El reloj marca las 21 del jueves 1 de abril y un Boeing 787 está listo para el despegue. Treinta periodistas emprendemos una travesía que nos motivará a escribir, denunciar y visibilizar un problema de impacto nacional. Sobre la milla 200 del Mar Argentino, nos espera un —lamentable— espectáculo.
El comandante del vuelo es Enrique Piñeyro y nos anticipa con qué nos encontraremos: una ciudad de luces sobre la plataforma marítima argentina. Uno pensaría que son las luces de casas, autos y fábricas que con el correr de los minutos y el aumento de altura se hacen cada vez más chicos. Pero no. Muchos son buques extranjeros que pescan ilegalmente en el límite del Mar Argentino, por momentos en jurisdicción argentina, por momentos en aguas internacionales.
Luz, cámara, acción. Piñeyro escuchó esta frase cientos de veces en los rodajes de sus películas. Pero esta vez, las tres populares palabras tomarían otro significado, y se fusionarían con su profesión de piloto (y activista). Las luces que se volverían protagonistas lejos serían las de una producción cinematográfica.
Esas luces son las de los buques extranjeros que se encuentran sobre la milla 200, límite del Mar Argentino, muchos de ellos realizando pesca ilegal, no declarada o no reglamentada. Y si fuera una película, el final está abierto, porque existen una serie de medidas que el Estado argentino puede tomar para terminar con un problema que ya lleva más de 40 años.
Cómo operan los barcos que pescan sin permiso en el Mar Argentino
“Lo que vieron ustedes es un deja vú”, dice Milko Schvartzman de Oceanosanos, campaña de la Organización para la Conservación de Cetáceos. La pesca irregular en el Mar Argentino ocurre desde los años 80. Desde aquel entonces, barcos extranjeros se posan sobre la milla 201 y realizan pesca no reglamentada, es decir sin reglas para proteger la biodiversidad y no agotar los recursos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) existen tres tipos de pesca irregular: ilegal, no declarada y no reglamentada. La primera hace referencia a la que es “realizada por buques nacionales o extranjeros en aguas bajo la jurisdicción de un Estado, sin el permiso de éste o contraviniendo su legislación”, como ocurre cada vez que un buque extranjero atraviesa el Mar Argentino y se ubica en la milla 199 o aún más cerca del continente.
Por otro lado, define a la pesca no declarada como la que ocurre cuando un barco realiza la actividad sin declararla a la autoridad nacional competente, en contravención de la legislación nacional. Y por último, se llama pesca no reglamentada a aquella realizada en zonas o en relación con poblaciones de peces respecto de las cuales no existen medidas aplicables de conservación u ordenación. Es decir, la pesca que suele ocurrir por ejemplo más allá de la milla 200, frente a las costas argentinas.
En el límite de la milla 200 que sobrevolamos suelen darse justamente los tres tipos de pesca.
Según explica el especialista en conservación marina, hace 20 años el tamaño de la flota que operaba en la zona superaba las 200 embarcaciones. Hoy, hay más de 550. La problemática no cesa y año a año aumenta considerablemente.
“Todos los años se habla de las luces, las capturas de pesqueros ilegales, las persecuciones en altamar, la pérdida de millones de dólares en patrullajes. Todos los años se arriesga la vida de los tripulantes de la Prefectura y la Armada para controlar la pesca en la milla 200”, sentencia Milko. A su vez, asegura que este fenómeno es único en el mundo: “Esto ocurre en otras regiones, pero en ninguna con esta masividad y esta concentración de barcos en una franja tan pequeña del océano”.
Milko pone el ejemplo de las Islas Galápagos, donde todos los años se concentran 300 buques chinos. Sin embargo, lo que diferencia a la Argentina es que a su límite marítimo se acercan pesqueros de diversas nacionalidades.
La flota que pesca en las cercanías del Golfo San Jorge, frente la provincia de Chubut, está compuesta por barcos de cuatro países. Según Milko, más del 40% pertenecen a China; entre un 18% y un 20% a Taiwán; de un 18% a 20% a Corea del Sur; y el resto a España. De acuerdo a un estudio realizado en el año 2017 por National Geographic, más de la mitad de los buques extranjeros son subsidiados por sus países de bandera.
Y Milko afirma que esto sigue pasando. “China les carga combustible a sus barcos, les brinda información satelital y tecnología para que operen. En el caso de la Unión Europea, los exime de impuestos y sus barcos están subsidiados. Lo mismo ocurre con Taiwán y Corea del Sur”, expone.
A su vez, las embarcaciones extranjeras reciben subsidios a la mano de obra que varias organizaciones denuncian como esclava o semiesclava. Milko explica: “Las tripulaciones de los barcos no son de sus países de bandera, únicamente el capitán y los oficiales. Los demás son de países como Indonesia, Filipinas o algún país africano”.
