Todos a una. En masa, millones de personas colapsamos ChatGPT cuando llegó al mundo, y así comenzó el año más arriesgado de nuestras vidas.
La inteligencia artificial (que ya vapulea humanos desde hace décadas jugando al ajedrez) se coló en todas las sopas. 2023 ha sido el año en que los expertos han firmado por primer vez en la historia un manifiesto para detener un avance científico. El año en que la revista Nature ha incluido a una máquina en la lista de las personas más influyentes del año.
Robert Oppenheimer, uno de los padres de la bomba atómica que el cine ha traído a la actualidad este año, dijo sobre su invento: “Sabíamos que el mundo no sería el mismo”. Lo contaba Víctor Javier Llorente Lázaro, investigador de la Universidad de Granada, en su artículo sobre Los Alamos en The Conversation. Hoy los expertos y expertas en IA reproducen permanentemente esa misma frase cuando les consultan: el mundo ya ha empezado a no ser el mismo.
El lado oscuro
2023 quedará señalado como el año en que se llegó al primer acuerdo internacional para regular la inteligencia artificial. Pero… ¡quién dijo leyes!
Sergio Travieso Teniente, de la Universidad Francisco de Vitoria, inicia así su artículo “Los prompts que hacen que la IA se salte los límites legales”:
“Desde fabricar una bomba atómica a desnudar a las protagonistas de una foto… Los prompts (instrucciones, preguntas o textos) que consiguen forzar a la inteligencia artificial para que se salte los límites legales están presentes en foros abiertos”.
ChatGPT, además, miente. Y sus desarrolladores no saben por qué lo hace ni cómo lo hace. Cajas negras, alucinaciones…
Manuel Martín-Loeches, neurocientífico de la Universidad Complutense de Madrid, explica en un artículo revelador que el cerebro humano no busca la verdad, sobrevivimos bien en la mentira, así que no basta que mienta para condenar a ChatGPT.
Ni siquiera el notición de que la NASA ha abierto este año a la ciencia el estudio de los FANI (antes OVNIS) (algo que explica muy bien el experto en astrobiología de la Universidad Complutense de Madrid Jesús Martínez-Frías) ha quitado protagonismo al misterio de la IA.
Pero sería injusto no mencionar al menos sus bondades. Los logros de la inteligencia artificial se suceden a pasos agigantados en ciencia, en todas las disciplinas. Su empuje puede lograr transformaciones radicales que permitan un mundo mejor. Solo por poner un ejemplo, José Manuel Torralba, subdirector del Instituto IMDEA Materiales, describe una propuesta imaginativa para reciclar toda la basura electrónica del mundo.
Pero la humanidad ha tomado conciencia de la oscuridad detrás de un avance que no alcanza a comprender. MANIAC, de Benjamín Labatut, posiblemente el libro más influyente de 2023, lo cuenta bien. El autor chileno ahonda en las tripas de la inteligencia artificial, de su toxicidad.
A la sombra de ChatGPT
Nature ha incluido a ChatGPT en su lista de personas del año. Sin embargo, el telescopio James Webb, a pesar de tener nombre humano, se ha quedado con un papel secundario en 2023.
Las imágenes obtenidas por el James Webb están escribiendo páginas nuevas en la comprensión del cosmos y el origen de la vida.
Josep M. Trigo Rodríguez, investigador del ICE-CSIC, cuenta en The Conversation cómo el supertelescopio ha permitido explicar la llegada del agua a la Tierra primitiva; James Webb ha detectado moléculas complejas en las inmediaciones del big bang y ha permitido resolver el misterio de los JuMBOs, mundos errantes que desafían las teorías astronómicas, como explica Enric Palle, profesor de investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias.
James Webb nos regaló este año, además, la imagen más completa del universo (incluida una estrella monstruosa), que describe Óscar del Barco novillo, profesor de la universidad de Murcia.
Desentrañar secretos
El gran misterio de este año es que ChatGPT aprenda solo. No tiene secreto rival. Pero hay otros enigmas que llevan con nosotros desde que el primer ser humano se preguntó: ¿qué hago yo aquí?
¿Por qué hay todo y no nada? ¿Por qué existimos? Desvelar los misterios más primitivos impulsa el desarrollo de artefactos que no hay guionista de ciencia ficción que alcance a imaginar. Clara Cuesta, investigadora en CIEMAT, describe la sensibilidad de Dune, el experimento bajo tierra para cazar neutrinos más sofisticado del mundo. También es empeño de CIEMAT conseguir la energía del futuro, y Carlos Hidalgo, director del laboratorio de fusión, explica en The Conversation cómo avanza Stellarator, el “generador de estrellas”, en la carrera por la fusión nuclear.
Nada estira más el límite de la imaginación que esa lluvia imperceptible de rayos cósmicos, “una tormenta muda”, como la describe José Edelstein, que atraviesa cada centímetro cuadrado de nuestro planeta y nuestro cuerpo por los poros invisibles de la naturaleza.
Pero el bingo en física de partículas de este año ha sido para Amaterasu, un rayo cósmico ultraenergético que desconcierta a los científicos porque su origen, según los datos, es un área extraña en el borde de la galaxia, un área en la que no hay nada: el vacío local.
A pie de Tierra
En 2023 The Conversation también ha recogido ciencia a pie de Tierra. Por ejemplo, diferentes autores han explicado por qué algunos pimientos de Padrón pican y otros no, por qué ahora se estampan menos mosquitos en el parabrisas del coche, las particularidades del gusano de neón y el cielo de la Luna.
Al fin y al cabo este ha sido aún un año humano, y contamos con una esperanza inmensa, que puso en letras María Martinón-Torres, directora del CNIEH: “No somos una especie violenta, pese a lo que digan las noticias”. Somos, esencialmente, buena gente, y la inteligencia artificial está creada a nuestra imagen y semejanza.
*Lorena Sánchez, Ciencia y Medio Ambiente, The Conversation
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.