Desde Lisboa, ciudad en la que vive y trabaja desde hace años, Andrés Malamud mira y analiza la política argentina con precisión de bisturí. Combina la perspectiva que le da la distancia con el primer plano, fruto de sus muy frecuentes visitas para dar clases y charlas en todo el país. Malamud nació en Olavarría, se recibió con honores en la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires y después hizo un doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en el Instituto Universitario Europeo. En esta entrevista, describe la situación de inercia y desconcierto del PRO, el radicalismo y el peronismo, y explica porqué Javier Milei es un líder ideológico que aprende a ser pragmático por necesidad.
—¿Cómo ves el escenario político argentino, el lugar de sus principales actores?
—Veo inercia y desconcierto. Inercia porque siguen siendo los mismos actores los que gobiernan a nivel subnacional y en el Congreso, y desconcierto porque no solo no saben cómo actuar, sino que en algunos casos están en el estado líquido.
—¿En qué sentido?
—En el PRO es altamente improbable que las palomas extremas de Larreta terminen jugando con los halcones extremos de Bullrich, que son más mileístas que Milei. El radicalismo por ahora se mantiene unido, pero la tensión entre la dirigencia y los votantes urbanos y los del interior es enorme. Y en el peronismo lo que tenemos es un kirchnerismo en desdoblamiento, entre el hijo biológico y el hijo político de la expresidenta.
—El radicalismo es una suerte de archipiélago de intereses, ¿qué podría ordenarlo?
—Te digo primero lo que no lo va a ordenar. La elección intermedia, la economía y el éxito de Milei. Sí puede ordenarlo la elección presidencial, que la economía se haya resuelto, y que a pesar de eso Milei no sea un presidente reelegible. Esto es pensable porque la mayor parte de los presidentes en las Américas hoy no es reelegible. Es un escenario en el cual Milei es Remes Lenicov, el que hace el ajuste, y el radicalismo pueda plantearse como Lavagna, el que reconstruye.
—Supongamos que Milei es Remes Lenicov, ¿quién en el radicalismo puede personificar esa próxima etapa?
—Hay dos candidatos naturales o auto promovidos: Facundo Manes y Martín Lousteau. Los dos provienen del centro metropolitano, aunque el origen de Manes es Salto, en el interior bonaerense, él hizo su carrera desde los medios porteños, que son los medios nacionales. Y esto es una mala noticia para los radicales del interior, porque los gobernadores no tienen trascendencia mediática y no penetran en el conurbano. La excepción, el tercer nombre, podría ser Maxi Pullaro, el gobernador de Santa Fe, por dos razones. Primero, porque gobierna una de las cuatro provincias centrales, y segundo, porque es el que enfrenta una de las dos prioridades en la demanda de los argentinos.
—Que son la inflación y la inseguridad.
—Exacto. Por la inflación el radicalismo no puede dar respuesta, no tiene antecedentes, por la inseguridad no hay nadie mejor colocado que Maxi Pullaro: gobierna la provincia más complicada, habiendo sido ministro de Seguridad durante cuatro años. Y ahora está enfrentando al narcotráfico. Si tiene éxito, será el mayor responsable, junto con Patricia Bullrich, por resolver uno de los dos problemas que para los argentinos es más grave.
—Para el PRO, ¿hay un lugar entre Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta? ¿O todo el PRO deberá definirse por una u otra posición?
—Yo creo que Larreta está fuera de juego y lo que hay en el medio es Mauricio Macri. Macri no tiene chance de cogobernar con Milei, pero sí con Victoria Villarruel. El plan B del PRO es la vicepresidenta, y esto no es golpista, esto es el remedio constitucional para casos de fracaso presidencial. Nadie está empujando a Milei. Nadie. Pero si Milei se cae, la Constitución tiene la solución. Y en esa solución, Macri tiene un espacio, y Bullrich no.
—Vamos al peronismo. Mencionaste la pelea entre los hijos de Cristina Kirchner, el biológico, Máximo, y el ideológico, Kicillof, ¿Qué pasa con los gobernadores peronistas?
