“La pandemia afinó mis hábitos de consumo sustentable. Aunque muchas veces son productos más caros, uno se siente mejor al aportar al cuidado del planeta”. Milagros, miembro de RED/ACCIÓN, no es la única persona cuyo interés por un consumo responsable con el ambiente se intensificó recientemente.
El compromiso de los consumidores para accionar ante el cambio climático es un fenómeno que crece en el mundo. Según un estudio de la consultora Nielsen de 2018, el 92% de los argentinos considera que es extremadamente o muy importante que las empresas implementen programas para mejorar el ambiente. Los centenials y milenials encabezan esta tendencia (y son llamados a ser los motores de un cambio).
Lo mismo se refleja en la encuesta que hicimos en Instagram, en la que preguntamos cuán importante consideraban este compromiso de las corporaciones ante el cambio climático: las 384 personas que respondieron señalaron que es “muy importante”.
Además, un 71% de nuestros lectores señaló haber cambiado de hábitos ante el cambio climático.
Coronavirus y cambio climático
Por distintos motivos, la pandemia y la cuarentena intensificaron en algunas personas su compromiso por un consumo responsable.
Para algunos, el COVID-19 dejó más evidenciada la problemática ambiental.
“Me hizo notar que el equilibrio natural del planeta y nuestro como sociedad es más frágil de lo que creía. Abusamos de la naturaleza y esperamos que la aguja no se mueva”, analiza Christopher, uno de los lectores con los que hablé.
“La gente relaciona la pandemia con la crisis climática. Muestra que, sea un problema zoonótico o social, el mundo no está funcionando bien”, analiza Lucas Campodónico, director de bioguia.com, quien también destaca los incendios en el Amazonas y Australia como generadores de consciencia sobre los problemas ambientales.
Cómo es comprar en el primer supermercado sin envases descartables de la Argentina
En una de las ediciones de nuestra newsletter Planeta, Tais Gadea Lara analizó un informe de Poliarquía que expresaba qué piensan los argentinos sobre el cambio climático y su relación con la pandemia. Un 56% de la muestra señaló que ambas situaciones están “muy” o “bastante relacionadas”.
Lectores de RED/ACCIÓN (de entre 22 y 35 años) hacen análisis que van en la misma línea.
“En principio, todo es solo culpa de un animal, pero, cuando entendés que ese animal (y esta situación) es el resultado de causas como el consumo de carne o el agrupamiento de especies que naturalmente no tendrían contacto, se vuelve clara la relevancia transversal de la cuestión ambiental”, analiza Facundo, quien trabaja para una consultora de sustentabilidad empresarial.
“Estamos conectados con la naturaleza, nos estamos generando daño. La pandemia es otra prueba de la crisis ambiental generada por procesos de producción agresivos (que responden al consumo masivo y descartable)”, opina Macarena.
“La pandemia es producto del abuso humano. Esto es el comienzo de lo que viene. Y me hace pensar: ¿qué clase de mundo queremos construir? ¿Qué acuerdos globales tenemos que encaminar ahora para poder habitar este mundo?”, reflexiona Estela.
Más tiempo, más “contagio”
Por otra parte, el cambio de rutinas y hábitos generado por la cuarentena también contribuyó a enfatizar el consumo responsable. Tanto por tener más tiempo para informarse como porque la nueva logística diaria llevó a replantearse la cuestión.
“La cuarentena me permitió desacelerar mi ritmo de vida y pensar cómo podría ayudar desde mi lugar”, cuenta Alex, quien comenzó a separar residuos en casa y llevarlos a las campanas verdes, mientras piensa cómo hacer compost en su dos ambientes sin balcón.
Judith, en la misma sintonía, dice: “Estar en mí casa y con tiempo me facilitó reutilizar cosas que uno normalmente tira y luego gasta en comprarlas, como los plásticos separadores de los fiambres”.
Qué es el compost y cómo armar una compostera en tu casa
Para Celeste, la cuarentena hizo ver que es posible cambiar rutinas tan naturalizadas, tanto colectivamente (como adoptar el home office), como en lo personal. “A mí, eliminar la rutina me hizo cuestionarla completamente. Está bueno cuestionar nuestros hábitos de consumo, e identificar qué es necesario y qué es excesivo”.
“Lo más importante es tomarnos tiempo para decidir si realmente necesitamos eso y, si es así, buscar la mejor opción”, suma Verónica.
Aunque Rocío vive en Buenos Aires, pasa la cuarentena en su ciudad natal, General Pico (La Pampa), donde su familia la vio separar residuos y, de a poco, comienzan a imitar sus cuidados. Ella dice que en la cuarentena aprendió “cosas nuevas como sacar brotes de los restos de verduras o conocer empresas sustentables”.
