Aprendiendo de la conducta animal para que se sigan mejor los tratamientos médicos - RED/ACCIÓN

Aprendiendo de la conducta animal para que se sigan mejor los tratamientos médicos

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Mediante el uso de técnicas basadas en el aprendizaje discriminativo, como el procedimiento de consecuencias diferenciales, se ha demostrado que es posible mejorar la memoria de los pacientes mayores, facilitando así la recordación y administración de su medicación.

Aprendiendo de la conducta animal para que se sigan mejor los tratamientos médicos

Olena Ivanova / Shutterstock.

Cuando enfermamos, pedimos cita para acudir al médico. Y si sospechamos que lo que nos pasa puede ser grave, acudimos rápidamente a urgencias. Pero para que nuestra salud mejore no basta con ver a un profesional: es necesario seguir sus instrucciones. Algo que no siempre hacemos.

Esta falta de adherencia de los pacientes a las recomendaciones médicas –o sea, al tratamiento– tiene un alto coste para mantener una sanidad pública. No es, por tanto, únicamente un problema de salud, sino también económico.

Son las personas mayores las que tienen más problemas para seguir esas pautas, y no cabe duda de que los fallos de memoria tienen algo que ver. Puede que olviden casi todo lo que les han dicho nada más salir de la consulta, y lo que recuerdan a menudo no es exacto. Esta situación se agrava cuando los pacientes sufren diversas enfermedades y deben tomar muchas pastillas a distintas horas del día.

El ejemplo de las ratas

La ayuda para solventar este problema puede venir de la mano de la investigación básica con animales. Imaginemos que una rata sedienta y hambrienta es introducida en una caja con dos palancas, una a la derecha y otra a la izquierda. La caja tiene luces y sonidos y dispensadores de comida y bebida, a los que denominamos “reforzadores”.

Para satisfacer sus necesidades básicas, la rata debe aprender que ante una determinada señal (un tono), la acción adecuada es presionar la palanca derecha; mientras que ante una señal distinta (un clic), debe presionar la izquierda. Cuando la respuesta es correcta, la consecuencia es que uno de los reforzadores está disponible. Es decir, unas veces aparecerá el dispensador de comida y otras, el dispensador de bebida. Aprender ante qué tipo de señal (tono o clic) es apropiado apretar una palanca u otra es un ejemplo de aprendizaje discriminativo.

Rata accionando una palanca.

Nosotros también debemos establecer este tipo de asociaciones. De hecho, puede ser esencial para nuestra supervivencia.

Por ejemplo, desde niños debemos asimilar pronto qué color del semáforo nos permite cruzar la calle y cuál nos advierte que no debemos hacerlo para no ser atropellados. Los padres suelen utilizar frases como “bien hecho” o informan al niño de que ha obrado correctamente con una sonrisa. La frase y la sonrisa son las consecuencias (reforzadores) en este caso.

Aprendizaje discriminativo

A principios de los años 70 del siglo pasado, algunos investigadores en el campo del aprendizaje asociativo con animales hicieron un importante descubrimiento. Si ante el sonido de un tono la rata presiona la palanca derecha, y la consecuencia es siempre comida; y cuando suena un clic la rata presiona la otra palanca, y la consecuencia es siempre bebida, el aprendizaje es más rápido y efectivo. Estas asociaciones únicas entre señal-respuesta-consecuencia es lo que se denomina “procedimiento de consecuencias diferenciales”.

La utilización de ese sencillo procedimiento mejora el aprendizaje discriminativo en los niños pequeños, en estudiantes universitarios y en personas diagnosticadas con síndrome de Down, entre otros. Además, el aprendizaje mediante consecuencias diferenciales perdura más en el tiempo.

Así es más fácil recordar qué pastilla toca tomar

El procedimiento de consecuencias diferenciales también ha resultado útil para mejorar la memoria de reconocimiento en personas mayores. Por ejemplo, imaginemos que un grupo de gente mayor tiene que memorizar un conjunto de caras. Tras un intervalo de tiempo variable aparece un rostro y cada persona debe decir si era uno de los que tenía que memorizar.

Por lo general los mayores suelen tener problemas para recordar las caras con el paso del tiempo. Pero si el recuerdo tiene siempre la misma consecuencia (por ejemplo, un determinado paisaje, un mensaje positivo, o un regalo concreto) esa memoria apenas se ve afectada. Un resultado similar lo encontramos con personas mayores con un diagnóstico de enfermedad de Alzheimer.

¿Podemos ayudar a nuestros mayores con estas técnicas a recordar la medicación que deben tomar y cuándo deben hacerlo? Primero tienen que aprender qué enfermedad va con qué pastilla, o qué pastilla se toma en cada momento del día. Por ejemplo, la de color azul hay que tomarla por la noche, y la de color blanco y rojo, por el día.

Lo que hemos encontrado es que cuando las consecuencias son únicas para cada asociación entre cada pastilla y su momento de la toma, tanto el aprendizaje como el recuerdo mejoran. Es decir, cuando utilizamos consecuencias no diferenciales, la memoria de las tomas se deteriora considerablemente después de una semana. Sin embargo, si usamos consecuencias diferenciales, apenas hay olvido después de una semana.

Procedimiento de consecuencias diferenciales aplicado al aprendizaje de los medicamentos y el momento de la toma.

En resumen, el procedimiento de consecuencias diferenciales, basado en los estudios de aprendizaje animal, ha resultado ser de gran utilidad para mejorar parte de los problemas de memoria que tienen nuestros mayores. Su puesta en práctica es tan sencilla que puede ser fácilmente utilizado por los propios pacientes o por sus cuidadores.

Además, como hemos visto, puede ayudar a aprender y recordar mejor la información importante para lograr una buena adherencia al tratamiento. Esto, a su vez, evitaría posibles consecuencias negativas para la salud de los pacientes mayores.

*Luis J. Fuentes Melero, Catedrático de Psicología Básica. Universidad de Murcia., Universidad de Murcia and Ángeles F. Estévez, Catedrática de Psicología Básica, Universidad de Almería

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.