Cómo achicar la brecha entre la escuela y el primer empleo- RED/ACCIÓN

Cómo achicar la brecha entre la escuela y el primer empleo

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

El 42% de los jóvenes presenta problemas de inserción socio-laboral. Contar con un referente durante la secundaria puede transformar su trayectoria futura. Aquí las historias de superación.

Cómo achicar la brecha entre la escuela y el primer empleo

Ilustración: Pablo Domrose

Terminar la secundaria es un mérito en sí mismo, ya que el sistema educativo actual está dejando a muchos estudiantes en el camino. Sin embargo, ser egresado del secundario no es garantía de acceso a un primer empleo formal y de calidad. En la Argentina el 42% de la población de entre 16 y 24 años presenta problemas de inserción socio-laboral. Además, la informalidad en el trabajo afecta a casi un millón de jóvenes, y la tasa de desocupación de este segmento es casi cuatro veces más que la de los adultos. Aquí, la experiencia de las organizaciones Cimientos, Forge y Pescar, y del Estado en su trabajo por achicar la brecha entre la escuela y el acceso al primer trabajo.

“Para lograr que los jóvenes salgan preparados para el mundo laboral hay que empezar a trabajar desde los primeros años de la escuela. Primero, hay que garantizar la permanencia, ya que las cifras de deserción son alarmantes: en los sectores más pobres de la sociedad, solo el 37,5% de los jóvenes termina la secundaria en tiempo y forma. La escuela no solo debe prepararlos con los contenidos, sino también ayudarlos a armar un proyecto de vida. Es importante transmitirles que son valiosos y que vale la pena el esfuerzo que hacen”, enfatiza Marcelo Miniati, director ejecutivo de Cimientos, fundación que acompaña a los estudiante para evitar el abandono escolar y acercarlos a un primer empleo.

En este mismo sentido, el director ejecutivo de Fundación Forge, Rodrigo Kon, cree que el sistema educativo fue creado para otro momento histórico de la sociedad: “tiene un formato que no permite una rápida actualización”, explica. “En simultaneo, el mundo del trabajo está cambiando mucho y no es fácil adaptarse a esos movimientos. Nosotros somos un puente entre la secundaria y el primer empleo, y nos encontramos sobre dos bases que se están moviendo mucho y los que sufren son los jóvenes que transitan el proceso”, agrega.

Respecto a las empresas, en una encuesta realizada por Cimientos, se observó que sólo cuatro de cada diez encuestadas están contratando jóvenes recién egresados. Aquellos que no lo hacen, en su mayoría indican que se requiere mayor capacitación y experiencia para los puestos a cubrir en su empresa. A su vez, el 70% aseguró conocer a las escuelas de la zona, pero solo un puñado lleva acciones en conjunto como visitas, pasantías, talleres de trabajo e intervenciones educativas.

Historias inspiradoras

Cristian Miranda

Cristian Miranda es el primero en su familia en obtener un título universitario. Tiene 27 años, vive en Comodoro Rivadavia y es ingeniero en petróleo. Fue acompañado por Cimientos con una beca, tanto en la secundaria como en la universidad. Se recibió en diciembre de 2017 y el año pasado empezó a trabajar en una consultora en temas de Gas y Petróleo. Cuando eligió su carrera muchos factores entraron en juego: la incertidumbre, la cantidad de años, los costos de la cursada, entre otros, pero él siempre tuvo la convicción de estudiar y creyó en él mismo, sin importar las dificultades que le esperaban en el camino.

“Durante toda la beca me reunía mensualmente con mi tutora. Ella me escuchaba, me acompañaba y me ayudaba a organizarme con las materias. Más allá del aspecto económico, este acompañamiento me ayudó a transformar mi realidad”, cuenta Miranda.

Ser ingeniero era el gran sueño de Cristian y también el de sus padres. “Aprendí a aprovechar todas las oportunidades que me fueron apareciendo. Me costó bastante conseguir trabajo, pero finalmente lo logré. Al principio, iba muy inseguro a las entrevistas y creo que por eso rebotaba”, recuerda.

Celina Díaz Melo

Celina Díaz Melo participó del programa de Cimientos desde séptimo grado hasta quinto año. Ella iba a un colegio de Barracas en la Ciudad de Buenos Aires. Durante su infancia y adolescencia vivió en Lomas de Zamora. Para viajar menos hasta la escuela, durante un tiempo, ella y su familia vivieron en la Villa 21-24. Hoy, Díaz Melo es licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y trabaja en una compañía de tecnología multinacional.

