Wanda Nara, Mauro Icardi y Eugenia “la China” Suárez acapararon la atención de las audiencias por varios días: un episodio privado que se convirtió en tema de debate nacional y que dice algo de sus protagonistas, pero sobre todo de nosotros.
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Humana condición. Las redes explotaron y los programas de chimentos no hablaban de otra cosa. Un asunto privado, develado por los propios protagonistas, tomó estado público y se convirtió en el gran trending topic de la semana pasada. Un primer recuento de los comentarios en redes parece mostrar una Wanda fortalecida, un Icardi en recuperación y una China consolidada en el rol de villana, sin éxito en su intento de victimizarse. O sea, una telenovela. O una obra de teatro griego.
Aristóteles decía que la tragedia mostraba a los hombres mejores de lo que realmente eran y que la comedia los representaba peores. El “Wandagate”, con un argumento tan viejo como la humanidad misma, parece combinar los dos géneros, con grandezas y miserias mezcladas en partes iguales. Se confirma que las audiencias de hoy, igual que pasaba con los antiguos griegos, no pueden resistirse a las historias simples en las que los personajes son más bellos y ricos que la mayoría pero tienen las mismas pasiones que el común de los mortales. Hollywood.
La historia, que seguramente tendrá nuevos capítulos, deja algunas reflexiones preliminares:
- Evasión. La pandemia erosionó la estructura emocional de muchos, la crisis económica impacta en millones, las tensiones políticas potencian el hartazgo de buena parte de la población. Todo lo que se sale de esas tres categorías es aire fresco, pensar en otra cosa, cambiar de tema. Como un partido de fútbol o una serie de Netflix, el “Wandagate” es alivio contra el estrés.
- Empatía. La historia que esta vez encarnan Nara, Icardi y Suárez es sólo una de las infinitas variaciones del mismo argumento universal: el de los triángulos amorosos o sexuales. Como Otelo, Madame Bovary o Anna Karenina, resuena en cada uno según sean sus juicios y sus prejuicios y, sobre todo, sus vivencias. Nada nuevo bajo el sol.
- Catarsis. Lapidación pública de la China, apoyo a Wanda, condescendencia con Mauro. Esa o cualquier otra fórmula: todas funcionan. Igual que en el teatro griego, cada quien expulsa sus demonios riendo o llorando con las historias y los personajes con los que se identifica. Antes se desaprobaba o se absolvía en privado o en reuniones reducidas; ahora, en el vasto mundo de las redes sociales. Terapéutico.
- Marketing. Pepsi, Santander, Personal, Prime y algunas marcas más con espíritu libre aprovecharon el caso para hacerles un guiño a sus clientes. Fue una manera de decirles: sé de qué estás hablando y me sumo a la charla. La pizarra de una carnicería de barrio lo expresaba así: “Asado más tierno que Icardi recién perdonado”. Ingenio popular al servicio del negocio.
No es extraño que los medios se volcaran al “Wandagate”. Es lo que quería la gente. Se cumple una vez más una de las reglas de oro de la comunicación: nos interesan las historias con héroes y villanos porque nos producen el placer secreto de juzgarlos y de sentirnos compasivos o moralmente superiores. Y eso es irresistible. De acá a la China.
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Tres preguntas a Phil Kaye. Es un poeta, escritor y cineasta japonés-estadounidense. Es codirector del Proyect Voice, y autor de dos libros: A Light Bulb Symphony y Date & Time.
- ¿Qué hace que te interese el hecho de que contamos historias?
Todos contamos historias, todos intercambiamos constantemente nuestras narrativas. Los hacemos por teléfono, on line, en un café, con gente que amamos o con alguien a quien acabamos de conocer, y eso me fascina. Mucho del trabajo que hago en Project Voice se centra en esta gran pregunta: ¿cómo contar una buena historia? Y hay muchos elementos bastante tangibles: tema, estructura, dicción… Pero a medida que fui trabajando con más gente y escuchando más historias, me fui obsesionado con esa otra pregunta, que es más profunda: ¿por qué contamos historias? Por miles de años, casi todas las culturas contaron historias. Qué me mueve a mí a ponerme en medio de un salón y contar una historia frente a personas que no conozco. Por qué existe esa tradición de leerles cuentos a nuestros hijos cuando se van a dormir, por qué contamos nuestras cosas on line a miles de personas. Honestamente, no llegué a una respuesta.
- ¿Por qué crees que contamos historias?
