José Antonio Ocampo
Las economías de la región, en conjunto, serán las de peor desempeño del mundo en desarrollo al salir de la pandemia. Paradójicamente, la mejor manera de superar la actual década perdida de América Latina puede ser centrarse en cuestiones que van más allá del crecimiento económico.
Hoy en día, entre 720 millones y 811 millones de personas, es decir alrededor del 10% de la población mundial, se acuestan sintiendo hambre todas las noches, y al menos 2.400 millones de personas carecen de acceso a una dieta saludable y nutritiva. La ausencia de una Junta de Estabilidad de los Sistemas Alimentarios es una brecha notable en la arquitectura de gobernanza global necesaria para impulsar la sostenibilidad y la resiliencia.
El reciente acuerdo de 131 países para reformar los impuestos corporativos internacionales no es el final del camino. Pero para lograr un resultado más equitativo, los países en desarrollo ahora deben presionar por una tasa impositiva mínima global más alta y una mayor reasignación de los derechos impositivos, y rechazar el arbitraje obligatorio.
La ONU encarna lo mejor de la humanidad: la creencia de que todas las personas merecen la dignidad básica y que trabajar juntos es la única forma de lograrlo. Setenta y cinco años después de su nacimiento, el mundo, comenzando por Estados Unidos, debe revivir esa creencia y volver a comprometerse con el multilateralismo que exige.
Al admitir que la deuda Argentina es insostenible, el FMI ha dado un paso crítico para resolver la crisis de larga data del país. Ahora falta que el Fondo se dé cuenta de su propio papel en la última crisis.
La región ya ha perdido 5 años. Y a medida que se adentra en la década de 2020, debe tomar medidas para garantizar que no se pierdan los próximos cinco.