Aníbal Jarkowski recrea las aventuras (y las desventuras) de Borges obsesionado por una mujer - RED/ACCIÓN

Aníbal Jarkowski recrea las aventuras (y las desventuras) de Borges obsesionado por una mujer

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“‘El Aleph’ es una carta de amor desesperada a Estela Canto”, dijo el poeta mexicano José Emilio Pacheco, y quizás tuviera razón.

Aníbal Jarkowski recrea las aventuras (y las desventuras) de Borges obsesionado por una mujer

En la novela Si, Aníbal Jarkowski recrea a Borges en su relación complicada con Estela Canto, una mujer bohemia y comunista. Es un caleidoscopio nocturno donde se cruzan la escritura, el amor, la sexualidad, la política y muchos viajes en tranvía.

Plus: un libro reúne la obra completa en colaboración que Borges y Bioy Casares publicaron con sus nombres propios y con los alias de H. Bustos Domecq y de B. Suárez Lynch.

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Intervención: Julieta de la Cal

“‘El Aleph’ es una carta de amor desesperada a Estela Canto”, dijo el poeta mexicano José Emilio Pacheco, y quizás tuviera razón. 

Jorge Luis Borges dedicó su cuento más célebre a esta mujer bohemia, comunista y 17 años menor que él, a quien conoció en 1944 en el tríplex de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Con Estela Canto, Borges deseó casarse; en cambio, tuvo una relación llena de obstáculos y de confusiones. 

“Yo había oído que Borges no era exactamente buen mozo, que ni siquiera tenía un físico agradable. Sin embargo, estaba por debajo de lo que yo había esperado”, escribió Canto en su libro de memorias Borges a contraluz (uno de sus catorce libros), publicado en 1989, tres años después de la muerte del escritor. “Yo no le impresioné a él ni bien ni mal. Cuando Adolfito nos presentó, me tendió la mano con aire desatento e inmediatamente dirigió sus grandes ojos celestes en otra dirección. Era casi descortés. E inesperado. En aquellos días yo daba por supuesto que los hombres tenían que impresionarse conmigo”.

Pero, de alguna manera, terminaron enhebrándose en un vínculo que duró algunos años. Según las memorias de Canto, el problema principal fueron las relaciones sexuales: Borges no aceptaba la posibilidad de casarse habiéndolas tenido antes; para ella era justamente al revés. Y, como se sabe, nunca se casaron. “La realización sexual era aterradora para él”, escribió Canto. 

En ese mar bucea Si, la nueva novela del escritor y profesor Aníbal Jarkowski, publicada por Bajo La Luna. Es una novela breve y poderosa, sólida y veloz, adictiva para cualquier borgeano (Jarkowski ciertamente es uno), que abre un caleidoscopio nocturno en la vida de Borges donde se cruzan la escritura, el amor, la sexualidad, cierto erotismo un poco perverso, la política, muchos viajes en tranvía y una ciudad de Buenos Aires poblada de gente al acecho.

La trama está situada en el momento en el que Borges está por renunciar al trabajo (humillante) de inspector de aves, da sus primeras conferencias literarias y se engancha con Canto.

Sobre Si, Santiago Llach escribió que para algunos puede ser poco interesante o impúdico meterse en las intimidades de un gran creador, pero para Jarkowski es el motivo de una indagación sobre el vínculo entre intimidad personal y creación artística. Y yo agrego que el universo que despliega Jarkowski es fascinante porque la vida de Borges fue fascinante.

En la entrevista que sigue, el autor de Si explica el rol de las mujeres en la obra y en la vida de JLB.

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Borges y Canto.
  • En Si vemos a un Borges sexualizado y deseante. ¿Por qué no solemos concebir así a Borges? ¿Qué te llevó a recrearlo desde esta cualidad?
    Creo que, por un lado, lo que hice fue prestar atención a ficciones de Borges y documentos que hacen referencia, de manera más o menos franca, más o menos velada, a experiencias personales de Borges. Es una esfera significativa de la vida humana y en todas mis novelas trato de representarla, desarrollarla porque allí hay una verdad que sentimos tan intensa como compleja. Tal vez se tienda a no pensar en un Borges sexualizado porque, por un lado, es una dimensión de la intimidad que Borges no quiso convertir en mercadería para la cultura de masas; mientras que, por otro, la figura pública de Borges se nos aparece siempre como la de un hombre mayor, vestido con trajes grises y camisas blancas, como si se hubiese salteado vivir la juventud.
  • ¿Cuánto influyeron las mujeres en su obra?
    Muchísimo, como en la obra de cualquier varón. Las mujeres son tanto tema de sus ficciones como también un particular tipo de vínculo humano sobre el cual imaginar. Podrá ser algo anacrónico para estos tiempos, pero creo que Borges pertenece a aquel mundo donde para los varones las mujeres son la diferencia, la cercanía de lo distante.

