Corea del Sur llegó a ser el principal foco del coronavirus fuera de China. Pero, aunque Pekín aisló a ciudades enteras y luego anunció una victoria, Corea del Sur es el alumno ejemplar al que todos los otros países miran cuando se preguntan cómo detener al virus. Su estrategia se basa en diagnosticar a los pacientes con tests en la calle para detectar casos asintomáticos. Tests obligatorios, incluso considerados invasivos: prima el bien colectivo por sobre los derechos individuales.
Ya van más de 196.000 tests, un número muy alto si se lo compara con los 4.300 de Estados Unidos (que tuvo su primer caso el 20 de enero, lo mismo que Corea del Sur). Algunos días fueron hechos hasta 10.000 test. De ese modo los coreanos colocaron su índice de mortalidad en 0,6%: mucho más bajo que China, Estados Unidos, Italia, España e Irán.
La estrategia de China –que en el inicio de la crisis pasó de 44 casos a 3.000 en 20 días y a 35.000 en un mes, para luego controlarla– es diferente. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), se basó en cinco acciones: estricta restricción de movimientos en Wuhan; cierre de fábricas y reanudación ordenada de la producción; uso de datos para encontrar cada foco de contagio; construcción de hospitales especializados; y un tratamiento científico ágil.
“Es la aplicación”, dijo Bruce Aylward, el jefe de una misión de la OMS a China, “de lo que algunos estiman que son viejas normas de salud pública, con un rigor y de una forma nunca vista antes en la historia. Miles de casos se han prevenido gracias a esta intervención agresiva”.
China tiene un sistema político comunista, lo que ha servido a un ordenamiento sin discusiones, y la policía jugó un rol importante en la puesta en marcha de algunas de esas cinco acciones. “Las estructuras de respuesta en China se alinearon de arriba abajo”, dijo Aylward, de la OMS. “Esto se repitió en los cuatro niveles de gobierno: nacional provincial, prefectura, condado y distrito”.
Con sistema comunista o no, en el Lejano Oriente la raíz cultural aún es confucionista y conservadora, y esto significa que el grupo (la familia, la empresa, el Estado) tiene más peso que el individuo. Justo lo contrario a lo que ocurre en Occidente.
En esa diferencia de cosmovisiones, quizás, residan el éxito para detener la propagación del virus de China y Corea del Sur y los problemas de Italia, España y Francia (donde las reuniones sociales continuaron hasta hace pocos días).
La idiosincrasia argentina está más cerca de la europea que de la oriental, y en la noche del sábado pasado, Miguel Ángel Paz, un preparador físico que había llegado dos días atrás de Estados Unidos, le dio una paliza al vigilador del edificio donde vivía, quien intentó disuadirlo de salir a la calle para guardar cuarentena. El video se volvió viral y hasta el presidente Alberto Fernández lo vio. De hecho, Fernández dijo: “Más allá de las lesiones, ese señor es un verdadero irresponsable”. Privilegiar lo colectivo es nuestro reto.
En China, medidas autoritarias pero populares
Algunas de las medidas de restricción en China fueron, según The New York Times: “los complejos habitacionales en algunas ciudades han emitido el equivalente a pases escolares de papel para controlar la frecuencia con la que los residentes salen de sus casas. Los edificios de departamentos les han prohibido la entrada a sus propios inquilinos si vienen de otra ciudad. En las estaciones de tren, se impide que las personas entren a las ciudades si no pueden probar que trabajan o viven ahí. En las zonas rurales, han bloqueado las aldeas con vehículos, tiendas de campaña y otras barreras improvisadas”.
Sin embargo, la idiosincrasia china no tiende a ver todo esto como un atropello a los derechos individuales. “China es un país que se formó en el doble movimiento de multiplicidad y un centro único”, dice Gustavo Ng, editor de una revista de intercambio argentino-chino llamada Dang Dai. “Todo en China es una cosa y su contrario: hay una base de todo y la integración de sus contrarios. Hay algo múltiple y diverso, dominado desde un solo centro. Cuando esto se hace masivo, el centro es más fuerte. Y este verticalismo es propio de China desde su formación. Ni siquiera es propio de este gobierno o del sistema socialista”.
En un artículo de la BBC, Yanzhong Huang, un investigador del Council on Foreign Relations, de Estados Unidos, explicó que China es “un país autoritario [que] se basa en este enfoque de movilización de arriba hacia abajo y así puede superar la naturaleza burocrática y las limitaciones financieras, y movilizar todos sus recursos”.
