Arte, migración y exilio: historias dispares sobre la experiencia de vivir lejos del país natal - RED/ACCIÓN

Arte, migración y exilio: historias dispares sobre la experiencia de vivir lejos del país natal

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Una muestra inaugurada recientemente en la Casa de América en Madrid en el marco de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo del Sur organizada por la Universidad de Tres de Febrero tematiza la problemática de las fronteras y las migraciones a través de la obra de 24 artistas.

Arte, migración y exilio: historias dispares sobre la experiencia de vivir lejos del país natal

Giuliana Racco. Foto: Télam.

Reunidos en una muestra que mapea por estos días en Madrid los procesos migrantes y las dificultades para sobrevivir en nuevos territorios donde el choque cultural es drástico aún cuando se hable la misma lengua, los artistas Glenda León, Giuliana Racco, Iván Candeo y Daniela Ortiz se internan en su propia biografía para capturar las dificultades del exilio y tejen un laberinto de experiencias que va desde la relocalización exitosa al retorno al país natal cuando el hostigamiento por la condición extranjera se vuelve intolerable.

"Es cierto que no somos tan diferentes como creemos, pero tampoco tan iguales como desearíamos", dice a Télam el venezolano Iván Candeo en referencia a la tramposa proximidad que vincula a Latinoamérica con España. Nacido en Caracas en 1983, el artista está radicado en la península ibérica desde 2016. Dos años antes había presentado en la capital española su primera muestra individual, convocada con el título de "Identidad y ruptura", casi un presagio de lo ocurriría tres años después, cuando en un impulso decidió perder el vuelo de retorno a Venezuela.

Candeo participa de "Entre nosotros y los otros: Juntos aparte'", una muestra inaugurada recientemente en la Casa de América en Madrid en el marco de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo del Sur organizada por la Universidad de Tres de Febrero que tematiza la problemática de las fronteras y las migraciones a través de la obra de 24 artistas, entre ellos otros tres que, como el venezolano, llevan tatuado el exilio en sus biografías: la cubana Glenda León, la canadiense Giuliana Racco y la peruana Daniela Ortiz. Experiencias dispares y no siempre con final satisfactorio.

""Exiliado', 'refugiado', 'migrante' o 'extranjero' son términos que contienen diferentes motivos, pero nos referirnos a la persona que vive fuera de su propio país, que está fuera de lugar. Verme fuera de Venezuela me hace más consciente de mi propia imagen, me hace más consciente de lo que soy -explica el artista venezolano-. Espero que esta condición me siga trayendo una relación más comprensiva con mi cultura y conmigo mismo".

Serie: Girar el cuero. Foto: Télam.

No todas las historias de exilio acaban bien

"Se ha abierto la veda. Ahora la gente exhibe con orgullo su rechazo a los extranjeros. En la televisión y en la calle, el racismo ha llegado al centro de la sociedad. Se ha roto el tabú", decía hace un tiempo la ensayista alemana Carolin Emcke, autora del ensayo "Contra el odio". En esos términos podría resumirse la historia de la artista peruana Daniela Ortiz, graduada en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y activista de los derechos humanos que a mediados de 2020 tuvo que huir de España, país al que había migrado 13 años antes.

La artista fue una de las militantes antirracistas que se congregaron por ese entonces en la Plaza Colón de Madrid para repudiar la política expansiva que llevó adelante la conquista de América. "Fuego al orden colonial" decía la consigna convocante, cubierta de pintura roja en representación de "la sangre derramada por siglos de colonización". Desde entonces, sufrió hostigamientos que minaron su resistencia y la depositaron de regreso en Perú junto a su pequeño hijo.

"Luego de haber vivido una situación de amenazas y de una hostilidad brutal que me obligó a tomar la decisión de tener que dejar mi vida después de 13 años en el contexto español, hubo distintas reflexiones. La primera es que lo que yo viví en ese momento no era una situación individual o excepcional, son muchísimas y muchísimos militantes, no solamente antirracistas, también anticapitalistas, anticoloniales, antiimperialistas, que viven situaciones de persecución política, tanto en el contexto español, europeo, como en el sur global", destaca a Télam.

Ortiz participa de la exposición madrileña con una obra titulada "ABC del racismo en Europa", que analiza los posicionamientos racistas y colonialistas que se filtran en los contenidos destinados a infancias en el continente europeo, una forma de adoctrinamientos que funciona como correlato de otros discursos hegemónicos que naturalizan desde el antisemitismo hasta la homofobia, la islamofobia y el racismo.

"Cuando tienes un hijo, ves, por ejemplo, los libros infantiles, los programas, la música para niños, desde una u otra mirada mucho más atenta, porque sabes que tu hijo se va a formar con ese tipo de materiales. Así fue como empecé a prestar más atención y a encontrar una cantidad de literatura profundamente racista, ya no solo en relación a cosas como por ejemplo los pitufos negros -en donde hay una equiparación de lo oscuro y lo negro con lo racista- sino también a cómo la historia colonial es narrada de tal manera que no solamente se normaliza, sino se vanagloria", explica la artista.

¿La posibilidad de participar con su obra en un espacio canónico de la agenda cultural española se puede leer como una suerte de silenciosa revancha? Ortiz no lo lee en esos términos: "En la actualidad la industria cultural y los museos europeos operan también para contener y despolitizar mucho de ese arte político que entra con ciertas intenciones políticas al espacio del museo. El propio espacio está hecho para contener muchas veces esos mensajes y para despolitizar", dice.

