El 17 de noviembre, dos hermanos mellizos de seis años fueron dejados en la Comisaría de la Mujer y de la Familia de Bahía Blanca. Los niños habían sido trasladados en agosto de 2019 desde Guinea-Bisáu hacia a la Argentina por un matrimonio, que decidió adoptarlos para agrandar la familia. Se hizo público que el padre adoptivo intentó justificar el abandono aludiendo a razones de índole personal, que dificultarían su vinculación y el sostenimiento de su vida familiar.
Al revisar las cifras de desvinculaciones en procesos de adopciones, uno observa que no son casos aislados. Según el reporte anual de 2019 del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, durante ese año en la ciudad de Buenos Aires se acompañó en el proceso de adopción a 200 niños, niñas y adolescentes, pero en 22 casos la adopción se detuvo porque el adoptante decidió desvincularse. Sin embargo, según Yael Bendel, asesora general tutelar del Ministerio Público Tutelar de la CABA, la cifra de desvinculaciones podría alcanzar al 20% de los niños, niñas y adolescentes.
Mercedes Vaca ingresó a un hogar para niños en Tucumán a los 11 años. Luego, tuvo un paso por otro hogar para adolescentes y, a los 15, fue adoptada. “En los hogares uno espera con muchas ansias ser adoptado porque no es lindo vivir ahí. Cuando vas a la escuela te das cuenta de que todos los chicos van con sus madres, padres o hermanos, que los van a ver a los actos y asisten a las reuniones. Uno espera una familia como cualquier otro chico”, señala Vaca.
El 60% de los niños en situación de adoptabilidad tienen 6 años o más. Del total, más de la mitad conforma grupos de hermanos y muchos de ellos tienen alguna situación de salud compleja o discapacidad como consecuencia de las vulneraciones que han padecido. Solo el 20% tiene menos de 2 años.
En CABA, actualmente hay 800 legajos inscriptos en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) de personas o parejas que desean adoptar. Más del 80% de las postulaciones responden afirmativamente a la disponibilidad para adoptar niñas y niños de entre 0 y 3 años. La cantidad de legajos con postulaciones que tienen disponibilidad para adoptar niñas y niños de 6 años y más, decrece sensiblemente hasta llegar a un mínimo de postulaciones para quienes tienen más de 11 años (menos del 4%). El 76% de los postulantes informa su predisposición a adoptar niñas o niños sin enfermedades. No hay postulaciones para infantes con patologías complejas.
A Mercedes la adoptó una mujer de casi 70 años con la que no tenía muchas cosas en común. “Era difícil la convivencia. Teníamos diferentes estilos de vida y pensamientos. Yo siempre fui muy autónoma por mi historia de vida y a ella siempre le chocó eso. Igual, yo creía que iba todo bien. Ni bien terminé el secundario, un día me sentó y me dijo que se le hacía muy difícil hacerse cargo de alguien y que no podía continuar con la adopción”, recuerda la joven de 19 años.
Con 17 años, Mercedes no volvió al hogar y tuvo que comenzar su vida adulta. Tuvo que buscar donde vivir, sustentar su comida y ver la forma de insertarse laboralmente. En el proceso la acompaño la Dirección de Juventud provincial y la mujer que la había adoptado se comprometió a pagar el alquiler durante un año. “Con ella se cortó el vínculo. Una vez me la encontré en la calle y ni siquiera me saludó”, cuenta.
Mercedes estudia Derecho y vive en un departamento con una amiga. En este momento no tiene trabajo y dice que está muy difícil conseguir algo. En septiembre 2019 se implementó en la provincia el Programa de Acompañamiento para el Egreso de jóvenes sin cuidados parentales y, gracias a esto, ella recibirá una asignación económica mensual igual al 80% del salario mínimo vital y móvil hasta los 21 años.
“Cuando una adopción no funciona es un golpe a la autoestima y una decepción más”, señala Mercedes, quien además de vivirlo, vio cómo otros niños que convivían con ella en el hogar pasaron por situaciones similares. Y agrega: “Creo que habría que mejorar el seguimiento que se hace una vez que uno es adoptado por una familia. Desde que me fui del hogar hasta el cese de la guarda fui dos veces al tribunal”.
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Cuando las adopciones fallan y los niños o niñas son devueltos a los hogares, ellos vuelven a sentir el abandono por el mundo adulto. Itatí Canido, directora general del área de Adopción del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la CABA dice: “Para construir un nuevo entramado familiar seguro y amoroso a través de la adopción, es necesario que los niños y las niñas sean escuchados, que se contemplen sus deseos y sus temores, sus expectativas y sus historias. Como adultos que intervienen en ese proceso, es nuestra tarea generar las instancias y las herramientas necesarias para que las voces de los chicos se escuchen”.