—En los 40 años de la democracia, este es el momento en el que el peronismo tiene menos gobernaciones. De esos gobernadores hay dos que se destacan, por sus capacidades individuales y por el tamaño de sus provincias, que son Martín Llaryora en Córdoba y Axel Kicillof en Buenos Aires. Hoy, el futuro candidato a presidente peronista está ahí.
—La política argentina en los últimos 25 años estuvo estructurada alrededor de la grieta kirchnerismo-antikirchnerismo. ¿Esa grieta sigue siendo relevante?
—Esa grieta tiene alguna entidad sobre todo en gente como nosotros, o sea, viejos. Pero desapareció en el sector demográfico que explica a Milei: jóvenes de 16 a 35 años. Para esos jóvenes, esa grieta no tiene sentido. Y ahí tampoco hay grieta social: los repartidos y los chicos cripto son mileístas. Jóvenes, sobre todo varones, de sectores populares y de clase media, explican a Milei.
—¿Es un fenómeno global? Jóvenes, heterosexuales, blancos, son el principal apoyo de muchos líderes de derecha en el mundo.
—Totalmente. Milei es un exponente nacional de un fenómeno global: la brecha de género entre los jóvenes. ¿Qué significa esto? En toda generación, los más jóvenes son más progresistas que los más viejos. Los jóvenes son hormonalmente más propensos al riesgo, y además tienen menos activos que perder. A los 20 no tenés mucho que perder, a los 40 tal vez tenés una casa, un trabajo y eso te hace más adverso al riesgo.
—Pero hoy esos jóvenes son más conservadores.
—Es la primera vez en la historia que hay un sector de jóvenes más reaccionario que sus padres, y son los varones, no son las mujeres. Las mujeres repiten el patrón histórico, los varones, no.
—¿Cómo se explica?
—Es la reacción contra lo políticamente correcto. El pensamiento políticamente correcto incluye el feminismo, el lenguaje inclusivo, la identidad de género y la cultura de la cancelación.
—Es parte del péndulo anti-woke.
—Exacto. Los varones blancos heterosexuales pasaron de ser reyes de la creación a material cancelable. No tienen un rol model. En cambio si vos sos homosexual, sos negro, sos minoría de cualquier tipo, tenés un lugar asignado, una dignidad. El varón blanco heterosexual pasó del cielo al infierno, y ahí aparece el resentimiento contra lo políticamente correcto.
—Vamos a hablar de Melei. Pensando en su biografía, El loco, te hago una pregunta respetuosa. ¿Es o se hace? ¿Cuánto hay de resorte y cuánto de estrategia?
—Es y se hace. Las dos cosas. Ahí hay un material psicológico que un politólogo no está en condiciones de evaluar, pero que tiene rasgos de traumas familiares y prácticas estrambóticas... Todo esto le sirvió para diferenciarse de los políticos convencionales. Y una vez que se diferenció y tuvo feedback positivo, llega la retroalimentación.
—Siguiendo tu razonamiento, en el caso de que le vaya bien o de que tenga éxito, es posible que estos atributos se exacerban.
—Totalmente. Aunque sí como imagen, pero posiblemente, no como práctica.
—¿Milei es un líder ideológico o pragmático?
—Ideológico. Él se considera a sí mismo un mesías del anarcocapitalismo, que transitoriamente es presidente de Argentina.
—Pero en enero la ley bases tenía 600 artículos y ahora están negociando la coma en 200. ¿No hay pragmatismo ahí?
—Pero es un pragmatismo fruto del aprendizaje y la necesidad. Él no era pragmático, se torna pragmático. Y fijate que la pureza es de su discurso, no de su práctica.
—Hablando de su discurso, en su confrontación con el presidente español, Pedro Sánchez, ¿cuánto hay de ideológico, cuánto de juego para la tribuna?
—Buena pregunta, porque son los dos los que se benefician de esta pelea. A ambos les conviene tener al otro enemigo. Pero lo que hizo Pedro Sánchez fue infinitamente peor que lo que hizo Milei. Sánchez hizo campaña por su adversario… Esto no es para disculpar a Milei, sino para poner en el escenario que acá hay beneficio mutuo en el enfrentamiento.
