Esperando que se descargue un video más bien pesado de la página We Transfer me aparece el siguiente título: Cosas que no te dicen: cómo tener un mentor. En seguida capto su relevancia: no estaría donde hoy estoy a nivel profesional de no haber conocido a una persona que admiraba (y cuyas notas leía), que entrevisté para un proyecto personal y, a partir de entonces, continuó en una larga relación donde me transmitió cómo pensar en algunos temas para escribir, cómo se piden entradas para los eventos que quiero cubrir, me presentó tantas personas, y hasta me compartió algunos valiosos tips de puntuación.
Después de unos años desarrollándonos como profesionales, es probable que olvidemos lo difícil que fue al principio. ¿Es aceptable mandarle un mensaje a tu jefe para resolver esto o aquello? ¿Debería consultar todas mis dudas laborales o es mejor que intente arreglarme por mi cuenta? ¿Cómo empiezo en un rubro nuevo?, ¿A quién tengo que conocer, a quién tengo que contactar y con qué tono? ¿Por dónde se empieza una carrera freelance?
Estas son dudas muy frecuentes en la industria creativa, libre de algunos de los formalismos habitualmente más rígidos de otras áreas. Diseño gráfico, redacción y periodismo, fotografía, música, cine, publicidad y los trabajos circundantes tienen un carácter bastante particular (y, a veces, críptico). Para quienes aspiran a desarrollarse en estos rubros, entablar una relación con un mentor puede ayudar a desmontar algunos de los mitos de la industria y facilitar, aunque sea solo un poco, el desarrollo de contactos importantes.
Miles Zilesnick (responsable de marketing de Creative Mentor Network) respaldó con una estadística la importancia de los contactos en el entorno laboral: "Si se tienen cinco contactos profesionales antes de los 18 años, hay cinco veces más probabilidades de tener un puesto de trabajo al terminar los estudios".
La periodista Amalia Tait recuerda los primeros años de su carrera estando a tientas, sin conocer exactamente los manejos (explícitos o implícitos) dentro del mundo del periodismo. También recuerda la frustración al instante de aprenderlos, pensando “wow, podría haber hecho eso durante cuatro años si solo lo hubiera sabido”. Esto la llevó a ofrecerse como mentora para jóvenes que quieren desarrollarse en el rubro, cosa que hace tanto en términos formales (mediante su programa Creative Access) como informales (dialogando por redes sociales).
Los periodistas jóvenes le preguntan a Tait cómo plantear una nota, cómo hacer que destaque, a quién se la deben presentar. Pero Tait también comparte saberes más prácticos, por ejemplo, cómo negociar el sueldo o cómo manejarse en una reunión. Esta información puede parecer sencilla para quienes ya trabajan en el sector, pero no es tan accesible para los aspirantes creativos.
Katie Thomson-Greene es directora ejecutiva de Creative Mentor Network, una organización benéfica que apoya a jóvenes de entornos socioeconómicos bajos. En su experiencia, Greene constata que "muchos jóvenes están realmente interesados en la industria creativa, pero no se plantean dedicarse a ella como carrera profesional". Es un sector en el que resulta muy difícil entrar, sobre todo si se procede de un entorno socioeconómico bajo.
También agrega (sobre el caso de Londres pero no muy distinto al local) que "en la industria creativa existe la expectativa de trabajar gratis al principio. Mucha gente no puede permitirse vivir en las ciudades donde estos trabajos están centralizados. Hay muchas barreras. A menos que tengas una red de amigos o familiares en la industria, es muy difícil de entender".
Todos estos casos son interesantes a la hora de considerar lo bueno de tener un mentor, pero no son muy aplicables en nuestra región, donde estas organizaciones no están activas. Esto no tiene por qué desmotivarnos; las relaciones de mentor-discípulo pueden ser algo mucho más informal e incluso amistoso.
Siempre que puedas reunir coraje para acercarte a alguien a quien admiras (del rubro del que quieras aprender, claro está), estas relaciones están a tu alcance. No hay nada más favorable para las amistades que compartir vocación.
En este sentido, que alguien te adopte como discípulo no tiene por qué verse como un intercambio formal; tan solo el acompañamiento y aclaración de dudas a medida que vayan surgiendo puede hacer una enorme diferencia para los pasos que des en tu desarrollo profesional. Poco a poco, es probable que vayas captando algunas claves del entorno en el que aspiras a estar (o ya te estás iniciando).
Tal como se cuenta en la nota de We present, muchas veces la principal clave es la confianza en uno mismo. En estos casos, el consejo de alguien con más experiencia es un gran empujón para animarnos a proponer y expresar las cosas que tenemos en mente. En los casos de quienes ya llevan algo de tiempo iniciados en una labor, puede que tengan ideas o metas claras, pero les falte el know-how específico sobre cómo llevarlas a cabo. Este es otro aspecto en el que un mentor puede ser de gran utilidad.
Tanto aplicando a un sistema formal como contactando a alguien a quien admires, Greene recomienda abordar el asunto con preguntas específicas: “'¿Cómo escribo sobre X? ¿Quién es el mejor editor al que dirigirse sobre Y? Las conversaciones más difíciles las tengo con gente que sólo quiere ayuda, o que ven esto como una relación de transacción” ejemplificó.
Aunque no veamos estas relaciones como transacciones, es un detalle alentador pensar que estos intercambios pueden ser muy inspiradores (e incluso también una instancia de aprendizaje) para quienes estén deseosos de compartir sus conocimientos.