Es un día caluroso de verano en los galpones donde se desarrolla el ensayo, en el barrio porteño de Balvanera. Los chicos y chicas del taller del Circo del Sur acaban de terminar su última función del año y están sentados en una ronda, haciendo un repaso de lo que fue el año.
Al principio les cuesta hablar. Los más nuevos se reconocen por su timidez. Una de las líderes del taller los empuja sutilmente a que se abran y compartan sus experiencias. Una vez que comienzan a hablar se nota una sensación de complicidad por haber formado parte de un equipo y porque todos dicen que haber participado del taller les está cambiando la vida.
Cambiarles la vida es precisamente el objetivo del Circo del Sur, un proyecto que lleva más de 20 años apostando al arte y la creatividad para cambiarle la vida a jóvenes que viven en villas y asentamientos. Fue un sueño de Pablo Holgado y Mariana Rúfolo que nació en los talleres de teatro del Centro Cultural Rojas, que fue donde se conocieron.
“Fue una inquietud que tuvimos con Mariana. Los dos éramos muy jóvenes. Nuestra intención era poder acercarnos a los barrios. Nuestra sensibilidad pasaba por acercar a jóvenes y a niños oportunidades de acceso a cuestiones culturales. Nosotros sí la teníamos y queríamos ir a los barrios, hacer un trabajo social, acompañar. Y fue así que nos planteamos de varias maneras acercarnos. Y en un momento nos decidimos: vayamos con lo que somos. Y eso era ser artistas de circo. Así empezamos”.
Pablo dice que nunca pensaron que lo que iniciaron se iba a transformar en un proyecto de vida: “Arrancamos con un curso de zancos en la Villa 24 de Barracas y no salí más del circo. Fue la prueba piloto. La comunidad de ese barrio fue clave”.
“Fue una apuesta de acercar nuestra sensibilidad a los barrios. Una oportunidad de acercarles la cultura a los chicos y de paso tener un impacto positivo en sus vidas. Ofrecerles otra vida”, explica Pablo. En 2002 se constituyeron como una organización de la sociedad civil.
Una historia de éxito
Hoy, el Circo del Sur brinda talleres a cerca de 400 chicos de las villas 21-24 y la 34, en Barracas; de Ciudad Oculta; y del Bajo Flores. Y a través de su programa de empleabilidad “Cuerda Firme”, apuntan a capacitar a jóvenes a través de las artes circenses para ayudarlos a desarrollar habilidades socio emocionales que les permitan acceder a mejorar su empleabilidad. Es un programa regional que se replica en Chile y Perú y que cuenta con el financiamiento del Banco Interaméricano de Desarrollo (BID).
Desde el circo explican que los jóvenes participantes del programa emprenden un camino de fortalecimiento personal, aprenden técnicas de inserción laboral y cuentan con asesoría para sus emprendimientos.
Pablo dice que le dan un enorme valor a lo que significa ser artista de circo y teatro. “Es mi proyecto de vida. Hemos visto transformaciones profundas año a año”, y agrega que apuestan a “desarrollar las habilidades blandas de los chicos a través del circo. Habilidades que sirven para toda la vida”.
En la organización afirman que el circo social es una herramienta que facilita la integración de poblaciones vulnerables en una comunidad. Y Pablo pone énfasis en que la metodología que han desarrollado permite a los jóvenes conseguir logros con su propio cuerpo, esfuerzo o disciplina.
Además del financiamiento del BID, el Circo del Sur recibe el apoyo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y es parte de la red de Ashoka, una organización internacional que promueve emprendimientos sociales. La organización tiene su propia compañía y es apoyada por el Cirque du Soleil.
Además, empresas como Accenture y Globant los contratan para dar talleres de liderazgo a sus empleados. El resultado, explican desde el circo, es que al final del taller los empleados que participan vuelven sus empresas más comprometidos y proactivos. Eso se traduce en una menor rotación de personal y mejores resultados.
Pablo dice que detrás de todo lo que hacen en el circo está la idea de mejorar la autoestima, aumentar la confianza y controlar las frustraciones. Los pilares son la conversación, el trabajo en equipo y la creatividad.
“Son vidas que a través del circo podemos transformar. Muchos de los chicos vienen de situaciones familiares feas y muy complicadas. Queremos que se desarrollen en lo personal y se conviertan en ejemplos de su comunidad”, explica con entusiasmo Pablo. “Algunos vienen atraídos por su fascinación con el teatro. Quieren expresar y transmitir sentimientos”.
Tres historias moldeadas por el circo
Rosana es del Barrio 21-24. Tiene 25 años y arrancó hace 7 años anotándose
en los talleres comunitarios del gobierno. “Fue para hacer una actividad y al poco tiempo esos talleres me llevaron acá”, explica con entusiasmo.
“Empecé con hip hop y después con circo. Una vez que arranqué con el circo nunca más salí. Al principio hacía trapecio, después hice tela, acrobacia de piso. El circo se convirtió en mi bajada a tierra. Yo venía de la facu, el colegio … yo siempre iba a entrenar. Se convirtió en una rutina que ya tenía y que me encantaba”.
