Los emprendedores sociales son aquellos que crean e impulsan ideas que transforman los sistemas de la sociedad y mejoran las vidas de millones de personas. Ellos definen nuevos paradigmas que permiten a las personas prosperar, a la vez que ofrecen soluciones y señalan los caminos. ¿Pero, quién fue el creador de este concepto? Lo hizo Bill Drayton, el fundador de Ashoka.
Drayton nació en Nueva York en 1943. Estudió en el Harvard College, en el Balliol College de la Universidad de Oxford y se graduó en la Yale Law School en 1970. Comenzó su carrera en McKinsey como consultor. Luego, trabajó como administrador asistente en la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). En 1981 fundó Ashoka y desde allí tuvo en rol importante en la definición del emprendedurismo social. Para él, el éxito no se mide en términos de beneficios económicos sino en transformación social. Esta organización apuesta por una sociedad en la que todos pueden descubrir su potencial para mejorar el planeta. Tiene tres ejes de actuación: identificar emprendedores sociales que tengan la capacidad de generar un cambio y se anticipen a los retos del futuro, fomentar una educación changemaker y crear alianzas entre empresas changemakers. Ashoka apoya el trabajo de más de 4.000 agentes de cambio, repartidos en más de 90 países.
En el marco de los 30 años del programa de voluntariado de Oracle, Drayton fue invitado por la empresa a hablar con sus colaboradores de la región sobre el impacto transformador que se genera desde Ashoka y cómo cada uno puede ser un agente de cambio. En ese contexto, accedimos a una entrevista exclusiva.
— ¿Los emprendedores sociales tuvieron un rol importante desde que se desató la pandemia?
— Efectivamente. El Covid-19, el cambio climático y la inteligencia artificial son algunos de los aspectos que se manifiestan en un mundo donde todo cambia y todo está interconectado Todos sentimos que la sociedad se encuentra en un punto de inflexión profundo, incluso histórico. Los puntos de inflexión como éste son oportunidades únicas que definen la vida. Perder este punto de inflexión es un gran error. Todos como agentes de cambio pueden ayudar a otros a estar mejor posicionados para aprovechar el momento. Esta pandemia aceleró el derrumbe de viejos muros e instituciones y demostró que aquellos que no se adapten a los cambios quedarán atrás y excluidos. En ese marco se abrió una oportunidad gigantesca para los emprendedores. Ellos son la punta de lanza del sector social y cuando identifican un cambio que impacta positivamente, ellos ayudan a que se extienda.
— ¿Quién es el emprendedor social que tuvo más impacto en vos?
— Mahatma Gandhi. Él fue quien se dio cuenta que el ritmo del cambio y la interconexión habían llegado a un punto tal que era importante que las personas dominaran una ética basada en la empatía para que se pudiera confiar en ellas a la hora de tomar decisiones por el bien de todos. Él consideraba que una vez que esta empatía era adquirida, todos podrían confiar en que las personas tomarían la decisión correcta. A partir de la escuela secundaria, yo participé del movimiento estadounidense por los derechos civiles que se inspiraba en el espíritu de no violencia. El tema definió a mi generación. Los conflictos de aquella época me acercaron a Bayard Rustin, que vivía en Manhattan. Él había viajado a la India para estudiar el movimiento de Gandhi y fue la persona clave que aportó ese conjunto de ideas y metodologías a Martin Luther King y al movimiento de los derechos civiles. Cuatrocientos años de lucha de los abolicionistas contra los intereses esclavistas no habían tenido éxito. Una guerra civil catastrófica no había tenido éxito. Pero la metodología de Gandhi cambió profundamente el país. Lo viví muy directamente. Y luego, cuando viajé a la India a los 19 años, Bayard me presentó a varias personas muy cercanas a Gandhi, como Jayaprakash Narayanan y Vinoba Bhave. Para conocer más sobre Gandhi recomiendo la película de Ben Kingsley o el libro de Susanne Rudolph
— ¿Qué rol deben asumir las empresas en la pospandemia?
— La pandemia es sólo uno de todos los cambios profundos a los que deben enfrentarse las empresas y cualquier otro grupo humano. El cambio climático y la inteligencia artificial son otros dos ejemplos. Todas las empresas, y de hecho todos los grupos humanos (comunidades religiosas, organizaciones políticas, sindicatos, escuelas, entre otras) deben ahora hacer la transición para convertirse en agentes de cambio. Tienen que ayudar a todas las personas (no sólo a sus empleados) a desarrollar su poder de transformar la realidad y a adaptarse de la mejor manera a la misma. En segundo lugar, cada grupo debe organizarse como un "equipo de equipos fluido, abierto e integrado". Los diferentes grupos están cada vez más conectados entre sí, y necesitan esa arquitectura común para cambiar la realidad. Esa arquitectura es fundamental para las personas que son agentes de cambio. Aquellas empresas (y otros grupos) que realicen esta transición lo harán de forma brillante. Las que no se muevan rápidamente están fritas.
— ¿Por qué es importante ser un agente de cambio?
— En el pasado, el valor provenía de la eficiencia en la repetición (pensemos en las cadenas de montaje). La gente aprendía una habilidad y la repetía de por vida en un lugar de trabajo. Eso cambió. Ahora, el valor proviene de la contribución y la adaptación al cambio. En un mundo en el que todo cambia (y, por tanto, hace que todo cambie), hay que ser un agente de cambio para jugar. Y para serlo se requieren habilidades sofisticadas que son casi las opuestas a las requeridas en el mundo de la repetición, que está desapareciendo. Una gran parte de la humanidad está jugando con éxito en este paradigma.
— ¿Cuál es la injusticia que más te duele?
— Cada país cree que los factores locales son los culpables de empeorar las diferencias de ingresos, pero estos hechos son universales: por un lado, el ritmo de cambio y el grado de interconexión se han acelerado exponencialmente desde 1700, y por el otro lado, la demanda de trabajo repetitivo ha disminuido exponencialmente desde 1700. El mundo se está dividiendo entre los que pueden contribuir a la nueva realidad de un mundo definido por el cambio y los que no. Hay una gran parte de la humanidad que no tiene las complejísimas habilidades nuevas que se requieren para poder participar en este mundo nuevo definido por los cambios continuos, y estrechamente interconectado. Se trata de la capacidad de formar parte de un equipo y de engranarse con otros en perfecta sintonía. Como consecuencia, se produjo una nueva desigualdad en la sociedad. Los que están fuera ven cómo se deteriora su posición cada día. Por eso, mientras todas las demás desigualdades, de género, de raza, entre otras, son bastante estáticas, la nueva desigualdad se agudiza cada año. Si la mitad de la población vive en este estado de desesperación, en el que le decimos que no los necesitamos, que no tienen futuro ni ellos ni sus hijos, la situación no se resolverá. Un mundo tan desigual es profundamente disfuncional y, lo que es peor, poco ético.
Este contenido fue publicado originalmente en Otra Economía, la newsletter sobre economía circular, inclusiva y de triple impacto que edita Florencia Tuchin. Podés suscribirte en este link.