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En su biografía de Borges, el inglés Jason Wilson cuenta que el escritor y Estela Canto solían caminar por Buenos Aires, y que Parque Lezama se convirtió en su lugar de encuentro favorito. Wilson dice que ella nunca se sintió atraída por Borges como hombre; prefería aventureros y espías. Pero le encantaba su conversación. 

“Me quería. Yo lo admiraba intelectualmente y gozaba con su compañía. El amor de Borges era romántico, exaltado. No era sentimental, sino lírico. Pero yo no podía amarlo”, escribió Canto en sus memorias. “En un plano más doméstico, me convertí en la ‘novia’ de Borges, aunque nunca me consideré tal. No me gustaba la idea de ser ‘novia’ en el antiguo sentido de la palabra. Pero la pasión y la dedicación de Borges eran halagadoras y yo las aceptaba”.

Solo se besaban de vez en cuando: “Sus besos, torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente”, anotó ella. 

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  • El año pasado salió Borges y yo, de Jay Parini. Ahora Si. Borges se vuelve un personaje en acción. ¿Dirías que tuvo una vida a la altura de sus cuentos?
    ¿“A la altura”? ¿Habría algo más alto y algo más bajo? Creo que Borges era sincero cuando se reprochaba su propia obra. Esa insatisfacción es lo normal para cualquier artista sincero ante sí mismo. Más seguro es imaginar que Borges valoraba, como cualquiera, su vida por encima de sus libros, como también es más seguro imaginar que lamentara el hecho de que, para consagrar su vida a leer y escribir, hubiera tenido que postergar y hasta perder mucho de su vida posible, la que al fin no fue. Elegir un sendero es no seguir otros que también pudieron ser, pero no fueron. No es una experiencia borgeana, sino humana. Algo de eso hay en mi novela cuando se le presenta la disyuntiva entre aceptar, o no, el traslado como inspector de mercado.   

La última parte de Si es un monólogo de Estela Canto, internada —se adivina— en una clínica psiquiátrica. Ahí, Jarkowski recrea una mirada aguda sobre un hombre fuera de serie, inagotable, un hombre cuyas huellas de pies pequeños (Canto dixit) seguiremos, parece, por mucho tiempo:

Borges vino a verme.

Me trajo este cuaderno. Es increíble, pero no se me había ocurrido que podía escribir estando acá. Como si hubiera pensado que recién volvería a escribir cuando salga.

Contra lo que piensan los demás, que lo creen frío, cerebral, casi inhumano, es muy sensible y eso lo hace y lo hará sufrir.

Nadie parece darse cuenta de que es desdichado. En el fondo piensan que es un monstruo, aunque lo que él escribe nos expresa a todos mejor que nadie; sólo que no nos damos cuenta de las cosas hasta que las vemos escritas por él.

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Borges y Bioy Casares.

Borges: cada año aparecen más libros de él, sobre él, y con él. Este último es el caso de Alias, un libro que reúne la obra completa en colaboración que Borges y Bioy Casares publicaron con sus nombres propios y con los alias de H. Bustos Domecq y de B. Suárez Lynch.

“Borges y Bioy Casares compartieron 50 años de amistad literaria, buena parte de los cuales los pasaron encerrados, escribiendo juntos”, anota en el prólogo Alan Pauls. “Eran el mismo otro: un tercer escritor, inasimilable a uno tanto como al otro, profundamente excéntrico. De ahí que Bustos Domecq y Suárez Lynch —los alias con que formalizan la existencia del Tercer Escritor— sean algo más que seudónimos. Son escritores de derecho, tan autores como los autores que los inventaron”. 

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Nos vemos por ahí,
Javier