Ahora dice que no se imagina una vida sin el circo. “El circo me cambió como persona”, afirma Rosana. “Al principio más que nada fue para hacer alguna actividad física. Pero el circo es mucho más que eso. Requiere habilidades socioemocionales como compañerismo, confianza, trabajo en equipo… Esas cosas se me fueron fortaleciendo un montón a través del circo y como que me hicieron crecer como persona. Y eso fue lo que me mantuvo en esta área. Yo con el tiempo me fui perfeccionando en ese tema, hice seminarios pedagógicos, hice clases para niños y ahora doy talleres de circo y tela para niños”.
Dice que el Circo del Sur es como un hogar. “Te sentís incluido siempre. Siempre observando en qué te pasa, qué no te pasa. Y está muy bueno que estés incluido en todo eso. Siempre está la facilitadora viendo y mirando qué necesitas, cómo ayudarte. Es todo muy bueno en el circo social”.
¿Ambiciones? “Yo quiero seguir perfeccionándome en el área de enseñanza. Quiero ser profe. También como artista. Transmitir algo a la gente a través de mis presentaciones”.
Hacer posible lo imposible
Jonatan tiene 24 años y es de Balvanera. Al igual que Rosana, empezó hace 7 años en los talleres comunitarios. “Conocí un mundo nuevo, un mundo que no conocía, que solo veía en la tele”. Pensaba que ser parte de un circo era algo imposible para él, “pero al conocer los talleres me hizo seguir viniendo y ahora estoy acá”.
Jonatan dice que el circo lo cambió en forma dramática. “Antes era una persona tímida que no estaba acostumbrada a estar con mucha gente y esto te abre las puertas. Me ayudó un montón. Aprendés valores que te sirven en la vida. Compañerismo, solidaridad e inclusión”.
Dice que el circo lo mantiene vivo. “Me complementa con mi rutina universitaria. Me ayuda a soportar esa sobrecarga”. ¿Ambiciones? “Me gustaría ir por más. Esto es lo que armamos con mi grupo de compañeros me gustaría transmitírselo a las personas que no tienen la posibilidad de ver algo así. Mis ambiciones futuras en lo personal es no dejar de hacer esto. Es parte de mí”.
3⃣ Oscar es de Flores y empezó a hacer circo hace 6 años.
— RED/ACCIÓN (@redaccioncomar) March 5, 2020
“El circo me abrió la cabeza. Me ayudó en los valores, en las habilidades blandas. Antes no tenía espíritu de compañerismo", nos explicó.
Su sueño es llegar al Cirque du Soleil. pic.twitter.com/dYENOmmtTU
El sueño de llegar al Cirque du Soleil
Oscar Cirillo (Oski) es de Flores. También lleva 6 años en el Circo del Sur. Y al igual que Rosana y Jonatan, llegó por los talleres que se hacían en su barrio.
No tiene ninguna duda de que el circo lo cambió. “Yo venía de la calle y me aislaba. Me costó incorporarme”, admite. Revela que al inicio no quería saber nada del circo, pero al poco tiempo se enamoró. “El circo me abrió la cabeza. Me ayudó en los valores, en las habilidades blandas. Antes no tenía espíritu de compañerismo. A mí me cambió la vida. Hice amigos, compañeros y aprendí a formar grupos. Lo que aprendo en el circo es lo que me hace feliz. Eso me mantiene”.
Dice que ser parte del circo lo ayudó mucho en los valores comunitarios. “Más que nada en las habilidades blandas. Yo era muy cerrado, no trabajaba mucho en equipo. El trabajo en equipo con cada compañero es fundamental. Tengo una nueva apertura de mente”.
Reconoce que él era muy cerrado. “Mi objetivo era solo estudiar, graduarme y seguir una carrera universitaria y trabajar. Pero ahora sumé esto. Puedo llevar estos dos mundos. Tengo una forma diferente de pensar sobre el mundo”.
Oski dice que ahora si en su trabajo ve a alguien que está deprimido le pregunta por qué está así. “Si hay alguien que está mal, ese sentimiento se va a transmitir a todo el equipo. Vamos a trabajar ya tristes, enojados. Si uno le transmite al que está triste su felicidad ya esa persona está feliz y todo cambia”.
¿Ambiciones? A nivel personal Oski dice que quiere llevar lo que aprende en el circo la vida. Pero su mayor ambición es profesional se la guarda para él: “Mi meta es llegar al Cirque du Soleil y ser uno de esos grandes artistas. Y en un futuro ir a Montreal y hacer la audición”.
Un sueño compartido
Para Pablo, Rosana, Jonatan y Oski es obvio: tener su propia carpa. “Es el templo del circo”. El Circo del Sur ha tenido conversaciones con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que no llegaron a buen puerto. Ahora hay conversaciones avanzadas con un intendente de la zona norte del conurbano y Pablo es optimista en que esas negociaciones si resulten en que finalmente el Circo del Sur tenga su propia casa.