistema educativo que nutra (en vez de socavar) la creatividad.