Canido, señala que en el 99,9% de las desvinculaciones, se encuentran con adultos que no tienen la flexibilidad necesaria para alojar y sostener a ese niño o niña como hijo o hija. “Los niños o niñas que son adoptados vienen con una trayectoria vital, con cosas que le pasaron, con gustos, con experiencias y con vínculos significativos. Los adultos tienen que aceptar y acompañar la historia previa. Lo que falla es la plasticidad y capacidad para aceptar lo diferente. El trabajo de sostener los vínculos preexistentes de esos chicos también es un desafío importante en la construcción familiar a través de la adopción”, explica.
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La fundadora de la asociación civil Doncel Mariana Incarnato señala que en un proyecto de adopción se cruzan ciertas fantasías por parte del adulto y del niño. “Las personas que quieren adoptar pueden tener fantasías saludables, que se traducen en el deseo de ser madre o padre para cuidar, pero también hay fantasías que no son tan saludables, como por ejemplo cuando las personas quieren tener hijos para lograr un reconocimiento o para que reparen alguna falta de su vida. Cuando la vinculación ocurre, esos sujetos se encuentran con un niño o niña real, que tiene una historia, muchas veces difícil, y tiene una familia de origen, que, aunque no se pueda hacer cargo del cuidado, existe”, dice Incarnato. Desde 2004, Doncel busca mejorar la transición de los jóvenes sin cuidados parentales a su vida adulta, para que puedan acceder a sus derechos de obtener una vivienda, trabajo y educación.
En este sentido, Bendel considera que muchos adultos no resisten el conflicto. “Está el deseo de formar una familia, pero muchas veces no se piensa lo que puede implicar. Ese deseo debe comprender e incorporar todos los conflictos que pueden aparecer”, dice.
El dolor, el abandono, la angustia son algunas de las consecuencias que sufren niños y niñas cuando una adopción falla. En el caso de una adopción a nivel local, el menor de edad vuelve al hogar. En el caso internacional, empieza un recorrido por lugares que desconoce, sin referente adulto, con personas también desconocidas. “La situación es más compleja porque queda desarraigado de su país, cultura e incluso idioma”, comenta Bendel.
Superar el abandono y el maltrato: niños y niñas que viven en hogares suman un adulto que los guía
Para Fabiana Isa, referente de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, lo más importante en situaciones de devolución y desencuentro es trabajar con los chicos y chicas para que no les quede inscripta la vivencia de falla, para que no piensen que fueron ellos los que fallaron. “Cuando vuelven a los hogares, la experiencia también genera conmoción en sus compañeros. Saben que salen y que pueden reingresar si la cosa no funciona”, dice.
Qué se debería fortalecer en el sistema
Incarnato, de Doncel, señala que el encuentro entre el niño o la niña y los padres adoptivos siempre es complejo. “La relación que se construye no es lineal. Siempre aparecen conflictos, como con cualquier hijo”, enfatiza. Además, ella observa que las evaluaciones de la vinculación siempre están del lado del chico o chica, es decir se focaliza en cómo se siente y cómo responde a ese nuevo vinculo. “Queda un poco rezagado cómo se siente el adulto con esta nueva situación. A veces necesitan más acompañamiento por parte de los equipos o prepararse mejor psicológicamente. El acompañamiento que se da a las familias para atravesar los primeros meses de convivencia es poco. Si no tienen su propio espacio de terapia, si no tienen ayuda, se sienten muy solas. El Estado tiene la obligación de controlar que lo que está pasando con ese niño o niña en esa casa sea lo que se espera que pase, más allá de los conflictos. No puede haber solo una visita para ver cómo está todo, tiene que haber acompañamiento cuerpo a cuerpo”, agrega.
Conocé las convocatorias públicas a personas que quieran adoptar niños y niñas en todo el país.
Bendel, por su parte, enfatiza en la necesidad de dejar de hablar de la espera y los largos tramites que deben hacer los adultos. “Hay que hablar de una vez por todas de la larga espera de las niñas y niños”, destaca.
Mientras tanto, los mellizos bisauguineanos esperan en el centro de abrigo del municipio bahiense una familia que definitivamente pueda cuidarlos. Según se informó, el tribunal de familia 3 de Bahía Blanca y el Servicio Local de Niñez apunta a padres allegados a los niños, que pueden ser del colegio al que asistían o del club en el que jugaban al básquet.
Desde su experiencia, Mercedes Vaca reflexiona: “Uno ya sufrió la desilusión de los padres o de las personas que te cuidaban de chico, luego uno lidia con la decepción de los padres adoptivos. Es importante que las personas que estén por adoptar estén seguras de su decisión y que realmente entiendan que van a cambiar la vida de alguien para siempre, ya sea para bien o para mal. Lo van a marcar para toda su vida”.