Cada vez más estudios revelan cómo la exposición a entornos naturales puede aumentar nuestro bienestar reduciendo el estrés, fomentando las relaciones sociales y aumentando los niveles de actividad física.
La mayoría de estos trabajos se han centrado en averiguar los beneficios de vivir cerca de espacios verdes (bosques, parques urbanos, etc.) o realizar actividades al aire libre en esos lugares. Y aunque algunos investigadores también han analizado los beneficios de vivir junto a espacios azules (lagos, ríos, el mar…), pocos se han focalizado en dilucidar los efectos de un contacto directo con el agua, especialmente en el mar.
Una sensación de paz y bienestar
En este punto, el buceo con escafandra es una de las actividades que mejor promueven el contacto con el entorno acuático, ya que envuelve a la persona completamente en el medio natural durante un período prolongado de tiempo.
La mayoría de los buceadores, tanto principiantes como expertos, indican que esta actividad les provoca un estado de paz mental y placer, a la vez que experimentan una reducción de estrés y preocupaciones. Pero ¿cómo cuantificamos estas experiencias?
Hasta hace poco, la comunidad científica se había centrado sobre todo en los incidentes que se producen durante la inmersión, como complicaciones durante la descompresión o problemas cardiovasculares.
Empieza a haber otros enfoques. En el marco del proyecto Deptherapy UK, estudios recientes llevados a cabo en un número limitado de veteranos de guerra británicos y otras personas con discapacidades indican que, después de participar en programas de buceo adaptados, los participantes experimentaron una mejora general en su bienestar, incluyendo una reducción en los niveles de ansiedad, insomnio y depresión. Los científicos también observaron que se establecían amistades y relaciones cercanas basadas en la confianza con los compañeros de buceo. Pero ¿pueden extrapolarse esos beneficios a la población general?
Los buceadores con alguna enfermedad se benefician más
En un estudio realizado en el marco de una tesis doctoral impulsada por la Cátedra Océanos y Salud Humana, analizamos los efectos a corto plazo de practicar buceo en las aguas del Parque Natural de Cap de Creus (Girona), comparándolos con los que experimentaban los usuarios de las playas (playistas). Colaboraron investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLOBAL) y la Universitat de Girona, así como diferentes centros de buceo de Roses y Llançà, en Girona.
En total, participaron 76 playistas y 176 buceadores de varios países europeos, con edades comprendidas entre 21 y 80 años. Los voluntarios debían contestar un cuestionario de salud mental antes y después de la inmersión (para los buceadores) y, en el caso de los playistas, cuando llegaban a la playa y una hora después de permanecer allí.
Según se deducía de sus respuestas, todos los participantes experimentaron una reducción de los niveles de estrés y un incremento de la relajación y el vigor.
Y aunque no advertimos diferencias entre los dos grupos, sí encontramos un resultado inesperado: los buceadores que tomaban medicación regularmente se beneficiaron más de la práctica del buceo que quienes no la tomaban. Esto apuntaría a que los efectos positivos de la inmersión en las aguas marinas para la salud mental es mayor en pacientes con alguna enfermedad.
Asimismo, aunque no detectamos diferencias significativas en función de las modalidades practicadas (grupos de diferente tamaño, con o sin monitores, etc.), sí es de esperar que bucear en grupos pequeños, con un instructor y después de recibir una completa sesión informativa, reduzca el impacto ambiental de manera significativa.
El potencial de las actividades náuticas no motorizadas
Otros estudios muestran los potenciales beneficios de la práctica de deportes no motorizados (natación, vela, kayak, etc.) en el mar. Cabe destacar nuestras investigaciones en Cap de Creus y Viana do Castelo (Portugal), en colaboración con instructores de esas actividades e investigadores del Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEFC). Los resultados reafirman la necesidad de seguir explorando los efectos de la exposición a los espacios azules de la población general y, en particular, de jóvenes y personas con enfermedades crónicas y discapacidades.
Con este empeño se creó Deptherapy UK, la primera iniciativa del mundo en utilizar el buceo como terapia, que ofrece cursos adaptados a veteranos de guerra gravemente heridos. Por su parte, el proyecto Buceo Inclusivo de la Federación Catalana de Actividades Subacuáticas (FECDAS) lo usa como herramienta en el proceso de rehabilitación y recuperación de personas con discapacidades físicas o psíquicas.
Estas actividades siempre deben llevarse a cabo bajo supervisión médica.
Por último, vale la pena recordar el potencial de las costas españolas para la práctica de actividades recreativas y deportivas sostenibles y saludables (no motorizadas). Creemos que tendrían que impulsarse en el marco de las Estrategias Marinas en detrimento de las actividades náuticas motorizadas. De este modo se contribuiría a preservar no sólo la salud de las personas, sino también la de los océanos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.