Los beneficios que los Estados Unidos obtienen de tener la principal moneda internacional del mundo están disminuyendo con el aumento del euro y la moneda china. Y ahora las guerras comerciales mal orientadas del presidente Donald Trump que tan fuerte han golpeado a las monedas emergentes, incluyendo el peso argentino, acelerarán la pérdida del rol dominante que ha tenido el dólar.
Allá por 1965, Valéry Giscard d’Estaing (entonces ministro de finanzas de Francia) calificó de “privilegio exorbitante” los beneficios que reportaba a Estados Unidos el hecho de que el dólar fuera la principal moneda de reserva del mundo. Pero esos beneficios están disminuyendo con el ascenso del euro y del yuan chino como monedas de reserva alternativas. Y ahora, las erradas políticas de guerra comercial y sanciones a Irán del presidente estadounidense Donald Trump acelerarán el abandono del dólar.
Una ventaja desproporcionada para EE.UU.
El dólar supera a todas las otras divisas como moneda para las transacciones internacionales. Es la unidad de cuenta (o de facturación) más importante para el comercio internacional. Es el principal medio de intercambio para el pago de transacciones internacionales. Es el principal depósito de valor de los bancos centrales de todo el mundo. La Reserva Federal actúa como prestamista de última instancia del mundo, como lo hizo durante el pánico financiero de 2008, aunque debemos reconocer también que los errores de la Reserva ayudaron a provocar la crisis de 2008. Y el dólar es la principal moneda financiera, al estar denominadas en él la mayor parte de las deudas internacionales de empresas y gobiernos.
En cada una de estas áreas, el dólar abarca mucho más de lo que le correspondería según el peso de Estados Unidos en la economía mundial. En la actualidad Estados Unidos genera cerca del 22% de la producción mundial medida a precios de mercado, y alrededor del 15% en términos de paridad de poder adquisitivo. Pero el dólar representa más de la mitad de la facturación, las reservas, los pagos, la liquidez y la financiación del mundo. Su principal competidor es el euro, mientras que el yuan asoma a la distancia en tercer lugar.
La función que cumple el dólar como principal moneda del mundo otorga a Estados Unidos tres importantes beneficios económicos. El primero es la capacidad de financiarse en el extranjero en dólares. Un gobierno que se endeuda en moneda extranjera puede quebrar; no es así cuando se endeuda en su propia moneda. Más en general, el papel internacional del dólar ofrece al Tesoro de los Estados Unidos más liquidez y tipos de interés más bajos al momento de endeudarse.
Una segunda ventaja tiene que ver con la actividad bancaria: Estados Unidos, y más precisamente Wall Street, obtiene importantes ingresos de la venta de servicios bancarios al resto del mundo. Una tercera ventaja tiene que ver con el control regulatorio: Estados Unidos administra o coadministra directamente los principales sistemas de liquidación de pagos del mundo, lo que le da importantes herramientas para vigilar y limitar los flujos de fondos relacionados con el terrorismo, el narcotráfico, la venta ilegal de armas, la evasión fiscal y otras actividades ilícitas.
Pero estos beneficios dependen de que Estados Unidos provea al mundo servicios monetarios de alta calidad. La amplitud de uso del dólar se debe a que ha sido la moneda más conveniente, menos costosa y más segura como unidad de cuenta, medio de intercambio y depósito de valor. Pero no es insustituible. En el transcurso de los años, la función de custodia del sistema monetario internacional por parte de Estados Unidos ha tenido serios tropiezos, y el desgobierno de Trump puede acelerar el final del predominio del dólar.
