¡Buenos días! Un participante de Gran Hermano aludió a supuestos actos de corrupción del Presidente Fernández y el tema se convirtió en centro del debate público. Un hecho político en el que la comunicación tiene algo que decir.
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Circo. “Mi mejor amigo, desde la primaria, es Claudio Ferreño, la mano derecha de Alberto Fernández. Lo conozco hace 35 años. Alberto Fernández me coimeó un montón de veces. Lo conozco muy bien”. Así hablaba Walter Santiago, alias Alfa, en la casa de Gran Hermano, delante de algunos miles de fans del programa. Luego, el exabrupto se extendería al puñado intenso que dedica sus días y sus noches a los debates en Twitter. Hasta acá, la frase incomprobable de un desconocido dicha a una audiencia relativamente acotada y no especialmente interesada en la política.
Unas horas más tarde, la vocera presidencial Gabriela Cerruti subía al ring al ignoto Alfa: “Habiendo tomado conocimiento de los dichos vertidos sobre Alberto Fernández por un participante del programa Gran Hermano que transmite Telefé, nos vemos obligados a decir que el Presidente no tiene información sobre esta persona ni recuerda haberla conocido”, dijo en un tuit. Luego, se abocó a la defensa de la integridad de Fernández y amenazó con iniciar causas legales contra Santiago, la productora del programa, el canal y quien se ponga delante. De paso, elevó a Alfa a la categoría de celebrity y logró que la honestidad de Fernández se convirtiera en tema de debate.
El caso, que a primera vista parece simple torpeza, presenta ángulos que vale la pena considerar:
- Volumen. Está en el ABC de los manuales de crisis evaluar con cuidado los pros y los contras de responder frente a un mensaje desafortunado que no necesariamente conoce todo el mundo. Dejarlo pasar y que permanezca en el nicho o responder y darle mayor visibilidad, esa es la cuestión. Cerruti optó por apagar el fuego con nafta: ahora es debate nacional lo que era conversación de unos pocos.
- Proporción. Si se decide responder, cómo, hasta dónde. Un comunicado escueto de Presidencia de la Nación quizá hubiera bastado: no se deja pasar el tema y a la vez se evita escalarlo excesivamente. No fue el caso: a los tuits de Cerruti se sumaron los de Gregorio Dalbón, abogado de Fernández, amenazando con iniciar una demanda civil contra Alfa. Luego, el propio Presidente le dijo a C5N: “No me voy a quedar callado cuando me agredan en cosas con las que yo no tengo nada que ver”. Más nafta.
- Diferenciación. Lo que parece una desmesura, quizá tenga una explicación: en política, quien no se distingue, muere. Empieza a hacerse evidente que el Presidente quiere ahora mostrarse distinto de la Vicepresidenta: hace pocos días desafió a los empresarios en el coloquio de IDEA a que dijeran si alguien de su gobierno les había pedido coimas —buscaba el contraste con el de CFK—, y ahora volvió a la misma idea: soy honesto, no como otros…
- Agenda. Casi tan importante como no caer en la irrelevancia es imponer el tema de conversación. Lo saben todos los políticos. Aunque discutible, la reacción del Presidente convierte el entredicho con Alfa en tema de debate nacional. Con esto, Fernández toma el centro de la escena y por unos días eclipsa el protagonismo del ministro de Economía, Sergio Massa. De paso, deja de hablarse de la inflación y de las penurias económicas de los argentinos. Ya que no hay pan, que haya circo.
Miembros de la oposición y varios periodistas tildan ahora de autoritario al Presidente por pretender callar a quien lo acusa e insisten en que los problemas reales de los argentinos son otros, muchos más graves que los exabruptos de Alfa. Esgrima verbal. Mientras, pasan los días y la Copa del Mundo se acerca, asegurando un mes de anestesia. Luego, el verano. Y ya estamos del otro lado. Nadie sabe cuál será la gota que rebalse el vaso.
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Tres preguntas a Robb Willer. Es un sociólogo y psicólogo social estadounidense experto en temas de política, moral y cooperación. Es profesor de Sociología, Psicología y Comportamiento Organizacional en la Universidad de Stanford.
—¿Por qué te interesaste por el tema de la polarización?
