Fiebre sin COVID-19: por qué no entrar en pánico si tenés 38 ºC- RED/ACCIÓN

Fiebre sin COVID-19: por qué no entrar en pánico si tenés 38 ºC

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Aunque no se puede diferenciar a simple vista una fiebre propia del SARS-CoV-2 de otra causada por otro virus, la mayoría de las veces los síntomas que creemos de coronavirus son de algo diferente. En el Hospital de Clínicas, un 84% de pacientes internados por sospecha de coronavirus dio un resultado negativo en el test.

Fiebre sin COVID-19: por qué no entrar en pánico si tenés 38 ºC

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La fiebre es un mecanismo de defensa: el sistema inmunitario se activa para producir células y sustancias que protegen al organismo de las infecciones, y así la temperatura del cuerpo sube, y los virus y las bacterias no logran reproducirse.

Una infección, una reacción normal a una vacuna, un traumatismo, un golpe de calor o deshidratación, entre otras cosas, pueden ser las causas de una fiebre. Pero hoy pareciera que lo único que te puede dar fiebre es el coronavirus: ¿hay pánico a tener fiebre?

El Ministerio de Salud de la Nación define características precisas, con varios criterios, para los casos sospechosos de coronavirus: casi siempre está presente la fiebre, ahora indicada con temperaturas desde 37,5 ºC. Según el informe de la misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en China, en más de 55.000 casos confirmados por laboratorio, el 87,9% tuvo fiebre.

Pero no se puede reconocer a simple vista una fiebre propia de COVID-19. “El cuerpo humano se manifiesta de pocas formas y hablando de fiebre puede hacerlo con hipotermia, normotermia o hípertermia, según tenga temperatura baja, normal o alta”, dice Damián Zopatti, médico de la División Urgencias del Hospital de Clínicas. “No hay una diferencia clínica para distinguir la fiebre del coronavirus”.

Las recomendaciones del Ministerio de Salud incluyen entre los pacientes potencialmente sospechosos a quienes tienen, además de fiebre, algún otro síntoma como dolor de garganta, tos seca o la falta de gusto o de olfato, entre otros; y han estado en una zona donde hay una circulación endógena del virus, como por ejemplo la Ciudad de Buenos Aires o el conurbano.

“Los mismos síntomas pueden ser producidos por el virus de la gripe, el del resfrío, el adenovirus, el metaneumovirus o el parainfluenza”, dice Zopatti. “Por eso cuando aparece algún paciente que cumple estos criterios, le hacemos un hisopado y se lo interna en un hospital o en un hotel. Si no tiene coronavirus, se le da el alta y lo que tiene termina siendo otro virus”.

En el Hospital de Clínicas, un 84% de los pacientes internados por sospecha de coronavirus dio un resultado negativo en el test. Aproximadamente, este mismo registro se ve a nivel nacional.

“Un paciente empieza teniendo fiebre, llama a su médico y responde unas preguntas”, sigue Zopatti. “El médico puede decirle que tome un paracetamol a ver cómo evoluciona. Muchas veces, la fiebre no vuelve pero si es coronavirus, los síntomas son persistentes. El cuadro gripal con tos, dolor al tragar, falta de olfato o de gusto, dura por lo general más de tres días. Hay pacientes que lo tienen durante una semana entera. Por eso no es una mala idea tomar un analgésico al principio y ver cómo sigue el día, y si esa fiebre continúa, consultar al médico”.

Otro mimetismo: la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic) indicó que las enfermedades alérgicas –que comparten algunos síntomas con la COVID-19– afectan en España a cerca de un 30% de la población. La mitad de los alérgicos lo son a pólenes de plantas.

Personal del Ministerio de Salud le toma la temperatura a la gente en la estación Once. Foto: Télam

“Son casi las cuatro de la tarde cuando, guionada por Ray Bradbury, entra a verme la médica clínica de este piso de internación”, escribió la periodista Julieta Roffo en Clarín. Tuvo fiebre y fue atendida como un caso sospechoso de COVID-19, aunque finalmente registró una prueba negativa en el hisopado. “Diría que tiene ojos verdes pero no estoy segura. Están detrás de sus anteojos y de sus antiparras. Pienso en cuánto quedará del ojo clínico al final de todas esas capas. Me preocupa pensar que poco porque soy de las que les miran la cara a los técnicos ecografistas a ver si, según su gesto, tengo cáncer o no. Quiero ver a la médica y que la médica me vea. Tiene barbijo quirúrgico y uno de tela finita encima, cofia, guantes y camisolín. Sin fiebre, con la presión normal tirando a baja, bien la saturación, bien el ruido que hace mi caja torácica cuando respiro hondo y largo por la boca”.

Cuando preguntamos a nuestros lectores si habían tenido fiebre sin resultar en COVID-19, Marcelo Cruz, uno de ellos, nos dijo en Facebook: “Tuve estragos posquimioterapia, y por la situación tuve que quedarme en casa, seguir las indicaciones que me dio mi doctor vía WhatsApp y cruzar los dedos, a ello [debo] los ataques de ansiedad y depresión. No todo es COVID-19”.

También hay casos de dengue. “Mi novio pasó por Italia para venir a Argentina desde Francia, yo a los cinco días empecé con fiebre y todos en la guardia me trataban como si tuviera COVID-19”, nos dijo Felicitas Gallo. “Yo sabía que no estaba bien porque fueron muchos días de fiebre, pero no era eso. Resultó ser dengue”.

“En la comuna 10 de la Ciudad de Buenos Aires, barrio de Vélez Sarsfield, 30 personas de la manzana donde vivo tuvieron fiebre y dolor de cabeza”, nos dijo Miriam [@miriamlrtg7] en Twitter. “Sabíamos que no era COVID-19, sino dengue. Es epidémico en este sector y la gente sigue infectándose”.

“No toda fiebre con dolor de garganta es coronavirus”, dice Osvaldo Teglia, profesor adjunto de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. “Pero diagnosticar 20 de 100 es parte de una estrategia para llegar bien. Esos 20 tendrían una enorme repercusión si no fueran diagnosticados”.

Sigue Teglia: “La gran mayoría de ese 16 o 20% positivo cursa una enfermedad leve, autolimitada, que va a poder manejar en su casa sin complicaciones. Un 20% de ese 20% general va a tener alguna complicación y los graves van a ser otro porcentaje bajo. Probablemente haya un universo mucho más grande de personas que se infectan y que no desarrollan la enfermedad. Eso existe para todas las enfermedades infecciosas, y está estudiado en el dengue: por cada uno que diagnosticamos, hay cuatro que se infectaron pero no se enfermaron”.

Esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) agregó dos nuevos síntomas posibles para el COVID-19: dificultad para hablar o para moverse. Se suman a otros ya definidos, además de fiebre: tos seca, cansancio, dificultad para respirar, opresión en el pecho, congestión nasal, dolor de cabeza, conjuntivitis, diarrea, pérdida de gusto o el olfato, erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de manos o pies. Los científicos cada vez saben más sobre lo que es la COVID-19. Y también sobre lo que no es.


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