El 14 de julio de 1960, una mujer de 26 años llegaba a orillas del lago Tanganica, a Gombe, en lo que hoy se conoce como Tanzania, África. No tenía ninguna formación académica, pero llevaba binoculares, un cuaderno, una máquina de escribir y una pasión por el mundo natural sin precedentes.
Su tarea era tan simple como compleja: estudiar a chimpancés en su hábitat natural. Lo que nunca imaginó aquel día: sus hallazgos posteriores cambiarían al mundo para siempre y ella se convertiría en la máxima conservacionista de la historia. Su nombre: Jane Goodall.
60 años después, su innovador estudio se mantiene vigente con un trabajo complementario de conservación centrado en las comunidades locales. De la selva, Jane ha pasado a viajar por el mundo 300 días al año para concientizar sobre el daño que le estamos haciendo al planeta.
A sus 86 años, la pandemia la obligó a poner un freno a esa rutina, pero su labor no descansa. Desde la casa familiar en Inglaterra, sigue activa. “A menos que vivas en la pobreza, tienes la posibilidad de elegir qué tipo de impacto quieres dejar”, expresó hace tres semanas en un evento online.
¿Qué significó su estudio para el ser humano? ¿Por qué es importante conocer el comportamiento de los chimpancés? ¿Qué efecto tuvo que una mujer se adentrara en la selva para hacer ciencia? ¿Por qué los jóvenes son hoy su principal esperanza?
El inicio: estudiar a los chimpancés en su hábitat natural
“Siempre amé a los animales, leí todos los libros posibles para conocer sobre ellos, pero no pude estudiar en la universidad por falta de dinero -recordó Jane en el reciente evento online- Me recomendaron conocer al Dr. Louis Leakey y lo contacté”. El paleontólogo y antropólogo británico quedó admirado por el conocimiento y la pasión de aquella joven sin ningún tipo de formación académica y, luego de que trabajara con él como asistente, le encomendó una desafiante tarea: observar y comprender mejor a los chimpancés, pero en su hábitat natural.
“No sólo sintió que una capacitación universitaria era innecesaria, sino que incluso de alguna forma podría haber sido desventajosa. Él quería a alguien con una mente despejada e imparcial de la teoría que hiciera el estudio sin otra razón que un verdadero deseo de conocimiento y alguien con una comprensión compasiva de los animales”, reconoce Jane en su libro En la senda del hombre, que recopila sus días en Gombe.
Acompañada por su madre, Vanne Goodall, el 14 de julio de 1960 Jane arribó al hoy Parque Nacional Gombe (en aquel entonces reserva), uno de los más pequeños de Tanzania, al este de África, para iniciar la tarea. “Nadie iba a hacer estudios de terreno, mucho menos prolongados y sistemáticos siguiendo a una especie silvestre”, subraya Susana Pataro, asesora de Política General del board del Instituto Jane Goodall Global y miembro del Comité Ejecutivo del Instituto en Argentina. “En aquella época, el único contacto con los chimpancés era su uso en la carrera espacial, laboratorios y películas”. Lo de Jane empezaba a ser histórico.
La expectativa de Jane pronto se encontró con una frustración: los chimpancés le huían, una y otra vez. Hasta que un día uno aceptó su presencia: aquel que ella llamó David Greybeard (barba gris) y que se transformó en su más fiel compañero de estudio. Fue gracias a él que tuvo sus dos primeros hallazgos: los chimpancés comían carne -de mamíferos como cerdos-, contrario a la creencia de que sólo se alimentaban a base de vegetales y frutas; y usaban ramas para introducirlas en un nido, sacar las termitas y comerlas.
En el libro mencionado, Jane describe una de las mayores contribuciones del siglo XX: “Observé cómo David Greybeard y Goliath raspaban con el pulgar o el índice las entradas de paso selladas de los termiteros. Observé cómo mordieron los extremos de sus herramientas -ramas- cuando se doblaron, o usaron el otro extremo, o los descartaron en favor de otros nuevos (…) En varias ocasiones, recogieron pequeñas ramitas frondosas y las prepararon para usarlas quitándole las hojas. Este fue el primer ejemplo registrado de un animal silvestre que no sólo usa un objeto como herramienta, sino que modifica un objeto, mostrando el crudo origen de la creación de herramientas”.
Hasta aquel momento, el ser humano había sido considerado el único animal que fabricaba herramientas, de hecho, esa era una de las características que se incluía en su definición. El mentor de Jane, el Dr. Leakey, no titubeó ante el descubrimiento: “Ahora debemos redefinir `herramienta´, redefinir `hombre´, o aceptar a los chimpancés como humanos”.