—Es claro que la polarización se está acentuando en los Estados Unidos. El debate entre la izquierda y la derecha está en su peor momento. Eso, que intuimos, se confirma con la investigación académica: progresistas y conservadores se están distanciando cada vez más. El muro que los separa en dos silos ideológicos se alimenta consumiendo medios y noticias diferentes, que confirman lo que ya piensan, y hasta los mueve a vivir en partes distintas del país. Lo más alarmante es que crece la animosidad en ambos bandos: no quieren ser amigos, no quieren salir con una persona del otro grupo, o si lo hacen, deja de resultarles atractiva cuando descubren que está en el bando opuesto. No quieren que sus hijos se casen con personas que están del otro lado. Yo les pregunto a mis alumnos en qué tipo de película estamos: si es cine catástrofe, si es una de guerra… pero hay consenso en que estamos más bien en una película apocalíptica con zombies. Gente que no piensa por sí misma, circulando en masa, propagando una enfermedad y destruyendo la sociedad. El problema es que uno tiende a pensar que es de los buenos, y que todo ese odio y polarización es culpa de los otros. El tema es que del otro lado pasa lo mismo: hay quien piensa, honestamente, que ellos son los buenos y nosotros los zombies.
—¿Cuál es la raíz de la polarización política?
—Somos todos parte de este problema y lo bueno es que, por eso mismo, podemos ser también parte de la solución. ¿Qué podemos hacer para comunicarnos, para conectar con nuestros contrincantes políticos? Es lo que nos venimos preguntando mi colega Matt Feinberg y yo desde hace algunos años y es el tema que investigamos. Una de las cosas que descubrimos es que la polarización política está basada en una división moral que es más profunda. Uno de los hallazgos más importantes de la psicología política muestra que progresistas y conservadores tienden a apoyar valores diferentes en distintos grados. Los progresistas, por ejemplo, apoyan las ideas de equidad, igualdad de oportunidades, cuidado y protección. Los conservadores apoyan la lealtad y el patriotismo, el respeto a la autoridad y la pureza. Esto sirve para entender cómo un bando habla con el otro, y por qué muchas veces no se puede llegar a un entendimiento.
—¿Cómo se sale de esta confrontación que parece inevitable?
—Hicimos una investigación en la que convocamos a progresistas y les pedimos que escribieran ensayos para persuadir a los conservadores acerca del casamiento entre personas del mismo sexo. Comprobamos que la mayoría de los argumentos eran en torno a “tener los mismos derechos que los demás” y solo el 9% de los ensayos usaron argumentos cercanos a los valores conservadores. Hicimos la misma prueba con los conservadores, con otro tema, y el resultado fue muy parecido. El desafío es que los valores morales son muy profundos. La gente lucha y muere por ellos. ¿Por qué los dejarían de lado solo para llegar a un acuerdo? Creo que hay un camino posible y es una técnica a la que llamamos “reencuadre moral”. Menciono un ejemplo: un ensayo sobre cambio climático encuentra apoyo entre los progresistas casi sin importar el argumento. En cambio, es rechazado por los conservadores cuando se usan argumentos sobre “cuidado ambiental” y logra bastante apoyo cuando se habla de “pureza de la naturaleza”. En este segundo caso, se les habla del valor que apoyan y se evita lo que les genera rechazo. Entender el valor que defiende el bando contrario es parte clave de la solución.
Las tres preguntas a Robb Willer están tomadas de la presentación “How to have better political conversations” dada originalmente en el contexto de TEDxMarin. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.
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Guía para el futuro. PR Daily tuvo su 2022 Strategic Communications Conference, y de ahí se derivan algunas conclusiones que resume este artículo de Allison Carter. Algunas de los más relevantes: 1) Alocá recursos donde los empleados agregan valor; 2) Da prioridad a la marca empleadora, 3) Asumí el riesgo de dar un mensaje con propósito, que requiere un nivel de humanidad radical; 4) Preguntá, escuchá, revisá tus propios privilegios; 5) Cuestionate tu organización, tu modelo de negocios, tu liderazgo, el mundo que te rodea; 6) Convertí a tu organización en una generadora de noticias que construye audiencias y promueve afinidad y compromiso. Y así varias más, todas pertinentes.
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Academia. Los valores políticos expresan valores personales básicos. Este artículo de Schwartz, Caprara y Vecchione prueba cómo la estructura motivacional de los valores personales restringe y da coherencia a los valores políticos fundamentales. También que los valores políticos median las relaciones de los valores personales básicos con el voto: a modo de ejemplo, la prevalencia de ciertos valores en los italianos adultos antes de las elecciones nacionales de 2006 explica el apoyo que obtuvieron los ocho candidatos principales y permitió predecir la votación con un grado de precisión bastante notable. Dime en qué crees y te diré cómo votarás.
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Oportunidades laborales
- The Institute for Study Abroad mantiene abierta su búsqueda de Director, Argentina.
- LLYC continúa su búsqueda de Director/a de Deep Digital Business.
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]
¡Hasta el miércoles que viene!
Juan
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