La noche más larga del año –la del miércoles pasado– fue el pico intenso de un debate que comenzó el 6 de marzo, cuando el proyecto de ley sobre la despenalización del aborto entró al Congreso. En todos los días que siguieron después, la conversación pública tuvo momentos de intercambio enriquecedor, de ideas en movimiento y de sinapsis efectiva, pero también de sordera e incluso de agresiones y amenazas.
“Desde el punto de vista relativo a nuestra democracia, lo veo como un hecho auspicioso puesto que se han intercambiado puntos de vista que permiten que la verdad vuelva a transitar por el camino del disenso y del consenso, y no del autoritarismo”, opina el filósofo Santiago Kovadloff.
“Hay en la sociedad una voluntad de protagonizar la valoración de cuestiones que son esenciales para la condición humana y no sólo circunstanciales”, sigue.
Fue un gran debate. Así lo cree Alejandro Catterberg, el director de la consultora de opinión pública Poliarquía. “En estas discusiones hay dos tipos de público: el interesado y el desinteresado. El primero tiene generalmente posiciones previas. Y hay una diferencia entre opiniones y valores o actitudes. Un tema como el aborto está mucho más ligado a los valores de una persona, es algo más profundo que una opinión”.
En la noche del miércoles, mientras los diputados debatían la ley, hubo una transmisión en directo que llegó a unos 20 puntos de rating y más de 40.000 espectadores online. “En uno de los temas más difíciles”, sigue Catterberg, “hubo dos meses de debate, gente mirando por televisión y streaming cómo funciona el Congreso y gente criticando para bien o para mal a los legisladores. Fue una clase de educación cívica”.
El consultor Sergio Berensztein también tiene una mirada positiva sobre la discusión general. “Cuando los debates son sobre cuestiones materiales es más fácil que cuando son sobre cuestiones simbólicas, y, teniendo en cuenta la complejidad del asunto, el del aborto fue ejemplar”, dice.
Una encuesta de marzo de D’Alessio IROL y Berensztein indicó que el 70% de los consultados (1.005 personas mayores de 18 años de todo el país) querían que el asunto llegara al Congreso.
Berensztein dice también que, aunque la discusión haya sido apasionada, hubo quienes fueron permeables a los argumentos: “Según los sondeos, un 15% cambió su visión en el contexto de este debate, y eso es bastante. El que no cambia, por lo menos escucha y tiene otros matices. Los debates siempre son apasionados. No hay que tenerle miedo a eso”.
Pero en algunos momentos los extremistas capturaron la conversación pública. Se escucharon imputaciones: unos acusaban a otros de despreciar la vida de los bebés; los otros, de despreciar la de las madres.
“También hubo simplificaciones que prueban que esta democracia es todavía no sólo la expresión de un civismo compartido, sino también la preeminencia fuerte de la necesidad de construir al adversario como alguien que está del lado del error”, dice el filósofo Santiago Kovadloff. “Sigue habiendo una grieta profunda generada por la idea de que el civismo es patrimonio de un sector. Pero no creo que los extremistas hayan primado: nadie renegó del debate y en ese sentido hubo una aceptación del adversario”.
El poeta y sacerdote cristiano Hugo Mujica cree que el debate social se polarizó porque “el diálogo hoy es casi imposible y no nos es dado como una cultura de este tiempo, que es de una complejidad cada vez más desorbitada”.
Desde la posición celeste de Salvemos Las Dos Vidas, el activista Marcos Videla Dorna habla de “una nueva grieta”. “Este fue otro River-Boca, fue una pelea de un bando contra otro y hasta nos dijeron cómo pelearnos”, dice.
El director ejecutivo de Fundación Huésped, Leandro Cahn, que participó como expositor en el Congreso, minimiza las agresiones, pero dice que luego de la votación, cuando salía del Congreso junto a un grupo de gente, “un muchacho con el pañuelo celeste nos dijo: ‘Limpien toda la sangre de los chicos que van a matar’”.
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El poeta y sacerdote Mujica continúa: “En la discusión social actual se trata de generar un acontecimiento que te haga sentir algo; el dato no importa. Vivimos en una saturación del discurso. El futuro se hace pasado sin haber sido presente”.
“El tema merecía una dignidad que no tuvo”, continúa Mujica. “Estábamos hablando de la vida sin tener información clara: me da risa e indignación que se trate a la ciencia como si fuera una entidad monolítica. Todo se redujo a tres o cuatro slogans de cada lado y es tanta la complejidad que nadie se detiene a estudiar el asunto. Creo que nadie se sentó realmente a ver qué le pasaba al otro con sus ideas”.
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— RED/ACCIÓN (@redaccioncomar) 15 de junio de 2018
Sin embargo, Mujica ve de un modo positivo el debate puntual que hubo en la Cámara de Diputados a lo largo del miércoles 13 de junio: “Tocó valores más humanos que los que se discuten siempre en la política, que en última instancia tienen que ver con la economía. Fue una discusión hecha de una materia sensible y ese contenido logró modificar la estructura del debate”.
A lo largo de los dos meses anteriores, en el Congreso habían tenido lugar quince audiencias en las que dieron su opinión 738 expositores (médicos, científicos, intelectuales, religiosos, artistas, juristas y otras personas afectadas directamente por el tema). A la vez, los plenarios de las comisiones de Legislación General; Legislación Penal; Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia; Acción Social; y Salud Pública comenzaron el 10 de abril y finalizaron el 31 de mayo con 106 horas de debate. Según información oficial, cada jornada tuvo en promedio unos 50 expositores.
Al primer proyecto se le sumaron ideas de otros nueve y así se terminó redactando un dictamen de consenso que incluyó, como cambios sugeridos en la preparación conjunta, la objeción de conciencia, la punibilidad en el Código Penal desde la semana de embarazo número quince y el reemplazo del término “malformaciones” por “incompatibilidad con la vida extrauterina” (como causal para interrupción del embarazo después de la semana número catorce).
“La metodología general fue muy interesante”, dice Leandro Cahn, el director ejecutivo de Fundación Huésped, que participó como expositor. “El proyecto podría haber quedado como algo testimonial con 71 firmas, pero se buscó que saliera con consenso, sin imponer una posición”.
Para la escritora Claudia Piñero, una de las voces más claras por la despenalización, “hablamos de algo que ya sabíamos todos pero que estaba en silencio, y eso fue reparador para la sociedad”. Y mientras espera la sesión de los senadores, ella ya se muestra satisfecha. “La sociedad ya despenalizó el aborto”, dice, “y es muy difícil encontrar a alguien que piense que una mujer debe ir presa por abortar”.