La escena se repite diariamente en el área pediátrica de un hospital: un niño va rumbo al quirófano en una silla de ruedas. Pero tiene ligeras variantes que la convierten en algo único: quienes lo llevan son payasos con guardapolvo blanco y narices rojas y el camino está lleno de risas y morisquetas.
No se trata de una ficción sino de la implementación a modo de piloto del último programa de la agrupación Alegría Intensiva, una ONG de artistas profesionales que busca mejorar la experiencia hospitalaria de niños y adolescentes, pero también de sus familias e incluso del personal sanitario mediante el uso de técnicas de clown y de otras disciplinas como el canto, la música y la actuación.
La propuesta, inevitablemente, hace pensar en la inolvidable película Patch Adams, protagonizada por Robin Williams, sobre un médico que encuentra la manera de aliviar a sus pacientes a través de la risa. Sin embargo, como los integrantes de Alegría Intensiva no son médicos sino actores y actrices de profesión, se referencian más con Michael Christensen, un clown de un circo de Nueva York, que descubrió su vocación después de visitar la sala de internación de un hospital. En 1986, Christensen creó la Clown Care Unit (Unidad de Cuidado Clown) y se dedicó a reclutar artistas profesionales para alegrar la estadía de los pacientes en los hospitales de Manhattan.
Su iniciativa se replicó en diversos países del mundo. En la Argentina, la asociación civil Alegría Intensiva nació hace 15 años y desde entonces le sacó sonrisas a un millón de pacientes.
Alegría y risas para los pacientes internados en ocho hospitales del AMBA, sin descuidar las medidas de seguridad. (Imagen: gentileza Alegría Intensiva)
Andrés Kogan, director ejecutivo de la ONG, cuenta que tienen programas de payasos de hospital en ocho centros de salud (el Garrahan, el Sor María Ludovica de La Plata, el Elizalde, el Gutiérrez, el Houssay de Vicente López, el Fernández, el Posadas entre los públicos y en las clínicas Bazterrica y Santa Isabel). “El año pasado implementamos en el Elizalde un plan piloto de acompañamiento de los pacientes hasta el quirófano, incluso mientras hace efecto la anestesia y luego cuando se despiertan”, agrega, seguro de que para un chico la instancia de operación se hace más llevadera con el acompañamiento de los payasos. En todos los casos, pero especialmente cuando acompañan el camino al quirófano, los artistas respetan todas las condiciones de bioseguridad: usan delantales descartables, barbijos y respetan cada una de las indicaciones de los médicos.
La experiencia de acompañamiento a una intervención es pionera en la Argentina. La ONG venía soñando con implementar la idea desde que la vieron funcionar en el quirófano del Hospital Sant Joan de Déu Cataluña realizada por el grupo Pallapupas. En 2023, Silvina Sznajder, una de las directoras artísticas de Alegría, tuvo una experiencia de capacitación con el grupo de payasos catalanes y desde la ONG argentina dedicaron el resto del año a darle forma a la idea, preparar al equipo y poner en marcha la prueba piloto en el Elizalde. Hoy el programa funciona en este hospital y es un ensayo que crece en el Garrahan.
Kogan recuerda las emociones que se dan en esos viajes al quirófano: “El año pasado, durante un traslado, una de las payasas iba cantando sobre el invierno. Jugando, decía que era muy desolador, que las hojas se caían, y la otra payasa le pedía que cantara algo más lindo, con más esperanza. Ahí se creó una complicidad con la mamá que iba llorando y empezó a reirse. Entre la música y las palabras, sobrevolaba la metáfora de que a veces los inviernos son menos fríos si son compartidos, de que a veces la espera de la primavera se hace más corta cuando es compartida”.
El acompañamiento llega hasta que la anestesia hace efecto y en cuanto el niño se despierta. (Imagen: gentileza Alegría Intensiva)
Kogan destaca que los 23 artistas que participan de las intervenciones en los hospitales —que funcionan dos veces a la semana cinco horas en cada uno de los centros de salud—, tienen una formación de más de diez años. “Además de actuación y técnicas de clown, deben comprender las condiciones de fragilidad del ámbito hospitalario y conocer las normas de bioseguridad y respetarlas”, precisa. También cuenta que a lo largo de los años, los payasos que comenzaron interactuando en la sala de espera se fueron haciendo un lugar en las internaciones, en la terapia intensiva y, ahora también, en los quirófanos.
A la hora de describir la transformación que una nariz colorida, un sombrero y las piruetas de los integrantes del elenco generan en los pacientes, Kogan se entusiasma: “Conocimos a los payasos de hospital en Cataluña y en Brasil y quisimos replicarlo —junto con un socio que luego dejó el proyecto— en la Argentina. Considero que su presencia en la internación es revolucionaria. Hacen que vuelvan a ingresar la música, el color y el juego, propios de la infancia, que se pierden en un contexto de hospital. Los chicos tienen que dejar la escuela, los juguetes, los amigos. Es una situación traumática y patológica pero se reconocen en esos payasos que aparecen con guardapolvo blanco, proponiéndoles actividades, proponiéndoles volver al juego”.
