El anuncio del acuerdo con el FMI generó un terremoto político del que todavía no conocemos las consecuencias finales. Se acentúan las diferencias en la coalición de gobierno y la oposición mide cada palabra para evitar cometer errores de cara a su electorado.
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Acuerdo. Primero lo primero: para la mayoría de los argentinos, el acuerdo con el Fondo no es prioridad. Las encuestas y los relevamientos en redes sociales son consistentes: a la gente le preocupa la inseguridad, la corrupción, la pobreza, la inflación y el desempleo. Si arreglamos o no con el Fondo, sólo obsesiona a la elite informada. Sin embargo, cuando se les pregunta a los ciudadanos de a pie si querrían un acuerdo, no importa a quién voten, la mayoría dice que sí. O perdió fuerza el mito de que el FMI es el demonio, o la necesidad tiene cara de hereje y estamos dispuestos a pactar con quien haga falta para evitar que la crisis económica se convierta en el Armagedón. Como sea, ese pragmatismo es novedoso.
El caso, sin embargo, presenta alguna complejidad política: en las filas del gobierno se enfrentan acuerdistas leales al Presidente con aislacionistas fieles a la Vice. La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados oficialistas lleva esta tensión al paroxismo. Y en la oposición se distinguen colaboracionistas pragmáticos que ya adelantaron que apoyarían el acuerdo en el Congreso, de principistas que sólo darán su voto si ven signos inequívocos de que el gobierno empezará a transitar la senda de la austeridad fiscal. Algunos, más extremistas, hasta llegaron a mencionar lo imposible: que Cristina Kirchner bendiga públicamente el acuerdo.
La comunicación del acuerdo con el FMI es un coro que desafina:
- El Fondo. El comunicado dice que el acuerdo es sobre “el sendero de consolidación fiscal”. Tranquiliza al público reticente: “permitiría aumentar el gasto en infraestructura y ciencia y tecnología y protegería programas sociales focalizados”. Y explica el ajuste: “acordamos que una estrategia para reducir los subsidios a la energía de manera progresiva será fundamental para mejorar la composición del gasto público”. Y una alusión velada a la reducción de la emisión monetaria “como parte de un enfoque múltiple para enfrentar la alta y persistente inflación”. Alta sutileza política.
- El presidente. Sintético, sobrio, exculpatorio. Se dirige a los miembros de la coalición de gobierno que no lo apoyan: “Sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro”. E insiste en que el deal “no limita ni condiciona (…), no nos obliga a una reforma laboral, promueve nuestra inversión en obra pública, no nos impone llegar a un déficit cero…” Si señala, elíptico, al macrismo: “La historia juzgará quien hizo qué. Quién creo un problema y quién lo resolvió”. No puede decir más, porque necesita ahora los votos de la oposición en el Congreso. Prudente.
- La vicepresidenta. Silencio atronador. Si su hijo funciona como su vocero oficioso, su carta de renuncia a la presidencia de bloque en Diputados lo dice todo: no comparte “la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), llevada adelante exclusivamente por el gabinete económico y el grupo negociador que responde y cuenta con la absoluta confianza del Presidente de la Nación, a quien nunca dejé de decirle mi visión para no llegar a este resultado”. Traducido: el responsable de lo que venga es Alberto Fernández, nosotros no tenemos nada que ver. Se profundiza la grieta interna.
- La oposición. Múltiples voces. Varios apoyando el acuerdo, aunque aclaran que quieren ver la letra chica, en línea con lo que muestran las encuestas. Otros, más duros, poniendo condiciones incumplibles. Y una y otra vez, alusiones a la responsabilidad, a evitar que los argentinos sufran. El eje de discusión se corre, inevitablemente: ya no se habla del acuerdo, sino de la renuncia de Máximo Kirchner. En privado, alguno arriesga que quizá estemos viendo la ruptura del peronismo. Tierra fértil para 2023.
Duró poco la fiesta del acuerdo con el Fondo. Antes de que el gobierno pudiera capitalizarlo políticamente, el portazo de Máximo Kirchner lo obliga a recalcular. La oposición, por su parte, recuerda las palabras sabias de Napoleón: “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”.
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Tres preguntas a Antoni Lacinai. Es un columnista, conferencista y autor de libros sueco, especializado en comunicación, liderazgo y dinámicas colaborativas.
- ¿Qué importancia tiene la comunicación analógica en el mundo digital?