“Un estudio que hice hace unos años demuestra de acuerdo a datos oficiales que estos barcos descargan un tripulante fallecido por mes en el puerto de Montevideo. Todas muertes absolutamente evitables”, revela Milko de Oceanosanos, la campaña que recibe apoyo del actor Leonardo Dicaprio y tiene sede en la capital uruguaya.
Problemas de la ilegalidad: de lo económico a lo ambiental
La mayoría de los buques extranjeros no cumplen ni respetan ningún tipo de ordenamiento, legislación, reglamentación, estándares sanitarios, laborales o ambientales que se le exige a cualquier barco que quiera pescar en el Mar Argentino. Y este es uno de los puntos que hace que la actividad pesquera legal de la Argentina corra con gran desventaja, ya que al ser irregular la operación extranjera resulta mucho más barata. De esta manera, los países que cumplen las reglas sufren un fuerte impacto a nivel económico, social y —obviamente— ambiental.
Milko asegura que el costo de operación de la flota extranjera equivale a menos de la mitad que el costo de operación de una flota regulada, como puede ser la de Argentina. Así es como en los mercados internacionales Argentina compite con precios artificialmente muy bajos, siendo una competencia desleal. Esto genera grandes pérdidas económicas para el país.
Por otro lado, el daño ambiental. Si algo tienen en común los barcos argentinos y los barcos extranjeros es la captura de las mismas especies. La mayoría captura calamar y también buscan merluza, merluza negra y abadejo. El problema es el exceso de pesca.
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“¿Quién puede ser tan estupido de pescar todos los peces?”, recuerda Enrique Piñeyro una frase que leyó hace años en un cartel y quedó grabada para siempre en su memoria.
Los buques extranjeros capturan entre 400 a 500 toneladas de calamar por año. Esta especie es uno de los principales eslabones de la cadena alimentaria del Atlántico Sur, ya que es el principal alimento de la merluza, pingüinos, albatros y mamíferos marinos como ballenas, delfines, elefantes marinos o lobos marinos. Por lo tanto, genera un gran impacto en la biodiversidad.
Guillermo Cañete, de Fundación Vida Silvestre Argentina, explica: “Existe un concepto en los acuerdos internacionales llamado el Rendimiento Máximo Sostenible. Esto significa, en términos sencillos, que no se puede pescar más de lo que se renueva anualmente. Cuando pescamos más de lo que se renueva nos 'comemos el capital' y se reduce la capacidad de renovación, pudiendo llegar al colapso”.
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Y continúa: “Como el calamar es una especie anual, de abundancia altamente variable, muy sensible a las condiciones ambientales, no es posible pensar en evaluaciones más tradicionales y límites de captura máxima en función de la biomasa. La estrategia de Argentina es evaluar mediante campañas científicas la abundancia de los individuos más pequeños al inicio de la temporada. Esos ejemplares crecen y aumentan de peso y tamaño a lo largo del tiempo y van siendo capturados por la flota de barcos poteros. El monitoreo de las capturas permite medir cómo disminuye el número de individuos estimados inicialmente. Al llegar al 40% de ese valor inicial la pesca debería detenerse para permitir la supervivencia de un número suficiente de reproductores que renueven la población para el año siguiente. La pesca en la milla 201 en la época reproductiva elimina reproductores”.
Cabe destacar también la contaminación que se genera a raíz de la pesca irregular. La mayoría de estas embarcaciones tira permanentemente toneladas de basuras, plásticos, aceites, combustibles y sustancias tóxicas. “Están haciendo una isla de basura al borde de la milla 200”, declara Milko.
¿Dónde pescan los buques argentinos?
Cuando se expone la pesca ilegal en los medios, en las redes sociales suele aparecer una pregunta muy puntual: ¿hay barcos argentinos en esa misma zona?
Pues sí, aunque son muchos menos que los extranjeros. Según datos oficiales, la flota argentina industrial tiene 250 barcos. Sin embargo, de ellos solo 200 están en condiciones de operar. De estos 200, 80 barcos son registrados como poteros. Los buques poteros se dedican exclusivamente a la captura de calamar y se caracterizan por su tamaño y sus luces, ya que utilizan la luminosidad como técnica de pesca. De los 80 poteros, 70 son operativos y 60 pertenecen a la Cámara de Armadores de Poteros Argentinos (CAPA).
“La flota argentina industrial es menos de la mitad que la flota extranjera. El número de poteros extranjeros debe estar entre 350 y 400”, dice Milko de Oceanosanos.
Además, el especialista en conservación marina explica que los poteros argentinos no suelen estar cerca del límite de nuestra plataforma marítima, ya que si encuentran calamar en la milla 100 se quedan allí. Ir hasta la 200 implica una pérdida de combustible, tiempo y competir con otros cientos de buques que buscan lo mismo.