Los juegos y el color también llegan a las salas de internación. (Imagen: gentileza Alegría Intensiva)
La importancia de las sonrisas se multiplica cuando llegan en el momento más angustiante: antes de una operación. En las redes sociales de Alegría Intensiva hay varios registros de los momentos en que los integrantes del equipo acompañan a algún pequeño paciente hasta el quirófano, entre risas y juegos. “¡¡¡Est es la parte menos dolorosa de los momentos previos a la cirugía!!! Gracias por hacer todo más lindo”, comenta en una de esas publicaciones Alma, de 8 años.
Sin embargo, no solo los chicos internados se benefician con la presencia de Alegría Intensiva. Así lo cuenta el director del grupo, quien es pediatra de profesión: “Los médicos y las enfermeras se asombran de verlos sonreír a los chicos y a las familias; por un ratito, dejan de ser el sostén de la escena y se permiten descansar, llorar o reírse con los chicos”.
“Ellos asisten a los chicos del Hospital de Niños de La Plata. Crean magia. Es increíble lo que hacen”, se entusiasma la doctora Gabriela Perego, jefa de sala del hospital platense.
Flamenco rumbo al quirófano para tranquilizar al paciente pequeño. (Imagen: gentileza Alegría Intensiva)
Multiplicar la ayuda
Aclara Kogan que cada uno de los integrantes del elenco tiene un sueldo por el trabajo que hace, y que los gastos de implementación de los programas llegan desde diversas fuentes de financiamiento: donantes individuales que buscan ayudar, empresas que lo hacen a través de sus iniciativas de responsabilidad social empresaria y programas de subsidios tanto de la Argentina como del exterior. “Nos presentamos a todas las convocatorias de fondos públicos”, grafica el director ejecutivo, y admite que algunas iniciativas no pueden continuarse por falta de fondos: “Teníamos un programa de presentación de espectáculos en hospitales. Implicaba concebir el hospital como un espacio para la cultura y hacer una curaduría de obras que puedan adaptarse al ámbito hospitalario. Llegamos a presentar un grupo que tocaba las canciones de María Elena Walsh en ritmo de rock. Pero lo suspendimos porque nos faltó el financiamiento”.
Los cursos de formación de payasos de hospital son un modo de financiarse y de replicar la ayuda. En 2023 fueron cinco y, este año, ya están convocando para iniciar nuevos cursos presenciales en Buenos Aires y La Plata y virtuales para gente interesada de cualquier lugar del mundo.Tienen tres niveles anuales. Y si bien los participantes no están obligados a abonar un monto establecido por mes, se les pide que realicen donaciones regulares para ayudar a sustentar los programas.
Los cursos de perfeccionamiento, una posibilidad de replicar el proyecto y de compartir su experiencia. (Imagen: gentileza Alegría Intensiva)
Las clases para aspirantes a payasos de hospital están a cargo de la directora artística de Alegría Intensiva Irene Sexer, actriz y clown, con 25 años de experiencia en actuación y dirección teatral, quien actualmente ensaya Las Inolvidables, una obra que estrenará en abril en el Teatro La Carpintería.
“El centro de formación surge con la idea de poder transmitir esta tarea y nuestra forma de realizarla. Que la gente pueda conocernos y aprender conjuntamente”, explica. Y lo pone en números: en siete años de clases pasaron por las aulas virtuales y presenciales entre 400 y 500 estudiantes. “Muchos siguieron sus caminos como clowns después de hacer el último nivel, que es de prácticas profesionales en los hospitales, donde concurren una vez al mes, acompañado por alguno de los directores para supervisarlos”.
“Como actriz, se me amplió muchísimo la mirada y la conexión con el público a partir del trabajo como payasa de hospital. Dejó de tener importancia lo personal y entendí que podía estar al servicio de la escena”, confiesa.
“Los vi actuando en el Garrahan, mientras visitaba a un sobrinito. No pude creer la conexión que generaban con los chicos y cómo les cambiaba la carita al verlos entrar. Ahora me gustaría aprender a hacer lo que ellos hacen. Son de muchísima ayuda”, describe Zoe Campos, una estudiante de Medicina, dispuesta a anotarse en los cursos de la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, Kogan advierte que los exalumnos no se suman al elenco, salvo para hacer reemplazos ya que el grupo ya está conformado. “Pero suelen surgir iniciativas de eventos para hospitales o visitas a otros centros de salud. Se han armado algunos grupos pero quizás no tienen tanta regularidad. Es complicado sostener la constancia”, admite. De todos modos, persevera en su idea de sumar nuevos programas para contraponerle alegría y color a la angustia de una internación. Stella Maris Lucheti, una de las fans de estos payasos de hospital, los define así: “Son ángeles en la tierra. Solo hay que ver lo que hacen para sacarles una sonrisa a los chicos que sufren”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.