Padres e hijos deberían ser capaces de hablar de sexo… pero a menudo evitan este tipo de conversaciones.
Como parte de nuestra investigación en educación sexual preguntamos a un grupo de adolescentes por qué no hablaban de sexo con sus padres. La razón principal era la perspectiva de vivir un momento profundamente embarazoso. También hablamos con padres que no sabían cuándo o cómo tener estas conversaciones, y del mismo modo preguntamos a algunos profesores, que nos hablaron de las enormes dificultades que tenían para implicar a los padres en la educación sexual de sus hijos.
La buena noticia es que los adolescentes sí quieren hablar de sexo con sus padres, y existen evidencias científicas de que hacerlo tendría un impacto positivo en las decisiones que tomarán en el ámbito sexual en el futuro.
Aquí presentamos una serie de consejos que ayudarán a normalizar unas conversaciones que a día de hoy son incómodas.
Empieza pronto
Algunos padres nos dijeron que no habían hablado de sexo con sus hijos adolescentes porque estos aún no tenían relaciones sexuales. Pero lo cierto es que este tipo de conversaciones se deberían producir mucho antes.
Un experto en educación afectivo-sexual que participó en nuestro estudio compartió con nosotros una útil analogía para explicar el motivo. Cuando los niños son pequeños, los padres les llevan de la mano para cruzar la carretera, les enseñan a tener cuidado y, poco a poco, los niños alcanzan la suficiente autonomía como para cruzar la calle solos. Sería estúpido no decirles ni una palabra sobre la carretera hasta el momento en que supuestamente tengan la edad para poder cruzar por su cuenta. Para hablar de sexo se debería aplicar el mismo enfoque: cuanto antes se empiece, más fácil será.
Tanto los padres como los adolescentes reconocen que todo es más fácil cuando estas conversaciones empiezan pronto y cuando los padres hablan de sexo con naturalidad como sobre cualquier otro tema. Hablarle de sexo a los hijos desde la primera infancia y con un lenguaje apropiado a su edad es la mejor opción. La regla de oro es que si un niño es lo bastante mayor como para hacer una pregunta también es lo es para recibir una respuesta sincera que no remita a cigüeñas que traen bebés.
Sin embargo, aun en el caso de que los padres hayan esperado a que su hijo haya entrado en la pubertad para tener estas conversaciones, sigue sin ser tarde para empezar. Es importante recordar que tanto los padres como las madres representan un rol y tienen que hablar tanto con los hijos como con las hijas. Los chicos en ocasiones demuestran poco interés por todo lo relacionado con la educación sexual, y existen evidencias científicas de que algunos jóvenes prefieren tener estas conversaciones con el progenitor de su mismo sexo.
Aprender juntos
Muchas personas que hoy son padres en su día recibieron muy poca o ninguna educación sexual. Eso hace que solo puedan tener una vaga idea sobre qué deberían enseñarle a sus hijos… y una idea más vaga aún sobre cómo hacerlo.
Los adolescentes actuales, sin embargo, que pueden preguntarle cualquier cosa a Google y que recibirán educación sexual en el colegio, son muy conscientes de que les han enseñado más sobre sexo de lo que a sus padres jamás les enseñaron. Los adolescentes lo saben y los padres lo saben, y eso puede hacer que hablar de sexo parezca un reto insuperable.
Si hay padres que temieran no conocer las respuestas de las preguntas de sus hijos, hay muchos talleres, libros y recursos online disponibles. Muchos padres nos dijeron que aprendían a la vez que sus hijos, y que buscaban información en Internet cuando aparecían cuestiones difíciles.
Evita el “momento tenemos que hablar”
A la mayoría de los padres les incomoda la perspectiva de tener que hablar de sexo con sus hijos. Estos lo intuyen, y por tanto temen el momento de tener que ver a sus padres sudando a chorros mientras tratan de decirles cosas que ellos ya saben. Cuando prevén que se aproxima el “momento tenemos que hablar”, huyen de él como de la peste. Y entonces acudirán a profesores, hermanos mayores, amigos, Internet, pornografía o a cualquier otra vía que no les haga ponerse rojos solo de pensarla.
Es mejor sustituir el “momento tenemos que hablar” por pequeños momentos didácticos. Esto implica tener conversaciones breves, aunque frecuentes, que pueden empezar cuando, por ejemplo, vemos una cuestión relacionada en la tele o una amiga de la familia se queda embarazada. Esto evitará la incomodidad y normalizará el hecho de hablar de sexo. Del mismo modo, los padres sostienen que hablar en el coche o mientras se pasea también resulta menos incómodo porque no hay tanta exigencia de mirarse a los ojos.
Escuchar en lugar de dar la charla
A los adolescentes que participaron en nuestro estudio se les asignó una tarea en la que tenían que hablar de sexo con sus padres… pero la mayoría no lo hizo. Cuando les preguntamos por qué, nos dijeron que no podían sacar el tema “en la mesa de la cocina” porque, si lo hacían, pensaban que les iban a soltar la charla. “¿Pero todavía no estás con eso, no?” o “No me digas que estás embarazada…”. Sopesaron las opciones, y decidieron no hacerlo. La verdad es que no se les puede culpar de ello.
Por eso, cuando los niños preguntan sobre sexo, siempre es mejor escuchar que decirles lo que tienen que hacer. Los padres deberían averiguar por qué su hijo está preguntando y luego responder lo mejor que puedan evitando la tentación de intentar darles una lección. Esto dará tranquilidad a los jóvenes, pues sabrán que en el futuro podrán obtener respuestas sin que les juzgue por ello.
Áine Aventin, Vice Chancellor's Fellow, School of Nursing and Midwifery, Queen's University Belfast
© The Conversation. Republicado con permiso.