—Es decir que no habría que esperar que este conflicto desescale a corto o mediano plazo.
—Es difícil saber, porque Milei ya dijo que él no piensa retirar a su embajador. ¿Y qué va a hacer España? ¿Va a dejar a su embajada sin embajadora?
—¿Cuán preocupadas debería estar el mundo diplomático de que esto afecte las verdaderas relaciones o los negocios entre ambos países?
—Los diplomáticos tienen que estar desesperados porque esto demuestra cuán poco necesarios son. Los empresarios creo que no deberían estar tan preocupados porque esto no mueve un euro. Nadie desinvierte en Argentina ni deja de comprar o vender por un escándalo político-diplomático.
—Milei es un primerizo en el poder, y llegó sin estructura. ¿Desarticula el estado por diseño, por impericia o por desinterés?
—A ver. Trump era un primerizo, pero alquiló un partido político. Bolsonaro no era un primerizo, tenía 28 años de diputado federal, pero no tenía partido. Milei es la conjunción de las dos carencias. Es primerizo como Trump, pero no tiene partido. Hay en él una única prioridad por lo económico, y todo lo demás lo aburre. Así que al principio descuidó la gestión y descuidó la rosca. Con el tiempo aprendió a apreciar la rosca porque se la hace la hermana.
—Y entiende que necesita equipo.
—Ahí reclutan. El gobierno de Milei eran dos familias: dos Milei (él y su hermana) y dos Caputo (Toto y Santiago). Ellos le hacen el marketing, y le hacen economía. Ahora son tres familias, porque se sumaron los Menem. Es decir que son seis. Esa es su mesa chica. Pero todavía no aprendió a apreciar la gestión. Y ahí es donde desechó el auxilio de Macri, que le podía ofrecer unos cuantos funcionarios.
—Hagamos un ejercicio de ficción. Supongamos que en los próximos meses la inflación se instala alrededor de los 3 puntos. ¿Qué viene después?
—Hoy Milei es desinflación y expectativas. Cuando se le acabe la desinflación, ¿cómo hace para mantener las expectativas? Resuelto el miedo a la hiperinflación, se instala el miedo al desempleo. Y esto no se arregla sin reactivación. La experiencia que tenemos del siglo XXI es que la recuperación no empieza en el segundo semestre, sino en el segundo año.
—Es decir…
—La del segundo semestre es la curva que se comió Macri, que se la va a comer Milei si sigue pensando eso. Su dilema es cómo construir un puente entre el primer semestre de este año y el primero del año que viene, que es cuando empezaría la recuperación.
—Hace algunas semanas Milei le dijo a los empresarios que él se encargaba de la macro, pero que el resto dependía de ellos.
—Fue en encuentro del Llao Llao. Yo estaba ahí, en ese discurso. Dijo además una cosa fascinante: explicó cómo fue la historia del cruce del Mar Rojo. Está Moisés frente al Mar Rojo, y le dice a los judíos, perseguidos por el faraón: “crucen, porque Dios me dijo que va a abrir las aguas”. Y los judíos miran al mar y las aguas están cerradas, entonces los tipos no quieren. Consultan a Moisés, que le pregunta a Dios: “¿estás seguro?” Y Dios dice, sí, avancen y las aguas se van a abrir. Entonces avanzan y las aguas se abren. Milei les dice a los empresarios: “tengan fe, confíen, inviertan”.
—Toda una narrativa anclada en la fe. En un mundo al que le faltan narrativas, ¿esto es un activo o un riesgo?
—Lo veo como un riesgo, pero es un riesgo necesario. Y ahí otra vez, su personalidad y su estrategia coinciden. Sin expectativa, su programa fracasa mañana. Desde ahí instala esa confianza, esa convicción. Max Weber hablaba de los liderazgos carismáticos, que son de tres tipos: el líder guerrero, el demagogo, y el profeta.
—Milei es el profeta.
—Lo que le permite construir la expectativa sin la cual su programa y su gobierno se terminan mañana.