“Las tecnologías de IA generativa basadas en grandes modelos lingüísticos deben su existencia a nuestros escritos. Estas tecnologías imitan y reproducen nuestro lenguaje, nuestras historias, nuestro estilo y nuestras ideas”. Así comenzó la carta que firmaron más de 8.000 escritores dirigida a los líderes de las nuevas empresas de inteligencia artificial como Sam Altman (OpenAI), Mark Zuckerberg (Meta), Sundar Pichai (Google), entre otros.
El reclamo, impulsada por The Authors Guild (el sindicato de autores) y apoyado por entidades como Margaret Atwood, Nora Roberts y Michael Chabon, se basa en que gran parte de lo que “alimenta” los sistemas de IA son libros, artículos, ensayos y poesías en los cuales no se ha respetado el derecho de autor y no hubo una remuneración merecida. “Es justo que nos compensen por utilizar nuestros escritos, sin los cuales la IA sería banal y extremadamente limitada”, expresa la carta.
Además, los escritores aseguran que muchos de los libros utilizados proceden de sitios web de piratería y explicaron que la reciente sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos en el caso Warhol v. Goldsmith no solo deja claro que la gran comercialidad de su uso va en contra de la justicia, sino que ninguna corte justificaría la copia de obras de origen ilegal.
El medio NPR reportó que, si bien llevar esta cuestión a la corte conlleva mucho dinero, hay algunos autores que están dispuestos a hacerlo e incluso ya han comenzado. Por ejemplo, Sarah Silverman y Paul Tremblay firmaron recientemente una demanda colectiva alegando que Meta y OpenAI entrenaron sus programas de IA con copias pirateadas de sus obras.
El problema, más allá de la remuneración, es que la profesión del escritor puede sufrir ciertos daños irreparables. “Al incrustar nuestros escritos en sus sistemas, la IA generativa amenaza con dañar nuestra profesión inundando el mercado de libros, relatos y periodismo mediocres, escritos por máquinas y basados en nuestro trabajo”, declara el escrito oficial.
Más que una suposición, es un hecho. Los primeros libros generados por inteligencia artificial ya han sido monetizados. Muerte de un autor, la primera novela legible escrita por la IA, es un claro ejemplo. El novelista Stephen Marche creó esta obra con la ayuda de Chat GPT y otras dos plataformas.
"No hay ninguna necesidad urgente de que la IA escriba una novela", afirmó Alexander Chee, autor bestseller, en una nota para NPR. "Los únicos que podrían necesitarla son los que se oponen a pagar a los escritores lo que valen", concluyó.
Según un informe de The Authors Guild, el ingreso de los escritores ha disminuido un 42 % en la última década y el actual salario anual para un escritor de tiempo completo es de 23 mil dólares. La incorporación de la IA no ayudará a que esta situación mejore, sino que hará más difícil que las personas que se dediquen a esta profesión puedan vivir de ella.
En este sentido, los escritores pidieron en la carta mitigar los daños a su profesión obteniendo la compensación correspondiente para el uso pasado y presente de sus obras en los programas de IA y que sus materiales estén protegidos por derechos de autor.