“El asunto es cómo se somete la gente a las órdenes del gobierno”, sigue Gustavo Ng. “Cuando este dice que va a suspender todo derecho individual en pos del bien común, la gente en China se somete de manera casi automática. En Occidente, donde el derecho humano se siente como un derecho individual, hay muchísima resistencia a eso. Hace dos años, la Constitución se modificó para garantizarle al Presidente Xi Jinping la reelección de por vida, y la gente no tiene problemas con eso. ¿Es una dictadura o no? A nosotros nos pone en jaque. A ellos no: ellos trabajan y avanzan, como lo han demostrado en los últimos 40 años”.
En la Argentina, una oportunidad para reconfigurar
En medio de la pandemia, en la Argentina se ven también varios casos de aislamientos violados, lo que llevó a Florencia Carignano, la titular de la Dirección Nacional de Migraciones, a decir: “Tenemos explotados los teléfonos con denuncias por gente que no cumple la cuarentena”. En la Ciudad de Buenos Aires, las líneas 107 (del SAME) y 147 recibieron unas 15.000 denuncias en tres días.
Una mujer fue detenida en Córdoba por romper su aislamiento luego de que regresó desde India con con fiebre, tos y dolor de garganta. En Santiago del Estero, tres personas que presentaban síntomas también fueron detenidas; entre ellas, una tiene 66 años y llegó desde España el 2 de marzo.
“Hay elementos culturales de la Argentina que chocan contra los desafíos que plantea una pandemia como la del coronavirus”, dice, vía mail, Alejandro Grimson, autor de Mitomanías argentinas y miembro del Consejo de Asesores del presidente Fernández. “Para prevenir la gravedad de la situación y para mitigar los daños que el nuevo coronavirus pueda generar en la Argentina hay tres cambios culturales imprescindibles: 1) abandonar la costumbre de la libre interpretación y hacer un esfuerzo por comprender la información científica y las recomendaciones que implica. Esto involucra tanto a quienes tienden a minimizar los hechos como a quienes tienden a agigantarlos. 2) Abandonar cualquier variación de la viveza criolla, que lleve a incumplir la ética de la solidaridad y la ley vigente. La propagación del virus dependerá en parte del estricto cumplimiento de las normas y de las recomendaciones. 3) Esta situación nos obliga a suspender por un lapso de tiempo una serie de elementos culturales que existen en Argentina y otros países, como la expresión de cariño a través de besos, abrazos, reuniones, mates compartidos y otros similares que plantean contacto estrecho”.
Hay que decir también que Corea del Sur contó con una “ventaja”: estaba preparada para afrontar esta epidemia desde el año pasado, cuando tuvo que enfrentar al MERS (el síndrome respiratorio de Medio Oriente). “Detectar el virus en sus etapas más tempranas es fundamental para poder identificar a las personas que lo tienen y detener o demorar su expansión”, dijo recientemente Park Neung-hoo, el ministro de Salud.
Italia (que hoy es el país con más fallecimientos por el virus después de China) no tenía esos antecedentes, y ahora vive bajo medidas de aislamiento que incluyen restricciones de viaje y prohibición de reuniones públicas, incluyendo bodas, bautismos y funerales. “No más vida nocturna; ya no podemos permitir eso porque son ocasiones de contagio”, dijo el primer ministro Guiseppe Conte. “Tenemos que renunciar a algo por el bien de toda Italia”. Muchos critican al gobierno por haber reaccionado demasiado tarde y no haber logrado que la población entienda la seriedad del asunto.
Aunque no se puede descartar un panorama enrarecido para la Argentina, el filósofo Ricardo Forster –también miembro del Consejo de Asesores del presidente Fernández– no es pesimista. “Yo creo que a veces la debilidad te abre una oportunidad: la chance de reconfigurar”, dice. “Creo que será muy importante, si se sale de esto razonablemente bien, el rol del Estado con un Ministerio de Salud activo. Y el rol de la idea del cuidado del otro. La política tiene una oportunidad en la medida en que logre restablecer lazos que fueron muy violentados por políticas que sólo pensaron a la sociedad desde la rentabilidad. Acá hay una oportunidad para mostrar que la sociedad se puede articular de otro modo, y que si no lo hacemos, vamos a la catástrofe”.
Mientras tanto, las autoridades surcoreanas llamaron a no bajar la guardia y el primer ministro, Chung Sye-kyun. dijo: “Hemos logrado salir del apuro, pero existen preocupaciones sobre las entradas desde el extranjero, así como sobre las posibles infecciones en casa, en instalaciones como centros de atención telefónica, cibercafés y salas de karaoke”. Quizás no bajar la guardia sea lo único en lo que todas las idiosincrasias deberían coincidir.