Me siento cínico cuando me preguntan sobre un poeta oral como yo y respondo: es como el opuesto de un terapeuta a quien le pagas para que escuche tus problemas. A mí me pagan por contar mis propios problemas… Bromas aparte, pensé mucho en este tema. Yo empecé cambiando el modo de hablar: si le pedía el desayuno a mi madre usando el tono de los Piratas del Caribe, de alguna manera estaba viviendo su historia, cambiando mi contexto. Y me di cuenta de que quería hacer reír a mi audiencia. Contamos historias para entretener, para confortar, para asustar, para explicar… Pero no acababa de saber por qué contamos historias. Y hablé con mucha gente y busqué en muchos libros y llegué a una conclusión. Mi mejor hipótesis es que contamos historias para sentirnos vivos.
- .¿Cómo crees que contar historias nos hace sentir vivos?
Nos gusta creer que nuestras vidas son increíblemente predecibles. Me levanto, tomo un colectivo, después un avión y llego acá. Parece lineal, pero cada fase tiene mil variaciones. ¿Y si encuentro al amor de mi vida en ese colectivo? ¿Y si ese avión se cae? Si me hubiera despertado enfermo no hubiera salido de casa y no hubiera pasado nada de eso. Hay un enorme factor desconocido que cambia profundamente nuestras historias. Quizá eso nos hace inconscientemente vulnerables, pero cuando enfrentamos esa vulnerabilidad es que aparecen las historias que podemos compartir, que nos conectan con otros y nos hacen sentir vivos. Las historias nos hacen escribir nuestras iniciales en el cemento fresco, y nos hacen no sólo celebrar la vulnerabilidad, sino encarnarla. El acto de contar una historia es un acto de vulnerabilidad en sí mismo.
Las tres preguntas a Phil Kaye están tomadas de la presentación “Why We Tell Stories”, hecha en el contexto de TEDxMiddlebury. Para acceder a la presentación completa podés hacer click acá.
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Voces. Las empresas caen una y otra vez en la tentación de contar historias en las que ellas son las heroínas. Usurpan su lugar al consumidor, que es quien quiere para sí el lugar del héroe. Y no perdona. Este artículo de Gustavo Castagnino señala cómo los públicos se han empoderado en los últimos años y ha crecido su capacidad de imponer su agenda de igualdad y diversidad, de protección del ambiente, de exigencia de alimentos más saludables, etc.
Las conversaciones en las redes sociales ponen en evidencia la sensibilidad social. Son una oportunidad para los profesionales de la comunicación, que pueden conocerla de primera mano y obrar en consecuencia.
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Desafiante. Este artículo de Karina Mariani cuenta un caso inusual: Carmen Mola, escritora revelación de la novela negra española, ícono del feminismo y ahora ganadora del Premio Planeta 2021, no se llama Carmen ni su apellido es Mola. Para sorpresa de todos, cuando fue convocada al escenario a recibir el premio, se presentaron Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero, que explicaron que comparten a Mola como seudónimo.
El hecho generó un revuelo mayor en los ambientes literarios, incluyendo reacciones de odio hacia la pobre Carmen porque su género resultó ser otro que el declarado. Sus ideas feministas y de apoyo al mundo LGTB+, antes celebradas, quedaron ahora en entredicho. Un llamado de atención sobre el poder de los prejuicios.
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Academia. Nuestro cerebro siente una atracción irresistible hacia las buenas historias. Este artículo de Paul J. Zak publicado en la Harvard Business Review da una pauta sobre la base científica de nuestra afinidad con algunas de ellas. Explica que, para motivar el deseo de ayudar a los demás (gracias a la oxitocina), por ejemplo, una historia debe mantener la atención durante el tiempo necesario para que los espectadores lleguen a compartir las emociones de los personajes y luego quieran imitar sus sentimientos y comportamientos.
Esto explica la sensación de poder que muchos tienen después de ver una película de James Bond, o la motivación para ir al gimnasio después de ver a los espartanos pelear en 300. Se sabe bastante de neurociencias. Están poco aprovechadas por la comunicación.
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Oportunidades laborales.
- Yamana Gold tiene abierta la posición de Director, External Affairs. LINK
- LLYC abrió la búsqueda de Director/a de Comunicaciones Corporativas. LINK
- LLYC busca Director/a de Comunicación para el área de Salud. LINK
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]
¡Hasta el miércoles que viene!
Juan
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