La mala administración fiscal y monetaria de Estados Unidos a fines de los sesenta llevó en agosto de 1971 a la ruptura del sistema de fijación cambiaria basada en el dólar de Bretton Woods, cuando el gobierno del presidente Richard Nixon repudió unilateralmente el derecho de los bancos centrales extranjeros a cambiar sus dólares por oro. Al quiebre del sistema basado en dólares le siguió una década de alta inflación en Estados Unidos y Europa, y luego una abrupta y costosa desinflación en Estados Unidos a principios de los ochenta. La turbulencia del dólar fue uno de los principales motivos por los que Europa inició en 1993 el proceso de unificación monetaria que culminó en 1999 con la creación del euro.
Asimismo, el mal manejo estadounidense de la crisis financiera asiática en 1997 alentó a China a iniciar la internacionalización del yuan. La crisis financiera global de 2008, que comenzó en Wall Street y en poco tiempo se extendió por el mundo a la par que se agotaba la liquidez interbancaria, fue un nuevo aliciente para el abandono del dólar y la adopción de monedas alternativas.
Las políticas de Trump debilitarán el rol de Nueva York como centro financiero global
Ahora es casi seguro que las desacertadas guerras comerciales y sanciones de Trump reforzarán la tendencia. Así como el Brexit está debilitando a la City londinense, las políticas comerciales y financieras de Trump, englobadas en el eslogan “Estados Unidos primero”, debilitarán el papel del dólar y el de Nueva York como centro financiero global.
De las políticas económicas internacionales de Trump, las más trascendentes y erradas son la creciente guerra comercial con China y la reimposición de sanciones a Irán. La guerra comercial es un intento torpe y prácticamente incoherente del gobierno de Trump de detener el ascenso económico de China tratando de asfixiar las exportaciones del país y su acceso a tecnología occidental. Pero si bien los aranceles y las barreras comerciales no arancelarias de Estados Unidos pueden afectar el crecimiento de China en el corto plazo, no cambiarán decisivamente su trayectoria ascendente a largo plazo. Lo más probable es que refuercen la determinación de las autoridades chinas de poner fin a la continua dependencia parcial de su país respecto de las finanzas y el comercio estadounidenses y redoblar la política de fortalecimiento militar, inversión masiva en tecnologías de avanzada y creación de un sistema internacional de pagos basado en el yuan como alternativa al sistema del dólar.
El abandono de Trump del pacto nuclear de 2015 con Irán y la reimposición de sanciones a la República Islámica pueden ser factores igualmente trascendentes de debilitamiento del papel internacional del dólar. Sancionar a Irán se contradice con las políticas internacionales hacia este país. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad seguir apoyando el pacto nuclear y restaurar las relaciones económicas con Irán. Otros países, liderados por China y la UE, empezarán a buscar modos de eludir las sanciones estadounidenses, sobre todo mediante la evitación del sistema de pagos en dólares.
Por ejemplo, el ministro alemán de asuntos exteriores, Heiko Maas, declaró hace poco el interés de Alemania en crear un sistema europeo de pagos independiente de Estados Unidos. Según Maas, es “indispensable fortalecer la autonomía europea mediante la creación de canales de pago independientes de Estados Unidos, un Fondo Monetario Europeo y un sistema SWIFT independiente” (SWIFT es la organización que gestiona el sistema de mensajería internacional para transferencias interbancarias).
Hasta ahora, la dirigencia empresarial estadounidense ha apoyado a Trump, que les prodigó rebajas de impuestos corporativos y desregulaciones. Pese al creciente déficit fiscal, la fortaleza del dólar a corto plazo sigue firme, ya que las rebajas impositivas impulsaron el consumo estadounidense y un alza de tipos de interés que atrae capitales del exterior. Pero en algunos años, las dispendiosas políticas fiscales de Trump y sus imprudentes políticas comerciales y de sanciones debilitarán la economía estadounidense y el papel del dólar en las finanzas mundiales. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que las empresas y los gobiernos del mundo acudan a Shanghai en vez de Wall Street para colocar bonos en yuanes?
Traducción por Esteban Flamini
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible, profesor de Gestión y Política Sanitaria y director del Centro de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia. También es director de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
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