“Mi mamá llegó hasta sexto grado, por lo tanto ella no me podía ayudar con muchas cosas de la escuela. Por eso, el acompañamiento constante que recibí de la organización fue tan importante para mi. Regularmente, me encontraba con mi tutora que me ayudó a entender que la educación no pasaba solo por las notas y aprender textos de memoria. Lo importante, era pensar en un proyecto de vida”, señala la joven de 26 años.

Díaz Melo recuerda que en el primer año de la secundaria fue a un encuentro con otros jóvenes que también estaban becados por Cimientos y allí por primera vez escuchó hablar de la universidad. “Ese día, decidí que yo quería seguir estudiando después de la escuela. Logré obtener una beca para asistir a una universidad que era impensada para mi por la carga económica que representaba”, relata.

Después de ser becaria en la universidad, se le abrió la posibilidad de trabajar en una agencia de prensa, donde tuvo su primera oportunidad de trabajo formal. Tras esa experiencia, ingresó a Microsoft.

Nahuel Toledo

“Por más golpes que te de la vida, hay que levantarse y pedir un round más”, esa es la frase de cabecera de Nahuel Toledo, un joven de 24 años, que vive en Tucumán. Estudiar para Nahuel no fue para nada fácil. Hoy es instructor de taekwondo y trabaja en una forrajería. Todavía, busca un trabajo en blanco con el que pueda sostenerse.

Toledo es el mayor de tres hermanos y en él recayó la responsabilidad de mantener a su familia desde chico. Su padre murió cuando él tenía cinco años. “Mi papá era médico y cuando él vivía no nos hacía falta nada. Después fuimos a vivir con mi abuelo. Él era albañil, y su sueldo no nos alcanzaba para todos. A partir de los once años, iba con él a trabajar cuando salía de la escuela. Yo sentía que tenía que hacerlo para ayudar a mi mamá”, relata Toledo.

A pesar de la muerte de sus abuelos y de la necesidad de trabajar dos turnos, a la mañana y a la noche, Nahuel terminó la escuela con el mejor promedio. Él dice que Cimientos lo ayudó a egresarse. Toledo quería ser médico como su papá. Se preparó para ingresar a la universidad, pero no pudo pasar el examen. “Fue un bajón enorme para mí, pero mi tutora me acompañó y me ayudó a ver que no era la única alternativa posible. Pensamos juntos en otras carreras y me di cuenta que a mi me encantaba entrenar y que el profesorado de educación física podía ser una buena opción. Gracias a ella, no me quedé estancado, me ayudó a salir adelante y emocionalmente me hacía bien hablarle”, cuenta. Ahora, a Nahuel le faltan cuatro materias para recibirse y si bien no puede vivir del taekwondo, es una actividad que ama.

El desafíos que tiene Nahuel por delante es encontrar un trabajo formal y de calidad. “En Tucuman está todo muy difícil. No hay trabajo y es todo muy inestable. Es muy complicado encontrar un puesto en blanco, con un sueldo fijo. Lo que más se ve es la posibilidad de cobrar por día, te llaman cuando te necesitan”, expresa Toledo.

Los programas de las organizaciones

Fundación Cimientos, Forge y Pescar son algunas de las organizaciones que trabajan para acercar la brecha, que existe entre la escuela y el acceso al primer trabajo. En los tres casos, el principal problema que tienen es la falta de escala. Si bien, entre las tres cubren, al menos, el acompañamiento de seis mil jóvenes argentinos, todavía quedan cientos de miles sin esta oportunidad.

Futuros Egresados, el programa que lleva adelante Cimientos, acompaña a chicos de entre 12 y 18 años en situación de vulnerabilidad social para que puedan terminar la escuela secundaria y proyectar su futuro con más y mejores oportunidades. Cada uno de los jóvenes recibe una beca mensual y participa en una tutoría personalizada, a través de la cual se promueve el desarrollo de habilidades socioemocionales que contribuyen a mejorar su trayectoria educativa y adquirir habilidades para luego, insertarse mejor laboralmente.

Kon coincide en que trabajar sobre las habilidades socioemocionales genera una diferencia muy importante a lo hora de buscar insertarse en la vida productiva. El 80% de los jóvenes que terminan el programa de la Fundación Forge lograr insertarse en el mundo laboral.

“Los jóvenes que se acercan al programa participan de cinco niveles de formación. El formato es como si fuese un juego. En cada nivel aparecen nuevos desafíos. Suelen venir dos veces por semana, dos horas y media”, explica Kon.

Una vez que los jóvenes se emplean, desde Fundación Forge se hace un monitoreo sobre cómo les va en el comienzo de esa nueva etapa. “Los acompañamos para iniciar una vida adulta de la mejor manera posible. Si los jóvenes encuentran un primer empleo de buena calidad su trayectoria va a ser distinta”, destaca Kon.

El referente de Fundación Forge cree que las empresas van a tener que involucrarse más en la formación de su gente, especialmente, en aquellos que ingresan. Opina que para superar la brecha entre el sistema educativo y los requerimientos de las empresas, se necesita un estado más presente y empresas más comprometidas.

Fundación Pescar se acerca a los chicos de barrios vulnerables en el último año de la escuela. Brinda capacitación en habilidades blandas, los acompaña para que puedan elaborar un proyecto de vida viable y transmite herramientas técnico profesionales. Los egresados de los programas contribuyen a elevar el ingreso de sus hogares en un 170% en promedio, superando así el nivel de la línea de pobreza.

La directora de Fundación Pescar, Silvia Uranga, señala que los Centros Pescar son espacios educativos que funcionan dentro de empresas o instituciones. “La convocatoria de los participantes se realiza en las escuelas y organizaciones cercanas. Los interesados atraviesan un proceso de selección que apunta a la elección de jóvenes que se encuentran en una situación de alta vulnerabilidad socioeconómica y que demuestran motivación y compromiso para completar el curso. Los jóvenes asisten al centro a contraturno de la escuela”, destaca.

La respuesta del sector público

El Estado también está implementando distintos programas para intentar cerrar la brecha entre la educación y el trabajo. El coordinador Nacional de Secundaria Técnica del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) Alejandro Anchava trabaja con el universo de 1600 escuelas técnicas y agrotécnicas de todo el país. Él considera que la mejor herramienta para achicar la brecha son las prácticas profesionalizantes, que se encuentran en el diseño curricular de estas escuelas.

“40.000 estudiantes hacen las prácticas profesionalizantes porque son obligatorias. Consisten en actividades, que se deben realizar en 200 horas reloj, vinculadas al perfil profesional en el que se están formando los estudiantes. Hoy el 40% de los estudiantes realiza las prácticas fuera de la escuela. Queremos ampliar este porcentaje y encontrar empresas que estén dispuestas a involucrarse”, comenta Anchava.

En 2005, se estableció por ley que el concepto de prácticas profesionalizantes debería ir adecuándose a la currícula, sin embargo, este proceso llevó mucho tiempo. La Provincia de Buenos Aires empezó en 2009 con las prácticas al interior de la escuela. Según Anchava, en la mayoría de las provincias la iniciativa terminó de adecuarse en 2016.

“En algunos casos, cuando egresan, los jóvenes siguen trabajando en las empresas donde hicieron las prácticas. En el resto de los casos pueden incorporar la experiencia al curriculum, lo cual ya les da un puntapié inicial”, destaca Anchava.

Para Mercedes Miguel, secretaria de Innovación y Calidad Educativa, el nivel secundario es el que más atención necesita. Por este motivo, en 2017 se planteó la Secundaria Federal 2030, una política que tiene por objetivo erradicar el fracaso escolar, la permanencia de los estudiantes en la escuela y vincular al nivel secundario con el mundo universitario y laboral.

“Pensamos en una secundaria renovada, que se oriente al desarrollo de capacidades y de proyectos de vida que los estudiantes puedan asumir de manera responsable y comprometida. Con esta mirada estamos trabajando en el 40% de las escuelas secundarias del país. Muchos jóvenes sienten que la escuela no les aporta herramientas concretas a su vida, y queremos cambiar esa idea. Por eso queremos desarrollar habilidades como el trabajo en equipo, colaborativo, el aprendizaje entre pares, o resolución de problemas”, destaca Miguel. A su vez, ella considera sumamente importante trabajar con los estudiantes el amor propio, la convicción, el apego a un proyecto de vida, entre otros.