"También creo que es muy diferente que circule una obra de arte a que circule una persona, por ejemplo, con capacidad de acción, con capacidad de organizarse, con capacidad de respuesta y demás. Creo que la reflexión tiene que ver mucho con las lógicas muy europeas de coger los bienes, coger las cosas, pero no querer a las personas, ¿no? Querer su trabajo, querer su producción artística, por ejemplo, pero no querer y no permitir que la persona activa políticamente esté circulando en esos mismos territorios", enfatiza la artista.

Glenda León en su estudio. Foto: Télam.

El océano Atlántico, puente entre dos vidas contrastantes

Glenda León es una de las artistas cubanas más reconocidas a nivel internacional. Su identidad se define en la confluencia de sus raíces cubanas con su asimilación de la cultura española. Vive algunos meses en el continente latinoamericano y luego cruza al europeo sin vestigios de conflicto por el salto que suponen dos experiencias de vida muy disímiles. "Tratando de no hacer demasiados viajes largos en el año, planifico entonces para permanecer por más tiempo en el lado del mundo que me toque estar. El beber de estas dos realidad tan distintas me nutre y enriquece porque al chocar con la realidad cubana que es tan precaria, vuelvo a Madrid reconociendo todo aquello que a veces damos por sentado como un privilegio", explica.

Y acota: "Al mismo tiempo el caos que encuentro en Cuba creo que siempre ha enriquecido mi creatividad pero también toda la oferta cultural que me ofrece España". León presenta en Madrid la obra "Dirigir las nubes", que pone de relieve su condición de artista multimedial. "Esta pieza habla de la disolución de fronteras y de identidades, de ver el mundo como un espacio soñado, de paz. Pero también del poder de la imaginación, de la voluntad de crear, pues las formas de las nubes no son exactamente iguales a las de los continentes: es nuestra imaginación la que hace ver el mapa del mundo en esta composición. También se refiere a lo efímero que somos, pues sabemos que las nubes perderán esta forma en cualquier momento, de la misma manera que la Tierra no existirá para siempre", apunta.

Miranda en la Carraca. Foto: Télam.

Cuando migrar no es un imperativo

La emigración de la canadiense Giuliana Racco a Barcelona no se dio por razones políticas ni económicas. "Nací y crecí en Canadá y me trasladé a Japón en cuanto terminé la carrera universitaria. Me fui por trabajo y por curiosidad. Japón me dio muchas cosas, por ejemplo, el amor por la cerámica. Era joven y sabía que no era el lugar para quedarme para siempre. Así que después me trasladé a Europa, donde viví principalmente en Italia (10 años) y ahora en España (otros 10 años)", cuenta a Télam.

La errancia -la de quienes eligen voluntariamente otros territorios distintos al de origen para situar sus vidas como la de quienes son empujados a abandonarlo por cuestiones de fuerza mayor- están en el centro de su trabajo y traza un hilo conductor con la historia de su genealogía familiar. "Mi interés por la migración proviene de mi experiencia como hija de emigrantes. Es una condición de la que siempre fui consciente -cuenta-. No sólo mi madre y mi padre fueron emigrantes, sino también mis abuelos, abuela e incluso bisabuelos. Hay un ir y venir en mis familias entre Norteamérica, Sudamérica y Australia a lo largo de cuatro generaciones y no tengo todas las piezas de ese rompecabezas".

Racco sostiene que tuvo clara su vocación artística desde la adolescencia. "La experiencia de vivir entre culturas ha influido no sólo en mi visión artística, sino también en mi visión del mundo. Sin embargo, no diría que es la razón por la que soy artista", relata.

La artista participa de la muestra madrileña con una obra inquietante que testimonia cómo los medios construyen a veces historias sesgadas y estereotipadas de la inmigración: en el audiovisual "Mezomaro" narra su trabajo de campo en Lampedusa, una isla de playas paradisíacas adonde llegó en 2009 para investigar qué había de cierto en una "noticia" que había leído tiempo antes, en la que se sostenía que esa zona -la más austral del territorio italiano- era objeto de una "invasión" de migrantes. Eran los tiempos en que precisamente el magnate de medios Silvio Berlusconi asumía su tercer mandato como primer ministro.

"Viajé a la isla en el momento en el que las operaciones de rescate se habían militarizado y la mayoría de los migrantes eran transportados a centros de detención incluso antes de tocar tierra, produciéndose así la paradójica situación de una 'invasión invisible'. Los únicos isleños que tenían contacto directo con los migrantes y solicitantes de asilo eran los pescadores en alta mar, y sus visiones diferían en gran medida de las historias propagadas a través de la prensa popular", cuenta a Télam.

Nada parece haber cambiado desde entonces en la manera en que los medios construyen narrativas capciosas, según la artista: "Los medios de comunicación hegemónicos siguen teniendo un gran impacto. De hecho, creo que una de las funciones más importantes del arte es revelar y crear alternativas o contra-imaginarios que conduzcan a una coexistencia más justa a todos los niveles. Esto se revela crítico ahora mismo viendo la forma cínica en que están representando el genocidio israelí en Gaza, marcando la necesidad urgente de formas alternativas de representación especialmente para les oprimides", señala Racco.