La relación entre madre e infante, la compasión, la expresión del apego, la inteligencia, las jerarquías sociales y la relación de dominancia, las prácticas de caza y el consumo de carne, y hasta la primera guerra primitiva documentada. Jane conoció aspectos nunca antes vistos en los chimpancés, nunca antes pensados por fuera del ser humano, pero tan idénticos a él, que redefinieron la evolución por completo.
En una de sus visitas a la Argentina, aseguró: “Una vez que convencimos a la ciencia de que los chimpancés tenían una cultura, una personalidad, una mente y emociones, se esforzaron por demostrar que estábamos equivocados diciendo, por ejemplo, que no tienen religión, o ahora el tema es si tienen o no conciencia. Continúa existiendo en el ser humano un intento por ser diferentes y sentir que somos la especie dominante del planeta. Queremos pensarnos como diferentes, pero no somos tan distintos; nosotros también somos animales”.
El impacto: una revolución científica... por una mujer
El descrédito al hallazgo de Jane no tardó en llegar por parte de los grandes hombres de guardapolvo blanco: “era joven”, “era mujer”, “no tenía estudios académicos”. Pero sus hallazgos, apoyados por la organización National Geographic Society y documentados audiovisualmente por Hugo van Lawick -quien luego sería su esposo-, quedaron a la vista.
Esos descubrimientos le valieron el ingreso a la Universidad de Cambridge (Reino Unido) para realizar un doctorado en etología -ciencia que estudia el comportamiento de los animales-, convirtiéndose en una de las pocas personas sin un título universitario en ser admitidas. Allí, sorprendió con su metodología de estudio: no sólo había seguido a los individuos de una especie en su hábitat natural; sino que además no los figuraba con números, les daba un nombre propio, admitía que tenían una personalidad. David Greybeard, Goliath, Flo, McGregor, Figan, Rodolf, Flint, sólo por mencionar algunos.
Lo que en medio de la selva Jane inauguró en 1965 como el Centro de Investigación de Gombe Stream para llevar a cabo sus estudios, se ha convertido en estos 60 años en el hogar y oficina de múltiples generaciones de científicos, los nuevos Jane Goodalls. Más de 300 publicaciones científicas fueron producidas de 1960 a hoy sobre el comportamiento de los chimpancés, la salud humana y ecológica; y más de 250 investigadores realizaron sus estudios allí.
Considerado en 2018 por Guinness World Records como el estudio de primates silvestres de mayor duración, lo que Jane inició aquel 14 de julio hoy continúa aportando nuevos conocimientos sobre maternidad y paternidad, zoonosis y estructuras sociales, entre otros aspectos.
Gombe pasó a ser uno de los recursos más valiosos del mundo. Allí, los científicos mantienen la metodología de Jane de estudiar siguiendo a los individuos, para conocer a familias por generaciones, y la complementan con métodos modernos, como análisis genéticos, imágenes satelitales y tecnología móvil. Hoy se estudia a los descendientes de esos chimpancés que conoció Jane; es decir, es un legado viviente de un alto valor cultural.
La primera aparición de Jane en la portada de la revista National Geographic en 1965 la mostraba junto a esos chimpancés silvestres que estudiaba. Algunos hablaban más del color rubio de su cabello o de sus piernas, que de su descubrimiento. Pero para muchas niñas y jóvenes, esa portada fue un símbolo. Una de ellas fue Susana Pataro.
“Tenía unos 14, 15 años cuando la revista llegó a mi casa. La guardé toda mi vida. Esa imagen me había golpeado”, recuerda Pataro, que años más tarde se formó en antropología y desarrolló una carrera como diplomática que la llevó a vivir cuatro años en el continente africano. “Conocí a Jane en un evento en París y luego compartimos su primer viaje a la Argentina en 2009. Allí me dedicó la revista… y se cerró un círculo”. Luego de retirarse de la diplomacia, Pataro fue invitada por Jane a sumarse a su equipo.
La etóloga británica inspiró la participación de mujeres en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) y en áreas de conservación, comportamiento animal y ambientalismo. Según el censo de Estados Unidos, las mujeres pasaron de representar un 7% en 1970 en STEM a un 26% en 2011. “La cantidad de mujeres que hay dedicándose a la primatología, que están trabajando en santuarios, es impresionante y eso definitivamente ha sido gracias a su impacto”, exclama Pataro.
