Protagonistas olvidadas nació debido a la necesidad de contar la historia completa. A lo largo de los años las mujeres lograron, en las sombras, algunos de los hitos más importantes que han cambiado el curso de la humanidad, como la bomba atómica, la llegada del hombre a la Luna y el surgimiento de la industria del cine. Además, fueron heroínas de guerra, pioneras en la arquitectura y en el diseño, entre muchas áreas más.
Con pocas oportunidades dentro de una sociedad que desvaloriza su esfuerzo, ellas sobresalieron. Pero sus historias no fueron contadas. Ni en Oppenheimer, ni en una clase de historia. Para conocer por qué estamos acá, hay que ver cómo llegamos. Eso es, en parte, Protagonistas olvidadas.
Lise Meitner, la científica que hizo posible la fisión nuclear pero se negó a participar en el desarrollo de la bomba atómica
Nacida en Viena el 7 de noviembre de 1878 en el seno de una familia judía, con apenas ocho años ya tenía un gran interés en las matemáticas. A partir de un experimento realizado en conjunto con su colega Otto Hahn, Meitner introdujo el concepto de fisión nuclear y explicó la existencia de una reacción en cadena que podía servir para generar una gran cantidad de energía. El origen físico de la bomba atómica es, entonces, de su autoría.
Meitner fue una de las pocas mujeres convocadas por Robert Oppenheimer para el proyecto Manhattan, que tenía por objetivo desarrollar la bomba atómica para ganar la guerra contra los alemanes. Pero aún habiendo sufrido el antisemitismo y ser exiliada, se negó a participar y sus razones fueron claras: no quería tener nada que ver con una bomba y se opuso fuertemente al desarrollo de armas nucleares.
Sin embargo, su reconocimiento nunca fue el adecuado. De hecho, Otto Hahn, su gran colega, ganó solo el Premio Nobel por el descubrimiento (considerado uno de los mayores errores históricos cometidos en los Nobel) y, cuando lo fue a recoger en un contexto pos guerra en 1947, no reconoció a Lise como una parte fundamental de este proceso.
Katherine Johnson, la mujer esencial para la llegada del hombre a la Luna
En 1969, Katherine Johnson, mejor conocida como la “calculadora humana” se destacó en una de las misiones más importantes de la NASA (y de la historia): llevar el hombre a la Luna. Los cálculos exactos e indiscutibles de Katherine garantizaron que la misión del Apolo 11 salga tal cual esperada y que Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins viajaran al espacio y volvieran a la Tierra de manera sana y salva. “Yo había hecho los cálculos y sabía que eran correctos, pero podía pasar cualquier cosa”, afirmó Katherine en ese entonces, según lo recordó Mujeres Con Ciencia.
Esto marcó un paso muy importante a nivel de género pero también a nivel étnico. Katherine era descendiente de africanos y en aquel entonces Estados Unidos era un país segregado donde las personas de este origen no tenían oportunidades. Si bien su aporte no fue reconocido en la época, en 2015 Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos, la mayor condecoración otorgada a un civil en su país.
Alice Guy Blaché, la primera cineasta que cambió el rumbo de la industria
Desde que Alice agarró una cámara de fotos a fines del siglo XIX se dio cuenta que allí había un potencial. Comenzó a trabajar con León Gaumont, una identidad pionera del cine y descubrió que su lugar estaba allí. Sin saberlo (y sin quererlo) Alice hizo grandes innovaciones en la industria. En su carrera produjo más de 1.000 películas de todo tipo: desde westerns y comedias, hasta dramas y ciencia ficción.
Además, de acuerdo con lo detallado por Fotogramas, fue una de las primeras personas que hicieron evolucionar el cine de postales y atracciones a un cine narrativo y con una potencia emocional y social importante. Entre otras cosas, fue una de las primeras en introducir el primer plano en su película
Además, de acuerdo con National Geographic, según los investigadores de cine uno de los aportes más importantes de Alice fue la inclusión de los efectos especiales. Esto lo logró a través de técnicas de máscara de doble exposición, filmando secuencias en retroceso o con dobles exposiciones al negativo.
Irena Sendlerowa, la enfermera que salvó a más de 2.000 niños judíos
En 1939, Varsovia se oscureció con la llegada del nazismo a la ciudad. Pero hubieron personas que portaron la luz entre las sombras y una de ella fue Irena Sandler. Con su puesto en el Departamento de Salud Pública, la joven tenía la posibilidad de entrar y salir del gueto, prisión donde tenían a los judíos en condiciones infrahumanas, con la excusa de tratar la epidemia del tifus.
Así, junto con algunos de sus colegas, comenzó a traficar medicamentos, ropa y todo tipo de objetos que pudieran ayudar a aquella dura supervivencia, camuflados como elementos indispensables de trabajo. También comenzaron a sacar niños del con métodos impensados: metidos en ataúdes con agujeros para que puedan respirar, adormecidos con alguna sustancia (los más pequeños), escondidos en sacos de papas, en la basura, metidos en pilas de vestimenta sucia, a través de las cloacas.
En dos años logró elaborar una red que salvó a 2.500 niños judíos. Por esto, luego de que terminara la guerra, se la conoció como el “ángel de Varsovia”. Según Revista Única, años más tarde en una entrevista le preguntaron por qué había arriesgado su vida. “Me lo enseñaron en mi casa. Una persona que necesita ayuda debe ser asistida sin detenerse a mirar su religión o su nacionalidad”, respondió humildemente.
Mary Wollstonecraft, la filósofa feminista que cambió el rumbo de la mujer en el siglo XVIII
Nacida en abril de 1759, de grande se dio cuenta de que una buena preparación cultural era el único medio del cual disponía la mujer para valerse por sí misma, según lo recuerda La Vanguardia. Así, de forma autodidacta fue ella misma quién se introdujo en los libros, la literatura, la filosofía y se encantó con aquellas cuestiones que no abandonaría nunca más.
“Seré la primera de un nuevo género”, le escribió en una carta a su hermana cuando decidió irse de Irlanda, donde estaba siendo la instirtutirz de unas niñas, a Londres para ser escritora. Allí tuvo su primer trabajo editorial donde también seguía muy de cerca la revolución que sucedía en Francia, su país vecino, en donde se hablaba mucho sobre los derechos humanos.
Ya metida en este diálogo y con su primera publicación Vindicación de los derechos del hombre, escribió su obra maestra y la que es considerada la primera obra filosófica feminista: Vindicación de los derechos de la mujer. Allí, a partir de toda su trayectoria, defiende la importancia de que la educación de las mujeres sea igual a la de los hombres basándose en la teoría de que ambos son seres humanos y merecen los mismos derechos y responsabilidades.