Cándido López: colores, libros y películas de un pintor de acción- RED/ACCIÓN

Cándido López: colores, libros y películas de un pintor de acción

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Este año pudo haber sido el año Cándido, no solo porque se celebraron los 180 años del nacimiento del artista. Sino también porque se cumplieron 150 años de la guerra de la Triple Alianza

Cándido López: colores, libros y películas de un pintor de acción

¡Hola! El 29 de agosto se cumplieron 180 años del nacimiento del mejor pintor de la Guerra de la Triple Alianza y este año fue el aniversario por los 150 años de ese conflicto. Por culpa de la pandemia, al manco de Curupaytí no se lo pudo homenajear como se lo merece. Acá, mi modesto Combo Cándido.

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El año cándido. Este año pudo haber sido el año Cándido, no solo porque se celebraron los 180 años del nacimiento del artista. Sino también porque se cumplieron 150 años de la guerra de la Triple Alianza o de la guerra Grande, como la llaman en Paraguay, sin duda el conflicto bélico más impactante de Latinoamérica y el objeto de las pinturas más espectaculares del manco. De sus obras, que sepamos, todas están distribuidas en tres museos. Hay unas 50 en el Museo Nacional Histórico, varias en el Museo Nacional de Bellas Artes y otras en Casa del Acuerdo, de San Nicolás.

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Panoramas que no fueron. A principios de año, en homenaje a López, se iban a inaugurar las muestras Panorama Cándido en el Museo Histórico Nacional y en el Museo Nacional de Bellas Artes. Estaba programado que abrieran al público el 20 y 26 de marzo. Una pena. De todos modos, vale la pena hacerse un paseíto virtual por el MNBA. Entre sus cuadros (que se pueden ver en muy buena calidad) hay uno que me gusta particularmente, o que me gusta por su particularidad: es una naturaleza muerta.

De ese cuadro la escritora y crítica de arte María Gainza dijo: “Dicen que cuando Cándido, asediado por las deudas, se pone a pintar naturalezas muertas no se lo reconoce. Mentira: nadie que haya mirado esas naranjas, peras, duraznos y sandías con atención puede dejar de reconocer al colorista brillante, al mismo que se queja porque el uniforme azul del ejército argentino es muy apagado”.

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Autorretrato, 1858

Esa historia. Todos conocemos, al menos de oídas, la historia del manco de Curupayti, que es hermosa y parece construida a fuerza de pequeños desvíos. Cuando se declara la Guerra de la Triple Alianza, Cándido se enlista como voluntario en el ejército argentino, en el batallón de Guardias Nacionales de San Nicolás, y parte a los cuarteles. En su bolso lleva cuadernos y lápices, y como sabe leer y escribir lo nombran Teniente primero y le designan un pelotón. Pero, pequeño detalle: no sabe manejar un arma, así que pasa a Teniente segundo. Quizás no se veía como soldado. Quizás sabía que su destino era pintar una guerra despiadada de la forma más bella.

Su maestro, que quería mandarlo a Europa, le advirtió que estaba arruinando su porvenir como pintor, pero tal vez era necesario ese Cándido para pintar la guerra, sin influencia de las escuelas de pintura europeas que narraban las contiendas históricas con tanta pasión novelera. Cándido pintó la guerra como la vio adentro de su cabeza.

El coronel uruguayo León de Palleja es retirado muerto del campo de batalla del Boquerón, 1866.

Augusto Roa Bastos dijo: “Hubo un solo hombre, un solo artista que se opuso tenazmente a esta suerte de maldición del olvido que iba a caer sobre el país que él estaba contribuyendo a destruir. Este hombre fue Cándido López”. El resto se sabe: una granada le reventó la mano derecha mientras avanzaba en un ataque. Amputado e inutilizado, pegó la vuelta con los bocetos que traía encima y para no morir en la pobreza se dedicó a pintar naturalezas muertas y entrenar la mano que le quedaba. Una vez realizadas las pinturas de la guerra, se las ofreció al Gobierno (“No serán por cierto una obra maestra de pintura; pero son la verdad de los hechos y de las batallas, salvados del tiempo, para servicio de la historia y honor de mi Patria”, escribe cuando las ofrece). El gobierno las compró pero para olvidarlas en algún depósito hasta los años 1970.

Acá, de la mano de Zamba, podés aprender un poco más sobre la asombrosa vida de Cándido López.

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Dos libros. En el año 2014, María Gainza publicó El nervio óptico. Es una novela, pero puede entenderse como una autobiografía encadenada por las historias de distintas pinturas y artistas. El libro venía circulando en diferentes editoriales hasta que la editorial Anagrama la tomó y le dio un último impulso que la ubicó en el lugar que se merecía. Después de este libro Gainza sacó La luz negra, por el que ganó el premio Sor Juan Inés de la Cruz y en donde reaparece el mundo del arte. “Cándido López estaba convencido”, escribe Gainza, “de que para tocar el corazón de la realidad había que deformarla”.

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Una rareza. Otro libro que vale la pena buscar aunque muy difícil de encontrar y que es una rareza es Las trincheras ardientes del Paraguay: Canto popular sobre la Guerra Grande, del pintor, dibujante, músico y artista popular Ramón Ayala. ¡Es un poema épico en décima! Que publicó hace un par de años. Ayala es todo un personaje. Si no escucharon su música ni leyeron sus poemas, quizás lo conozcan por Ramón Ayala, un documental del fotógrafo Marcos López, que se puede ver en CINE.AR.

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Una película. En el 2005 se estrenó en el BAFICI (en donde ganó el premio del público) el documental Cándido López: Los campos de batalla, de José Luis García, una coproducción de Argentina y Paraguay, en la que se destacan las consecuencias de la Guerra de la Triple Alianza usando como guía los cuadros pintados por Cándido López; o al revés: en donde se destacan los cuadros de Cándido (o sus escenarios) con las consecuencias de la guerra como guía. La película empieza con una entrevista al nieto de Cándido, Adolfo López, que quiere viajar a ver los lugares por los que atravesó Cándido durante la guerra junto con Cirilo Batalla Hermosa (¡ese nombre, diosito santo!), un historiador paraguayo cuyo abuelo también participó de la contienda, pero del lado derrotado.

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Va un fuerte abrazo,
Flor

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