A Aldana, la cuarentena la ayudó a “contagiar un poco el reciclaje y la reutilización”. Y, a María, le permitió notar “la impresionante cantidad de plástico y basura generada al pedir comida por delivery”.
Estela, por su parte, usa sus redes sociales para enseñar a reutilizar ropa, dándole nuevos colores:
Consumidores expectantes y la apuesta de las empresas
También preguntamos a nuestros lectores cuáles son los principales obstáculos que enfrentan como consumidores sustentables. El 44% señaló el precio y el 37%, la falta de información.
Sobre el último punto, Celeste quisiera “que la huella real que produce lo que consumimos esté blanqueada, para tomar decisiones informadas y no sesgadas por el marketing verde”.
“En los últimos años ha crecido mucho el valor que el consumidor le da al consumo sustentable, superando nuestras expectativas”, analiza Virginia Vilariño, coordinadora del área de Energía y Clima del Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible (CEADS).
Pero aclara: “No sé si, en general, el consumidor preocupado por estos temas tiene todas las herramientas para tomar una buena decisión. Muchos se guían por atributos de sustentabilidad que no necesariamente lo son”.
***
¿Qué metas esperan nuestros lectores que las empresas adopten en el largo plazo en relación con el ambiente? Desde un menor uso de plástico y el uso de más materiales reciclables y biodegradables hasta el cuidado de los desechos que contaminan el agua, pasando por uso de energías renovables, reducción del empleo de agroquímicos y de explotación animal. También enfatizaron la necesidad de cuidar el agua, de usar materias primas locales, elaborar productos más duraderos y reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Keka cree que “cada vez más empresas se están sumando a la movida sustentable”. Algunos de los lectores confían en que el interés de los consumidores movilizará a las empresas. Otros son cautos o, aun, pesimistas de que el cambio llegue a tiempo.
Tanto Campodónico como Vilariño coinciden en que apostar por la sustentabilidad es la única vía para las empresas a largo plazo. Pero hay varios desafíos por delante.
“Muchas empresas todavía no entienden la gravedad de la situación. Los consumidores exigen productos más responsables y las organizaciones tienen que mirar el largo plazo”, advierte Campodónico. Pero enfatiza en que esto no es algo fácil, sino que demanda “un cambio cultural: implica grandes transformaciones, como cambiar la relación con proveedores a una menos verticalista y saber escuchar”.
Vilariño, quien destaca que desde el CEADS trabajan con empresas que desde hace años apuestan por la sustentabilidad, identifica aún 3 grandes desafíos para las corporaciones.
Primero, “que la sustentabilidad sea una fuente de innovación y nuevos modelos de negocio, como la economía circular”. La licenciada en Ciencias Ambientales cree que las empresas deben “repensar su función, sus productos y servicios, sus relaciones con otros actores, etc., y reorientarlas si fuese necesario”.
Otro desafío que señala es “integrar de forma efectiva la sustentabilidad del negocio a lo largo de toda la cadena de valor, porque si el proveedor no está a la altura de los estándares de la empresa, la empresa no puede ser sustentable”.
Además, Vilariño cree que todavía las empresas deben avanzar en formas de medir y comunicar la sustentabilidad a los distintos actores, incluidos los consumidores. “El tema es traducir los indicadores de gestión en indicadores de impacto, explicar cómo estás ayudando al ambiente. Y esto necesita un diálogo con el interlocutor más allá de un sello en el empaque”, señala.
El Estado y el marco legal
“Todo el sistema debe ser sustentable, incluido el gobierno. Si la empresa piensa a 50 años y tu país a 4 es muy difícil”, remarca Vilariño.
“El cambio se va a dar eventualmente por la exigencia de la sociedad, pero hasta que no haya políticas y legislaciones (como una ley de envases) que regulen los impactos de las empresas en el ambiente no habrá un cambio sustancial en un largo rato”, considera Federico, lector de RED/ACCIÓN y coordinador del Grupo de Trabajo de Empleos Verdes (el cual destacamos en esta edición de Planeta).
Aunque falten leyes, Lorena Bianchi, Magíster en Derecho Ambiental, docente e investigadora en la Universidad Nacional del Litoral, destaca que en la última reforma del código civil y comercial, en 2015, se incluyó el artículo 1.094, el cual “es un principio que impregna el funcionamiento de la tutela de los consumidores”.
“Si bien no es una regla, sienta las bases para empezar a cambiar: reconoce la existencia de bienes ambientales y marca que los derechos del consumidor y la producción se van a tener que desarrollar en esa línea”, explica Bianchi, quien, no obstante, reconoce que aún “el consumidor no se ha apropiado plenamente de sus derechos en relación al ambiente”.
Como varios de nuestros lectores, Bianchi también remarca la necesidad de políticas públicas. Y aclara que el apuntado artículo deja el camino jurídico allanado para que todos (Estado, consumidores, empresas) construyamos un futuro más sustentable.
***