¡Hola! Aun entre tantos números tristes que arroja la pandemia, este tiempo refleja muchísimas iniciativas que hablan de la generosidad argentina. Y que vale la pena repasar.
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Quizás haya llegado el momento, en un país que lleva tantas personas internadas y fallecidas, de evaluar no solo los números del dolor. Quizás sea momento de empezar a decir, a contar, otra arista de lo ocurrido. Un estudio refleja que el 35% de argentinos hizo tareas solidarias en 2020. Un número que era 20% en 1997 y tocó el 15% en 2012. La cultura de la solidaridad, del encuentro. Vimos que con los años crece y sigue creciendo. Pareciera que es un examen que aprobamos con creces: por miles y millones, en Argentina, que dieron una mano a otros.
Solo por hacer una lista improvisada (que luego requerirá un ajuste). Primero el personal de salud: médicos, enfermeros, camilleros. Habrá cientos de homenajes, primero a quienes dejaron la vida en el frente de batalla. También para los que siguen y siguen salvando vidas, y no se detienen.
O las personas que hisopan: que se exponen hace más de un año al virus. Lo hacen cientos de veces todo el tiempo: arriesgan su vida, salvan vidas con ese diagnóstico. O las fuerzas de seguridad: tal vez no se llegan a ver pero todas (Gendarmería, Policía, Ejercito) estuvieron cerca de la comunidad. En los días duros, en barrios difíciles, en comedores… estaba exponiéndose una nueva generación de jóvenes.
Otro capítulo: al menos 4.500 argentinos y argentinas fueron voluntarios de las vacunas: pusieron el cuerpo para ver si funcionaban las vacunas que hoy salvan al mundo. Todo en un contexto de miedo generalizado. Les dio fiebre, se sintieron mal, bien. Un ejército de entrega que conmueve.
Hay otros equipos, como Punto Plato: la simpleza de dejar comida en lugares de la ciudad para que quien quiera la pueda llevar. Ya han pasado los 100 lugares donde hay alguien que limpia esa suerte de servicio para quien no tiene qué comer. O Cáritas. O Seamos Uno (que entregó un millón de cajas de mercadería).
Los dadores de sangre se multiplicaron y también apareció una institución ligada a las universidades, como DonARG. Y aparece la donación de plasma, que tiene un componente muy curioso: quien sufrió el COVID-19 tiene que recuperarse física y psicológicamente, y en esa recuperación decide pensar en otro. Es fabuloso.
Y seguimos… Habrá que hacer la lista… Mayores Cuidados, el programa de CABA en el que se inscribieron ¡40.000 voluntarios para dar una mano a personas mayores!
En medio de la catástrofe apareció Emita, una bebé de meses que necesita una medicación de dos millones de dólares; y un influencer joven, Santi Maratea, que se puso en movimiento y batió todos los récords de la historia de la donación, peso a peso, centavo a centavo.
Tal vez sea difícil hablar de algo bueno en la pandemia. Pero quizás este texto sea el inicio de un montón de aplausos y homenajes y una herencia para nuestros hijos, nietos y bisnietos: en días en que a muchos les tocó morir, también apareció el rasgo solidario de heroínas y héroes por todas partes.
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La reflexión anterior tuvo como disparadora una nota de Télam de la semana pasada. El texto, claro, refleja algo de lo que hablamos mucho en los últimos meses. Por ejemplo, en notas como esta, sobre las motivaciones de voluntarios o en esta edición de OXÍGENO, en la que citábamos un estudio que dice que dos tercios de los encuestados había hecho tareas solidarias en este tiempo de crisis.
Pero el texto de Télam tiene también dos comentarios muy interesantes que vale la pena resaltar, acerca de cómo quien ayuda también se beneficia.
“Los voluntarios cuentan que tras sumarse tuvieron cambios positivos en su vida, que aprendieron nuevas habilidades, que se conectaron con una realidad que desconocían, que tuvieron que desarrollar la empatía. Sienten que ellos están dando pero que también están recibiendo. Es un círculo virtuoso”, dijo Constanza Cilley, directora ejecutiva de la consultora Cilley.
Por su parte, el psicólogo y docente Flavio Calvo destaca: "Los beneficios psicológicos que brinda la solidaridad van mucho más allá del sentirse bien con uno mismo. De acuerdo a los estudios de la psicología positiva, en primer lugar, el hecho de ser solidario produce en quien lo es y en quien recibe su solidaridad, una hormona llamada oxitocina, conocida como la 'hormona del amor' que produce bienestar. En estos actos también se libera dopamina y serotonina, que benefician a nivel mental, alejando el estrés y la depresión. Por esta razón las personas que realizan actos solidarios suelen ser más alegres y optimistas”.
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Es hermoso ver que en una historia se unen una pasión, la amistad de un grupo y una causa noble. Esos tres elementos están muy claros en El Cruce por la Educación, una iniciativa de cinco amigos fanáticos de pedalear. Ellos organizan largas travesías por las rutas argentinas, y este año harán la sexta edición.
Pero lo novedoso de su travesía es que lo hacen para promover la educación. El grupo estimula a estudiantes a escribir una carta sobre qué les gustaría ser de grandes. Y luego, como un ejemplo del valor del esfuerzo, llevan esas cartas a lugares emblemáticos. Este año, irán desde escuelas cordobesas a Chile y Uruguay. Y mostrarán así que, pese a las distancias geográficas, muchos comparten sueños y desafíos.
Podés leer su historia, inspiradora, en esta nota.
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Algo sobre lo cual venimos hablando hace tiempo en RED/ACCIÓN es la necesidad de que, desde cada sector, construyamos una sociedad más inclusiva para las personas con discapacidad.
Una arista de esta inclusión se hizo especialmente relevante en la pandemia: la tecnológica. Sin que muchos lo noten, sitios web, anuncios en Internet, aplicaciones para móviles o dispositivos electrónicos no son pensados para ser accesibles a personas con discapacidad visual, auditiva, motriz o de cualquier tipo. Un ejemplo sencillo: videos que tienen música de fondo y un anuncio en letras para leerse en el video: algo que no puede ser interpretado por los dispositivos que usan personas ciegas.
Todos podemos colaborar en la inclusión tecnológica de personas con discapacidad. Si bien el Estado tiene un rol preponderante, también tenemos un papel que desempeñar. Sea configurando la computadora de algún vecino con discapacidad para que pueda ser accesible o, si tenemos una empresa, haciendo el sitio web accesible.
De eso habla esta nota que publicamos la semana pasada, donde podés encontrar más detalles y maneras de involucrarte en la inclusión tecnológica de personas con discapacidad.
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Un ejemplo de cómo la pandemia reflejó cooperación e ideas creativas es el mecanismo por el cual el superbarbijo desarrollado por el CONICET puede llegar a barrios populares. Se trata de un convenio entre el CONICET, la UBA, la UNSAM, una empresa textil y cooperativas del conurbano bonaerense.
Podés conocer la trama de este notable modelo en una nota que escribió Ariana Budasoff, periodista de RED/ACCIÓN, para la sección Soluciones, que se lanzó la semana pasada en Infobae.
Soluciones es parte de una alianza entre RED/ACCIÓN e Infobae, que busca visibilizar las iniciativas de personas y organizaciones que ayudan a resolver distintos problemas sociales. Una forma más de, mediante el periodismo, contribuir a un mundo mejor.
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Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un abrazo.
Juan.