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Soluciones: las medidas que puede tomar el Estado argentino
“Hay que tener voluntad política”, manifiesta Claudio Campagna, presidente del Foro para la Conservación del Mar Patagónico. Y lo mismo opina Milko Schvartzman.
Campagna, por su parte, opina: “Yo no me trago más el argumento de que faltan recursos. En el mundo y en la Argentina hay enorme riqueza, solamente que no se destina a lo que es necesario. El argumento de 'no podemos por una cuestión económica' es mentiroso. Es un 'no queremos'”.
A su vez, habla de alianzas y preferencias. “China es central en su impacto a nivel mundial. Si uno por un lado está dependiendo de que un país invierta, ayude o mande vacunas, no podemos andar persiguiéndolos porque se llevan calamares. Es la manera de pensar de los políticos. Y creo que se equivocan”, cierra.
Por otro lado, Milko plantea un extenso abanico de soluciones que pueden terminar con la pesca ilegal en el Mar Argentino, empezando por la legislación argentina. Mientras que en otros países la pesca ilegal es un delito penal, en nuestro país solo se cobra una infracción.
Por ejemplo, en Ecuador el capitán de la embarcación que realiza pesca ilegal y sus oficiales van presos. Además, la embarcación es incautada y hay una protesta diplomática de alto nivel. En cambio, en Argentina una vez que el barco extranjero paga la multa se lo libera. “Al día siguiente sigue pescando al borde de la milla 200 y el capitán se mata de risa. Lo digo yo que he hablado con capitanes de embarcaciones de todas estas nacionalidades”, cuenta. Por lo tanto, una de las soluciones a tomar puede ser que Argentina contemple un marco jurídico y legal en marco acorde al problema.
Presentan amparo ambiental para frenar "pesca ilegal y depredadora" en el Mar Argentino https://t.co/1WWuXdkm23
— Milko Schvartzman (@milkorockmar) April 8, 2021
Otra de las soluciones que propone el experto es un trabajo diplomático bilateral. “La diplomacia argentina no está actuando a la altura del problema. China se siente impune en sus actividades de pesca ilegal en el Mar Argentino. Pensemos qué ocurriría si sucedieran las cosas a la inversa”, piensa Milko. Porque detrás de cada uno de estos barcos están sus Estados de bandera y esto debería generar una protesta diplomática nacional del más alto nivel.
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Sin embargo, no son solo China, Taiwán, Corea del Sur y España los responsables de la problemática. Hay países de América Latina que brindan apoyo a la flota pesquera no regulada. ¿Quiénes? Milko Schvartzman menciona que los principales son Uruguay y Panamá. “El primero brinda un apoyo logístico a través del puerto de Montevideo, donde no se efectúan controles de ningún tipo, los barcos no pagan impuestos ni tampoco reciben inspecciones. En el caso de Panamá, el país les cede la bandera a los barcos extranjeros que están al borde de la milla 200. Particularmente a los barcos nodriza, aquellos que transbordan la captura que realizan los otros barcos, les proveen de víveres y combustibles”, declara. Por lo tanto es fundamental detener las vías de suministro y apoyo logístico por parte de estos dos países.
Un bloque de países: otra solución. Argentina puede aliarse con países de la región que se vean afectados por esta actividad, como Ecuador, Perú y Chile. De esta manera, Milko sugiere que pueden captar la atención de organismos internacionales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio y la Convención sobre Especies Migratorias. Fijan una posición en común y enfrentan el problema en busca de soluciones.
Naciones Unidas ya está tratando un acuerdo sobre biodiversidad en altamar para que exista regulación de todas las actividades de explotación de recursos marinos vivos. Si bien el acuerdo se vio interceptado por la pandemia del coronavirus, es importante que Argentina tome una postura firme, determinante y estricta. Por ejemplo, una de las soluciones para proteger las especies es crear un área marina protegida en torno a la milla 200.
En el 2015, todos los países del mundo se comprometieron a los 17 objetivos para el Desarrollo Sostenible en un mandato de Naciones Unidas. El objetivo número 14 trata la defensa de los océanos y la conservación marina. La ONU entonces obliga a la Organización Mundial del Comercio (OMC) a prohibir los subsidios de la pesca ilegal y destructiva. Si bien Argentina tiene una posición bastante activa en el mandato, China se resiste a cumplirlo.
Por último, es importante destacar que hoy el gobierno de Chubut estaría negociando que la flota china se reabastezca en Comodoro Rivadavia. “En vez de acercarnos a soluciones, incrementamos el problema asociándonos a quienes destruyen el ecosistema marino del Atlántico Sur”, reflexiona Milko. El especialista también menciona otra negociación por parte del gobierno nacional: “La cancillería está tratando con China de otorgarles un puerto logístico en Ushuaia. Así que estamos más cerca de que se agrave el problema que de conseguir una solución”.