La importancia: chimpancés y humanos, humanos y chimpancés
98,7%: esta es la cifra que nosotros, seres humanos, compartimos de material genético con los chimpancés, a quienes podríamos considerar nuestros primos más cercanos. “Los chimpancés son nuestro puente obvio al mundo natural”, explica Pataro. “Demuestran que todos venimos de un tronco común. Son la parte más cercana de nuestra familia. Tenemos una obligación científica y ética de entenderlos, protegerlos y defenderlos”.
La antropóloga describe que los chimpancés tienen más proximidad con nosotros que con los gorilas. Según el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), la rama evolutiva de los chimpancés se separó de la de los humanos hace aproximadamente siete millones de años.
Cuando Jane comenzó a compartir con el mundo sus hallazgos sobre el comportamiento de los chimpancés pronto se dio cuenta de una triste realidad: ese ser humano estaba deteriorando el hogar donde vivían. “Somos la única criatura en el planeta que destruye su propio hogar”, reconoce.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), las dos especies de chimpancés -común (Pan troglodytes) y bonobo (Pan paniscus)- distribuidas en el continente africano, se encuentran en peligro de extinción con una tendencia de disminución de su población. La principal amenaza: pérdida y degradación de su hábitat que se encuentra, en su mayoría, fuera de áreas protegidas. Los motivos: avance de la minería, la ganadería, la tala.
Otras amenazas vigentes: la caza para alimentación; los efectos indirectos del cambio climático; el tráfico ilegal para fines de entretenimiento o mascotismo. “Son todas actividades que dejan una huella para siempre porque la vida de un individuo depende de la forma en que fue criado en comunidad”, explica Pataro. Desde 2018, se eligió el 14 de julio como el Día Mundial del Chimpancé para visibilizar la conexión y necesidad de acción.
Las personas también se veían afectadas por esa pérdida del hábitat para subsistir, por lo que Jane redefinió el concepto de conservación poniendo a las comunidades en el centro, empoderándolas. Diseñó el programa de Reforestación y Educación de la Cuenca del Lago Tanganica (TACARE) para proteger a los chimpancés fuera de los parques nacionales. Su novedosa metodología: abordando la pobreza y apoyando medios de vida sostenibles alternativos para las personas locales, aquellas que más dependen y están conectadas con los servicios ecosistémicos. De los primeros 12 pueblos en Gombe, ahora el programa abarca 104, desde Tanzania a Guinea.
La esperanza: qué nuevas generaciones le estamos dejando al planeta
La necesidad que vio Jane de reconectar a las personas con la naturaleza la llevó en 1991 a crear Roots & Shoots (Raíces y Brotes). Es el programa educativo del Instituto que brinda herramientas y empodera a jóvenes para que actúen y vivan en un mundo más justo. “Se busca fortalecer sus intereses sobre una problemática que afecte a su comunidad local y global, y se les ayuda a diseñar, liderar e implementar un proyecto como herramienta de resolución. Los tres ejes conectados de cada proyecto: animales, personas y ambiente”, cuenta Paula González Ciccia, directora del Instituto Jane Goodall Argentina, el primero en formarse en América Latina.
“Cuando los jóvenes aprenden sobre el problema, quieren involucrarse y actuar”, reconoce Jane. La directora local coincide y suma el impacto del trabajo de Jane para Latinoamérica: “Ha ido cambiando la percepción de muchas personas sobre los animales. ¿Por qué es tan importante promover su legado de estudio y cuidado de los chimpancés también en América Latina? Los chimpancés son los más cercanos a nosotros, y la gente se conecta con esa similitud en la mirada, los gestos, el comportamiento. Jane nos ha dado múltiples estrategias para mostrar lo cercanos y dependientes que somos unos de otros”.
Los jóvenes representan una de las cuatro razones actuales para la esperanza de Jane. Las otras tres: nuestro cerebro que está aportando tecnología útil como la energía solar, la naturaleza que es resiliente, y el indomable espíritu humano, la gente que no se da por vencida.
¿Cómo sigue trabajando con la misma pasión que en 1960, aún cuando ve que el ser humano continúa deteriorando el lugar donde vive? “Soy obstinada. Debo tener esperanza. Si no tienes esperanza, no harías nada. Tenemos que seguir actuando con esperanza y luchar, hacer lo que puedas cada día para marcar una diferencia”.
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Hoy a las 13:00 (hora argentina) se realizará un evento online con Jane Goodall e invitados especiales en conmemoración del 60° aniversario. Podés seguirlo en vivo en su página de Facebook.
Observación sobre las imágenes: la Dra. Jane Goodall y el Instituto no aprueban manipular o interferir con los animales silvestres.
Recomendación para ver: Jane, uno de los documentales más recientes sobre la vida de la conservacionista con imágenes inéditas de aquellos años en Gombe. Está en Netflix: