¡Buenos días! En esta edición reflexionamos sobre nuestro rol como comunidad para brindar herramientas a quienes buscan transformar su vida tras un contexto de encierro.
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Qué difícil es ser víctima de un delito. Cualquier delito es un acto de injusticia. Toda víctima merece nuestro abrazo, siempre.
Pero quienes buscan rehacer su vida tras cumplir una condena también afrontan una situación compleja. Cuando alguien comete un delito, su condena debería estar vinculada con la recuperación. Debería servir para la reflexión, para el arrepentimiento.
También deberían brindarse herramientas y contención para cambiar situaciones que hayan propiciado el delito. Que la prisión sea un sitio para reformular la vida, ganar en conocimiento desde la cultura, los oficios y el trabajo. Esa es una cárcel ideal: aquella donde se comienza a cambiar de vida.
Los especialistas destacan que las personas liberadas ya cumplieron su condena y están en una nueva situación civil son parte de la ciudadanía, como todos nosotros. El problema es que de esa cárcel, en la cual muchos debieran poder reflexionar para cambiar de vida, muchas personas no salen bien. Algunos terminan con heridas psicológicas. Otros con heridas físicas. No en todos los casos, pero en general el sistema penitenciario está lejos de ser un lugar que prepare a las personas condenadas para su reinserción social.
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Quien vuelve al lugar donde delinquió enfrenta el desafío de no ser discriminado. Que se lo vea como una persona que ya no va a cometer un delito. Pero, en general, esta mirada de los otros suele tener una carga estigmatizante.
La salida de una cárcel suele conllevar mucha soledad, por varias razones. A veces la familia se distanció, o los amigos de antes no están. Esta soledad atenta contra la felicidad de cualquier persona, mucho más en la de alguien que debe salir a rehacer su vida.
Estigmatización y soledad son dos elementos en los que debemos pensar mucho sobre las personas que deben reinsertarse en la sociedad.
No siempre, pero cuando alguien comete un delito es muy posible que le haya faltado un abrazo. La lección es que hay que volver a abrazarlos. De distintas maneras: en la educación, en la cultura, en la espiritualidad.
Y también hace falta abrazarlos cuando salen de prisión, más que nunca.
Pan American Energy busca ser un promotor activo en el desarrollo de las comunidades en las que opera. Por ello, lleva a cabo acciones de triple impacto para crear valor económico, social y ambiental a través de la articulación público-privada. Su trabajo en Sustentabilidad se basa en cuatro ejes estratégicos: educación y cultura, salud y deporte, desarrollo local y ambiente. En el último año, con sus más de 100 programas, la compañía alcanzó a más de 300.000 personas.
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Una entrevista con Florencia Sequeira, coordinadora de la Red Creer. Se trata de un espacio colaborativo y multiactoral que nuclea a más de 80 organizaciones de los sectores público, privado y social para promover y articular soluciones que faciliten la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad y liberadas (en esta nota te contamos más del trabajo de Red Creer).
—¿Cómo podemos abrazar a las personas que salen tras cumplir su condena?
—Como sociedad hay diferentes herramientas que podemos generar para que quienes salieron de contextos de encierro puedan ser incluidas. Las necesidades laborales son las más urgentes y podemos acompañar estos procesos de reinserción o de generación de ingreso (por ejemplo, apoyando el trabajo de cooperativas de trabajo). Pero no basta con esto. Las personas que estuvieron en un contexto de encierro necesitan un acompañamiento integral: tiene que ver no solo con lo laboral, sino también lo socioemocional y de oportunidades de capacitación.
—La sociedad tiene muchos prejuicios por estas personas. ¿Cómo trabajan con quienes salen o van a salir de prisión para ayudar a desterrar estos prejuicios?
—Es cierto que las personas que pasaron por contextos de encierro son altamente estigmatizadas. Trabajamos en generar espacios de conversación, debate y encuentro donde ellas pongan su voz, cuentan sus historias, sus transformaciones. Historias de vida diferentes a los prejuicios que abundan. Que se conozca desde otra mirada lo que pasa dentro de las cárceles. Que se conozca que hay ganas de transformar, que hay un proceso por el cual estas personas pasan. Desde la red es muy importante que estos espacios que generamos generen lugares en la sociedad a personas que estuvieron privadas de su libertad.
—Quienes buscan reinsertarse en la sociedad sufren estigmatización y soledad. ¿Qué otras cosas padecen y no vemos la mayoría?