Los últimos 25 años me los pasé estudiando la efectividad de la comunicación analógica en un mundo cada vez más digital: cosas como qué decimos, cómo sonamos, cómo nos ven, y el modo en que eso contribuye al éxito cuando cooperamos, cuando vendemos algo o cuando lideramos. El que quiere ser un gran líder quiere ser también un gran comunicador, capaz de comunicar con energía, claridad y empatía. Energía para que el otro crea lo que yo creo. Claridad para que el mensaje tenga la menor cantidad posible de malos entendidos. Y empatía para que el otro sienta que me tiene. Y esto es difícil: toma tiempo y fuerza de voluntad ser un experto en comunicación, y es tentador tomar un atajo a través de las herramientas digitales pensando que nos van a llevar a buen puerto. Pero esa tentación es peligrosa, porque el mundo digital puede hacer que perdamos capacidades de comunicación
- ¿Qué desafíos enfrenta la comunicación en un contexto digital?
Primero, que a mayor digitalización, en general menor empatía, especialmente –aunque no solo– entre los más jóvenes: el tiempo que pasamos frente a un dispositivo electrónico es tiempo que no pasamos practicando nuestras habilidades para socializar en el mundo analógico. Segundo, somos cada vez más impacientes: hace 25 años, los expertos en comunicación decían que teníamos capacidad de atención por unos 20 minutos, pero ahora estamos en 3 minutos y medio. Somos la generación que escanea, que busca resúmenes, información rápida y concisa. Tercero, somos constantemente interrumpidos, más que nunca. Y eso aumenta en la medida que agregamos más canales de comunicación. Por miles de años sólo tuvimos dos canales: el lenguaje gestual y la voz. Luego agregamos el lenguaje escrito. Y cuando aparecieron la radio, la TV, y los muchos dispositivos electrónicos que hoy tenemos (computadoras, smartphones, etc.), y el modo en que se potenciaron con las redes sociales, todo eso nos distrae. Se hace más difícil comunicarnos.
- ¿Qué recomendás hacer en este contexto?
Yo creo que hay que reclamar y adoptar de nuevo la comunicación analógica. Hay que recordar que todo comunica: lo que te ponés, lo que comés, lo que manejás, lo que decís… Todo. Si entro a una reunión mirando mi smartphone, comunico que lo que hay en esa pantalla es más importante que las personas que tengo delante. Y que los demás interpretan lo que comunicamos, cada uno desde su propio contexto y sus filtros. Y que tenemos el poder de hacer pensar y sentir a los demás lo que queremos que piensen y sientan. Es básico entender que cuando nos reunimos por primera vez con alguien, esa persona forma un juicio sobre nosotros en los primeros 15 segundos: le gustamos o nos siente como una amenaza. Y alrededor del 70% de nuestras primeras impresiones, permanecen: no nos gusta corregirnos a nosotros mismos y resignificar lo que vimos y hacer nuevos juicios. Y algo que no suele tener en cuenta: es mejor mostrar que estamos interesados que ser interesantes. La gente quiere ser percibida, reconocida, valorada. Si mostramos interés, tenemos toda su simpatía. Si nos esforzamos por ser interesantes, en cambio, competimos.
Las tres preguntas a Antoni Lacinai fueron tomadas de la presentación “6 communication truths that everyone should know” dada en el contexto de TEDxVasa. Para acceder a la charla completa, podés hacer clic acá.
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Sustentabilidad. Un estudio reciente del IBM Institute for Business Value (IBV) descubrió que un 72% de las empresas latinoamericanas tienen el objetivo de cero emisiones de carbono, pero la mayoría de ellas no tomaron las acciones necesarias para cumplirlos. Sólo el 49% las organizaciones que tienen objetivos ambientales son efectivas en su cumplimiento. No hay misterio: 7 de 10 empresas en la región esperan que el costo medioambiental impacte negativamente en sus negocios, y sólo el 1% ve esos cambios como una oportunidad positiva. Este artículo de Malena Roggiano hace una buena síntesis de la situación de la sustentabilidad en América Latina y explora posibles soluciones a los desafíos que enfrentan las empresas.
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Academia. No se trata propiamente de un texto académico. Es una entrevista a Adriana Amado publicada por eldiario.es que no tiene desperdicio. Sirve como material de estudio para los interesados en el periodismo y la comunicación en general, más que muchos papers con referato. La tecnología lo revolucionó todo, también el periodismo y la política. El periodista ya no informa, sino que funciona como curador de noticias que tiene, además, el cometido de convertir en interesante lo importante. Hay una brecha inmensa entre las elites informadas y el resto de la población, por eso las sorpresas en los resultados electorales. El periodista es Spiderman: multifunción, obligado a una ética de la humildad, de saber reconocer los errores. Es también anfibio, mixturando periodismo y relaciones públicas. Todo eso y más. Imperdible.
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Oportunidades laborales
- Danone continúa abierta la búsqueda de Jefe/Jefa de Comunicación Interna. LINK.
- Athyna mantiene abierta la búsqueda de Head of Marketing. LINK.
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]
¡Hasta el miércoles que viene!
Juan
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