—Hay muchísimas cosas que no llegamos a ver. Hay conceptos estigmatizante en torno a quienes pasaron por la cárcel que hacen que uno no vea la cantidad de derechos que le son vulnerados, incluso antes del contexto de encierro. Las oportunidades laborales es lo más tangibles, pero hay cuestiones de salud mental, donde hay una gran falencia en el abordaje (tanto en el encierro como en el afuera). Porque el proceso rompe vínculos y genera historias tristes. Hay como un proceso que debería acompañarse desde el a salud mental de otra manera y las herramientas no se generaron todavía.
—¿Cuál es la transformación más urgente que requieren las prisiones y el sistema en la Argentina?
—Desde la red siempre decimos que el sistema penitenciario está pensado para el castigo, es punitivista. Si bien hubo ciertas transformaciones en los últimos años, queda mucho camino por recorrer para que genere más espacios de capacitación, que no tengan que ver solo con capacitar en un oficio en particular sino también en otros modelos, como generar vacantes para la educación formal, la salud mental. También los procesos de desarrollo de habilidades blandas escasean en la cárcel. Hay un tema con las distancias de las unidades penitenciarias: suelen quedar lejos de las zonas urbanas, lo que trae aparejado que muchas organizaciones no llegan a unidades penitenciarias remotas, con lo cual se pueden dar menos oportunidades.
—¿Cómo evaluás el rol del Estado en relación a las personas que salen tras cumplir una condena?
—Desde el Estado hay una escasez de recursos, que van dirigidos a trabajar con quienes ya cumplieron su condena. Una falencia desde lo estatal es la de generar dispositivos que acompañen de manera integral a quienes pasaron por un contexto de encierro. Hay una desconexión entre la información que brinda el servicio penitenciario y lo que se trabaja luego, con lo cual no se puede trabajar una trayectoria. Hay que generar dispositivos que analicen las personas, sus historias, sus ganas de transformar sus vidas.
—¿Cuál es el potencial de las organizaciones del tercer sector para colaborar?
—Lo interesante de las organizaciones de la sociedad civil es que, por un lado, cada vez están más interesadas en trabajar en contexto de encierro o con personas liberadas. Las metodologías se empiezan a replicar. Es algo muy lindo que está pasando. Las organizaciones tienen un gran potencial gracias a su resiliencia y sus ganas de contribuir a una problemática compleja y difícil de poder abordar. Para generar un impacto mayor hay que trabajar colaborativamente, y ahí está el potencial del tercer sector.
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Decíamos que la cárcel debería ser un espacio de reflexión, de nuevas oportunidades. Y hay iniciativas que colaboran a que sea así.
Por ejemplo, la de Ingeniería Sin Fronteras en el penal de San Martín, donde mujeres privadas de su libertad trabajaron en crear un espacio de visitas para las infancias.
Otro caso es Esquina Libertad, una cooperativa que promueve proyectos de reinserción laboral de personas en contexto de encierro o liberadas.
O la de Liberté, otra cooperativa que, entre múltiples rubros, abrió un restaurante dentro de una cárcel, atendida por los propios internos.
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Cambiamos de tema. Este viernes es el Día Mundial del Donante de Sangre. Ya hablamos muchas veces de cómo este acto altruista puede ayudar a salvar vidas.
Donar en forma voluntaria y anónima, sin saber a quien va la sangre, es el modelo al que apuntamos, el cambio cultural necesario.
Acá podés consultar el centro de donación más cercano a donde vivís.
Y si todavía tenés dudas de cuán seguro es donar sangre, acá derribamos varios mitos.
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Y cerramos esta edición con algunos contenidos de RED/ACCIÓN de los últimos días que representan el espíritu de OXÍGENO.
La semana pasada fue el Día Mundial de los Pacientes Trasplantados. Y nuestra compañera Elizabeth Maier entrevistó a Claudia Mosler, trasplantada y activista. “Somos el testimonio viviente del acto de amor que es donar órganos”, le dijo.
Por otra parte, hemos hablado antes de las enfermedades poco frecuentes, también llamadas “raras”. Ahora, publicamos una nota que destaca la importancia de establecer políticas públicas para afrontar los desafíos que implican. España nos ha dado un ejemplo en la materia.
Por último, te dejamos una entrevista a Belén Prieto, psicóloga con síndrome de Tourette, una condición que afecta a una de cada 100 personas y se caracteriza por la presencia de tics. Y sobre la cual necesitamos aprender para incluir. "Nuestro diagnóstico no es una sentencia", señala Belén en la entrevista.
Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un gran abrazo.
Juan y David